1. El revuelto gramajo de El Club del Progreso
Para muchos, ésta es una de las pocas recetas realmente inventadas en la Argentina. La leyenda asegura que, hacia 1880, el coronel Artemio Gramajo era socio y habitué del Club del Progreso. Para comer, este coronel tenía su plato propio: un revuelto de huevo, arvejas y jamón, que pronto pasó a llamarse revuelto Gramajo en su honor. Hoy, el mejor lugar donde pedir esta receta es en el mismísimo Club del Progreso, gran restaurante de la ciudad de Buenos Aires que se especializa justamente en una cocina porteña de alta calidad. Una delicia. (Sarmiento 1334, Centro / T. 4372-3350/3380)
2. La suprema Maryland de Gambrinus
La Maryland, esa mezcla portentosa de frituras, con su maravillosa y dulzona banana, las papas pai, el choclo en salsa blanca, el jamón, es original de Maryland, Estados Unidos. Pero la cocina porteña la ha adoptado como propia, agregando detalles particulares. ¿Dónde comer la mejor? En Gambrinus, ese bodegón que alguna vez se especializaba en cocina alemana, pero que hoy está totalmente compenetrado con la más pura porteñidad. (Av. Federico Lacroze 3779, Chacarita / T. 4553-2139)
3. La ensalada rusa de Adann
Originalmente se cuenta que la ensalada rusa, creada en Rusia, poseía muchos más ingredientes, incluyendo carne de venado o frutos del mar. Pero en nuestra versión, se inscribe en la genealogía de las ensaladas de papa, famosas en la gastronomía alemana (donde se las sirve con huevo y perejil), y es un plato típico para acompañar casi cualquier cosa, además de ser infaltable en la mesa navideña. Para pedirla sin morir en el intento, podés acercarte a Adann, clásico de Belgrano, donde las familias más tradicionales del barrio comen sus costillitas de cerdo a la riojana y demás recetas "livianas". (José Hernández 2345, Belgrano / T. 4783-6459 y 4786-5955)
4. El flan con dulce y crema de El 22
Es así: en los restaurantes fashion, el consabido flan dejó su lugar a versiones más cremosas de crème brûlée. Hay crème brûlée de dulce de leche, de coco, de cardamomo, de jengibre, de chocolate, de lo que sea. ¿Pero un buen flan, bien casero, con una buena cuota de dulce de leche de calidad y crema batida a punto? No, eso está demodé. Engorda mucho (obvio, no más que una crème brûlée), es anticuado (¿?), no le gusta a nadie (mentira). Para darse cuenta de la pasión que un flan hecho y derecho causa en una mesa, acercate a la parrillita El 22 (la de Villa Crespo, las otras no le llegan ni a los talones). Allí, el flan es de tamaño y peso extra large, con una grosera cantidad de dulce de leche repostero, buena y generosa crema. Un flan de vainilla, sin riesgos ni toques de autor. Como debe ser. (Parrilla El 22 / Jufre 1085 esq. Godoy Cruz / T. 4775-8608)
5. Los cornalitos fritos de Pucará
La idea es un poco asquerosa: comer el pescado entero, con su cabeza, cola, ojos, viseras. Pero si el pescado es muy chiquito, se lo espolvorea con harina y se lo fríe en un buen aceite, el resultado es este plato típico local, con aires marplatenses, pero también muy consumido en los bodegones de Buenos Aires. Los cornalitos son la opción marítima por definición para los más chicos. Por un lado, carece de espinas (en realidad, están allí, pero son minúsculas e inofensivas). Por el otro, es muy barato, costando muchísimo menos que la carne, y con cero desperdicio. Posiblemente no los tengas en tu lista de platos a pedir, pero probá ir a Pucará (restaurante gallego clásico de Caballito) y arriesgate: tu boca se inundará de ese gustito a mar único y propio. Una suerte de ostra plebeya y popular. (Pucará / Senillosa 493, Caballito / T. 4902-4975)
6. Las papas soufflé de El Palacio de la Papa Frita
Hubo una época en la que las papas soufflé eran una opción más entre las fritas argentinas: uno podía elegir entre bastón, pai, rejilla, soufflé y más opciones. Para encontrar hoy una papa soufflé, de buen diámetro, inflada y crocante (efecto que se logra gracias a una doble cocción, primero en aceite a fuego moderado, y luego en aceite bien caliente), será necesario ir al hogar mismo de estas papas: el Palacio de la Papa Frita. Muchos se quejan de que El Palacio es caro para lo que ofrece, y tienen razón. Otros aseguran que le fallan mucho al punto de cocción de la carne, y eso también es posible. Pero, al menos en nuestra visita, las papas soufflé salieron tal y como deben salir. Ricas, lindas, viciosas. (El Palacio de la Papa Frita. Sucursales en www.elpalacio-papafrita.com.ar )
7. Los vermicelli de Pippo
Si hablamos de fideos (así de simple; así como le decías de chico cuando los comías con manteca y queso), tenemos que hablar de Pippo, el restaurante céntrico que inmortalizó desde su logo los vermicelli tuco y pesto: bien gruesos, contundentes y abundantes y con una salsa que equilibra a dos clásicos de las pastas argentinas. Más allá de sus sucursales y de la perdida del encanto que tuvo en sus viejos tiempos, pasar por Pippo a comer unos vermicelli es algo que todo porteño debe hacer al menos una vez en su vida. (Montevideo 341, Centro / T. 4374-0762)
8. Las picadas de Almacén y Bar
La picada es toda una institución de las costumbres porteñas. Más allá de la buena selección de fiambres, quesos, encurtidos y un buen vermouth para acompañar, la picada es un momento del día. Ese momento que en alguna época fue la bisagra entre la salida del trabajo y el regreso a casa. Los tiempos modernos hoy suprimen ese instante mágico de la semana y, en el mejor los casos, lo reemplazan por un happy hour en un irish pub. Pero el que quiere comer una picada como Dios manda, antes de que caiga el sol en la ciudad, en un ambiente de bodegón y con productos de primera calidad, tiene adónde ir: Almacén y Bar. Ahí, entre viejas botellas y mostradores con heladeras, se sirven las mejores tablas de fiambres de Buenos Aires.(Cochabamba 1701, esq. Solís, Constitución / T. 4304-4841)
9. El puchero de El Globo
El puchero es una de esas comidas que remiten a reuniones familiares (más precisamente, a reuniones familiares en invierno), y no tanto a un plato que se pida en un restaurante. Es uno de esos platos que suele ser glorificado como "el de mi vieja es el mejor". En principio, no tiene demasiados secretos: un simple cocido de carnes y verduras, pero en la selección de la carne y en el punto de cocción de todos los ingredientes está la diferencia entre un bueno puchero y uno malo. Si querés probar uno de los buenos, el lugar es casi obvio: El Globo, el centenario restaurante céntrico, donde lo preparan en cuatro versiones: cerdo, vaca, pollo o mixto. (Hipólito Yrigoyen 1199, Centro / T. 4381-3926)
10. La milanesa de La Flota
La milanesa es el comodín. Un plato que está presente en el 99% de los menús de los restaurantes de Buenos Aires y que difícilmente salga mal, pero claro: están las milanesas promedio y las milanesas superiores. Y en esa categoría, la cosa está peleada. ¿La mejor milanesa de Buenos Aires? Difícil elección, pero una jugada segura es la de La Flota, un clásico del microcentro, donde sale bien tiernita y para compartir. (Leandro N. Alem 432, Microcentro / T. 4311-4411)
Fuente: clarin.com
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