sábado, 3 de julio de 2010

Genetistas de EEUU descubrieron el secreto de una vida larga y saludable

Genetistas de la Universidad de Boston, en los Estados Unidos, lograron descubrir el secreto de una vida larga y saludable, según informan en un artículo que la revista especializada Science publica en su edición de hoy.

El equipo de investigadores encabezado por Paola Sebastiani y Thomas Perls identificaron 150 sitios en el genoma que diferencian de sus congéneres a las personas que tienen 100 años o más y están relativamente en buen estado físico y mental.

Según el estudio, casi una de cada siete personas, es decir un 15 por ciento, posee una combinación genética que le garantiza una larga vida. Sin embargo, sólo una de cada cien (un uno por ciento), alcanza realmente una edad muy avanzada.

"Que las personas beneficiadas genéticamente para una vida larga mueran antes se podría deber a otros factores, como la alimentación, la escasa actividad física, la falta de buen descanso, el consumo de alcohol y cigarrillos", explicaron los genetistas pocas horas antes de la publicación de su trabajo en una conferencia telefónica.

En la búsqueda de predisposiciones genéticas decisivas, el equipo de especialistas de Boston analizó el genoma de 1.055 personas de entre 95 y 119 años, que, según Sebastiani y Perls, estaban con frecuencia sorprendentemente en buena forma.

Variables genéticas. Cuanto mayor cantidad de variables genéticas de las 150 existentes poseían en su genoma, tanto más tiempo vivían estas personas con una salud relativamente buena.

Gracias a determinados marcadores genéticos, Sebastiani, Perls y sus colegas pueden determinar con un 77 por ciento de precisión la predisposición para una vida longeva. La investigación, que fue fruto de la colaboración entre la Universidad y el Centro Médico de Boston, determinó 150 variables (conocidas como polimorfismos de nucleótido simple) capaces de predecir, en un 77 por ciento de los casos, si alguien puede convertirse en centenario.

El 23 por ciento restante podría deberse, según los autores del estudio, bien a aspectos del genoma que aún desconocemos o bien a la influencia del estilo de vida.

En general, la expectativa de vida en los países industrializados es en la actualidad de unos 80 años. Sin embargo, los miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Estados Unidos viven en promedio 88 años, es decir que ocho años más que otros estadounidenses, indicaron los autores del estudio en la conferencia telefónica.

"Esto demostraría el gran papel que tienen los factores no genéticos en la longevidad, como la alimentación vegetariana, la fe y una fuerte unión familiar", subrayaron.

De hecho, estudios anteriores habían mostrado que las costumbres suelen ser determinantes para alcanzar una avanzada edad.

Los adventistas. Por ejemplo, los adventistas del Séptimo Día, que son vegetarianos, viven en familia con un estrés relativamente bajo, hacen ejercicio y no fuman ni beben, viven más que en cualquier país industrializado.

Pero hay personas, las llamadas supercentenarias, que viven más de 20 años por encima de la esperanza de los adventistas: ¿cómo lo consiguen? Aquí es donde se necesita un poco de ayuda de los genes, según descubrió el citado estudio.

De hecho, los científicos lograron establecer, además de las 150 variables, un total de 19 firmas genéticas (o conjuntos de genes activos) presentes en el 90 por ciento de los centenarios, y cada una de las cuales se relaciona con la edad a la que se presentan las enfermedades asociadas a la vejez, tales como la demencia, la hipertensión y las dolencias cardiovasculares.

"Hemos desarrollado un modelo genético que puede emplearse para calcular la predisposición de un individuo a la longevidad excepcional, y la forma en que funciona este modelo es que tienes que introducir la información de 150 marcadores genéticos y el modelo te da las posibilidades de lograr una longevidad excepcional", explica Paola Sebastiani, profesora de bioestadística y principal firmante del estudio.

Los genetistas desarrollaron un chip y presentarán la semana próxima una página de internet. Estas dos herramientas deberían permitir que los laboratorios puedan determinar en un futuro cercano la probabilidad de una vida larga y saludable a partir del análisis de una gota de sangre.

Sin embargo, los datos obtenidos de estudios con gemelos limitan la influencia de la genética en la longevidad a entre el 20 y 30 por ciento, señala la revista Science.

Genes presentes. Una de las sorpresas que se han llevado los investigadores es que los genes ya conocidos asociados a distintas enfermedades estaban presentes en la misma proporción entre los centenarios y el común de las personas.

De este modo, los científicos llegaron a la conclusión de que tener una vida extraordinariamente larga no depende tanto de la predisposición hereditaria a contraer enfermedades, sino de tener las combinaciones genéticas asociadas a la longevidad, y que acaban de ser identificadas en este estudio.

De hecho, las variables genéticas de la longevidad podrían tener la capacidad de anular la predisposición a ciertas enfermedades, según los autores del estudio.

Otro dato que llama la atención es que hasta un 15 por ciento de la población general analizada presentaba las combinaciones genéticas asociadas a la longevidad, aunque la realidad es que sólo uno de cada 6 mil habitantes de los países industrializados supera los 100 años, y apenas uno de cada siete millones alcanza los 110.

Esta discrepancia indica que los malos hábitos y el estilo de vida aún hacen mella en la mayor parte de candidatos a vivir 100 años o más, pese las mejoras logradas en los últimos tiempos. "Uno puede conjeturar que estamos genéticamente diseñados para vivir más, y con los cambios en la salud pública estamos viendo realmente este incremento en la esperanza de vida", comenta Sebastiani.

"A medida que vamos sorteando o eliminando los factores exógenos (externos) que impedían vivir más (y mejor), la naturaleza va a ir dejando al descubierto esa realidad: la capacidad del ser humano de llegar a ser centenario", opina el investigador español Javier Benítez.

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