Dado que el vino forma parte de nuestra vida y de nuestra historia, no
podemos dejar de pensar sobre cómo podemos combinarlo con la cocina. El
casamiento de ambos elementos es un arte y una tendencia entre los
actuales consumidores, cada vez más informados de cómo lograr este
matrimonio con la mayor elegancia y armonía. Una delicia gastronómica
sin un amigo fiel como el vino que lo acompañe, no será lo mismo. Para
ello, no hay que olvidar que el gusto y el aroma del vino refuerzan o
destrozan, si la combinación ha sido desafortunada, el sabor de los
alimentos que ingerimos. En virtud de que el maridaje sea exitoso
existen algunas reglas, aunque yo prefiero llamarlas sugerencias:
Para los vinos blancos secos, ligeros y frescos, aquellos de aroma
leve, poco cuerpo, frescos y levemente ácidos, las mejores comidas son
los aperitivos, las pastas con salsa de mar, los pescados y mariscos
fritos, un salpicón de mariscos con vinagre y oliva, una mousse de
mariscos con crema de camarones o un filet de lenguado al limón. Este es
el caso de vinos como Chardonnay sin madera, Semillón, Chenin o
Riesling.
En el caso de aquellos blancos bien aromáticos y levemente secos,
como un Torrontés, un Traminer, el Sauvignon Blanc o Viognier, las
mejores comidas para combinarlos serán los pescados ahumados o a la
plancha, con guarniciones livianas, algunos fiambres ahumados, quesos
aromáticos de sabor intenso, comida asiática o mexicana, empanadas
picantes y hasta algunos platos especiados o con muchas hierbas.
También están los vinos blancos con cuerpo y estructura, aquellos
vinificados con concentración de aromas, fermentación en barrica,
maceración pelicular o añejamiento en roble. Para ellos, las comidas
mejor combinables son las paellas y risottos, los quesos de pasta
semiblanda, el pollo saltado o asado, el cangrejo o la langosta.
A la hora de los tintos, en primer lugar nos encontramos con
aquellos vinos elegantes, de cuerpo medio, aterciopelados, con taninos
medianos, amables y frutados. Algunos ejemplos podrían ser el Pinot
Noir, Sangiovese, Merlot o Bonarda y para ellos nada mejor que los
quesos semiduros, los solomillos de ternera o cordero a la pimienta, las
aves o carnes a la manteca con ajo y hierbas, las costillas de cerdo o
la cazuela de ternera.
Por
último, están los vinos tintos con gran cuerpo y estructura, los más
fuertes, de taninos marcados y gran persistencia. Este el grupo de los
Cabernet Sauvignon con o sin roble, los grandes Malbec con o sin
madera, o los Syrah. Estos vinos son ideales para acompañar comidas como
quesos de pasta dura, pastas rellenas, carnes de caza y salsas
elaboradas.
A cada plato, su vino y a cada vino, salud!
Marina La Forgia
Fuente: abcdelvino.com
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