La nutrición mineral es una práctica relevante para la calidad de
producción de la vid. Desde la EEA Mendoza INTA explican la forma
correcta de realizar la fertilización post-cosecha.
La ingeniera Rosana Vallone, de la EEA INTA
Mendoza, explica cuál es la importancia de fertilizar los suelos luego
de la cosecha, y cuáles son los pasos correctos para lograrlo.
La
nutrición mineral influye en modo determinante sobre la calidad de la
producción vitivinícola y se transforma, en consecuencia, sobre todo en
la actualidad, en una práctica irrenunciable. Macro y micro nutrimentos
son capaces de modificar el contenido de carbohidratos, proteínas,
aminoácidos, aromas y vitaminas del mosto, como asimismo los ácidos
orgánicos: el nitrógeno (N) estimula la síntesis de ácido málico, el
potasio (K) la del ácido tartárico, el calcio (Ca) la del ácido oxálico,
por citar algunos de los lazos existentes. El principal objetivo de la
fertilización, principalmente nitrogenada, es maximizar la producción de
frutos en equilibrio con un crecimiento vegetativo y calidad de uva
adecuados. Las dosis deberían ajustarse, pues, con la estrecha
vigilancia de la relación entre el vigor de las plantas y del
rendimiento.
Todavía hoy la fertilización en muchas zonas vitícolas no se realiza o se realiza irracionalmente con aporte desequilibrado, que resulta en excesos, carencias, desequilibrios nutritivos, antagonismos y, en última instancia, en un decaimiento productivo y cualitativo.
El efecto negativo de un exceso de N, por ejemplo, se evidencia en un excesivo vigor y un decaimiento cualitativo, entendido como elevada presencia en mosto de ácidos (especialmente el málico), compuestos nitrogenados y pobreza de azúcares, antocianas y taninos.
El
periodo de crítica necesidad de nitrógeno de la vid es durante el
rápido crecimiento primaveral de brotes hacia floración y crecimiento
herbáceo de la baya. El requerimiento declina a través del verano hasta
senescencia. El pico de absorción es entonces durante unas semanas,
previo a floración, hasta envero, con un segundo pico entre cosecha y
caída de hojas (en coincidencia con un periodo de crecimiento activo de
raíces). La vid, como otros árboles frutales de hojas caducas, depende
fundamentalmente de la redistribución de las reservas nitrogenadas
almacenadas previamente en las estructuras permanentes (raíces, tronco,
cordones, sarmientos) para soportar el crecimiento primaveral. Las
reservas de nutrimentos, en especial el N, son importantes para todo el
crecimiento de la vid. La principal forma de reserva es como arginina.
En zonas templadas y cálidas con variedades de maduración temprana, más del 60% de las reservas nitrogenadas presentes en las plantas al comienzo de la estación, se originan en el N absorbido durante el periodo de poscosecha. En zonas frías o variedades más tardías, esta acumulación puede comenzar antes de la cosecha. Es esencial una adecuada fertilización en la zona radical en este período para prevenir deficiencias en la próxima estación.
Corrientemente se recomendaba realizar la fertilización nitrogenada durante el periodo de dormancia, antes de la brotación en primavera, así se aseguraba una buena provisión de N en el suelo para el crecimiento. Estudios realizados en los años 90 demostraron que esta aplicación es poco eficiente porque gran parte del N aportado es lavado en el suelo por las lluvias de invierno, o por riegos abundantes de lavado iniciales (comunes en las zonas áridas regadías cuyanas), antes de que el crecimiento comience. El N debería ser aplicado durante la estación de crecimiento, i) después de unas 3 a 5 semanas desde brotación hasta poscuaje o ii) en poscosecha. Cuando se aplica en poscosecha, la canopia debe estar todavía funcional. En algunas áreas vitícolas o con variedades tardías, el periodo puede ser demasiado corto para que la absorción ocurra en forma efectiva. En situaciones de suelos muy permeables, con riego superficial, susceptibles de lixiviación o lavado, la dosis total particionada entre poscuaje y poscosecha minimizará las posibles pérdidas. El nitrógeno no debería ser aplicado durante el invierno o temprano en la primavera en suelos arenosos o con altas tasa de infiltración.
*Esta nota fue publicada en el Suplemento FINCAS Diario Los Andes
Una práctica irrenunciable
Todavía hoy la fertilización en muchas zonas vitícolas no se realiza o se realiza irracionalmente con aporte desequilibrado, que resulta en excesos, carencias, desequilibrios nutritivos, antagonismos y, en última instancia, en un decaimiento productivo y cualitativo.
El efecto negativo de un exceso de N, por ejemplo, se evidencia en un excesivo vigor y un decaimiento cualitativo, entendido como elevada presencia en mosto de ácidos (especialmente el málico), compuestos nitrogenados y pobreza de azúcares, antocianas y taninos.
Períodos críticos
En zonas templadas y cálidas con variedades de maduración temprana, más del 60% de las reservas nitrogenadas presentes en las plantas al comienzo de la estación, se originan en el N absorbido durante el periodo de poscosecha. En zonas frías o variedades más tardías, esta acumulación puede comenzar antes de la cosecha. Es esencial una adecuada fertilización en la zona radical en este período para prevenir deficiencias en la próxima estación.
Corrientemente se recomendaba realizar la fertilización nitrogenada durante el periodo de dormancia, antes de la brotación en primavera, así se aseguraba una buena provisión de N en el suelo para el crecimiento. Estudios realizados en los años 90 demostraron que esta aplicación es poco eficiente porque gran parte del N aportado es lavado en el suelo por las lluvias de invierno, o por riegos abundantes de lavado iniciales (comunes en las zonas áridas regadías cuyanas), antes de que el crecimiento comience. El N debería ser aplicado durante la estación de crecimiento, i) después de unas 3 a 5 semanas desde brotación hasta poscuaje o ii) en poscosecha. Cuando se aplica en poscosecha, la canopia debe estar todavía funcional. En algunas áreas vitícolas o con variedades tardías, el periodo puede ser demasiado corto para que la absorción ocurra en forma efectiva. En situaciones de suelos muy permeables, con riego superficial, susceptibles de lixiviación o lavado, la dosis total particionada entre poscuaje y poscosecha minimizará las posibles pérdidas. El nitrógeno no debería ser aplicado durante el invierno o temprano en la primavera en suelos arenosos o con altas tasa de infiltración.
*Esta nota fue publicada en el Suplemento FINCAS Diario Los Andes
Cantidades recomendadas
Las cantidades
recomendadas para la aplicación de N en las plantas adultas va de 0 a
100 kg por ha de N, teniendo en cuenta que los suelos más arenosos
precisan de las cantidades más elevadas. Para plantas jóvenes (2 a 3
años) la recomendación varía entre 0 y 50 kg por ha de N. La
recomendación más frecuente es una aplicación en post-cosecha (60% de
los requerimientos totales) y otra después de cuaje (40% restante). El
manejo debe balancearse con adecuadas cantidades de fósforo,
principalmente, y analizar por necesidades de potasio y magnesio y
particularmente micronutrientes como zinc, hierro, manganeso y boro.
Los análisis de suelo, el diagnóstico foliar en floración o de arginina en órganos de reservas, son herramientas útiles para precisar cuánto y cuándo aplicar fertilizantes más efectivamente.
Fuente: Area del Vino
Los análisis de suelo, el diagnóstico foliar en floración o de arginina en órganos de reservas, son herramientas útiles para precisar cuánto y cuándo aplicar fertilizantes más efectivamente.
Fuente: Area del Vino
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