Martín de Tours es uno de los
santos que más templos tiene dedicados en todo el planeta.
Solamente en la diócesis de Girona, ya hay 50 iglesias que le
tienen como patrón (incluidas las parroquias). Pero este
número, lógicamente no es nada comparado con las más de 3.500
parroquias que tiene dedicadas en Francia. La devoción a San
Martín de Tours está extendida en todo el mundo: Francia y
Alemania encabezan la lista, pero también en Catalunya y en
España y en otros países en general, su vida ha hecho época.
Martín y la capa
San Martín de
Tours nació en en Hungría en el año 316 aunque toda su
educación la recibió en Pavia (Italia). Ya desde muy joven
sintió un cariño especial al tema religioso, pero a los 15
años se vió obligado a entrar en el ejército, sirviendo a
caballo en la guardia imperial romana. Es en este periodo cuando
surge una de las historias más bellas y más conocidas de
nuestro santo. Un dia de invierno muy frío, la tropa romana
entró en la ciudad francesa de Amiens. Allí, Martín encuentra
a un pobre desnudo que le implora caridad, y no teniendo monedas
para darle, Martín sacó la espada, cortó la capa que llevaba
por el medio y le dio la mitad a aquél pobre hombre. Fue objeto
de burlas por parte de sus compañeros, pero la acción
caritativa fue dulcemente recompensada, ya que la tradición
cuenta que aquél mismo día por la noche, vio en sueños a
Jesucristo vestido con el mismo trozo de tela que había dado al
mendigo.
El
Joven Martín
Ramon Palol Curto,
profesor de Moral Social del Instituto de Ciencias
Religiosas de Girona, nos ha realizado una adaptación
libre, pero fiel al espíritu, de un acontecimiento
relatado por Sulpicio Severo en la "Vita
Martini" (Vida de San Martín). Le agradecemos muy
encarecidamente su colaboración. El texto no merece
pérdida, amigos/as:
El joven soldado del César Juliano,
Martín, del que todo el mundo recuerda el suceso de la
capa partida, se encontraba con las legiones que el
César había concentrado en la ciudad de Worms
preparando la ofensiva contra los bárbaros que habían
penetrado en las Galias. Corría el año 356.
Para levantar, de manera convincente, la moral de los soldados, el César decidió dar un donativo a sus tropas (los incentivos económicos aumentaban el ardor de los soldados en la batalla). En medio de las legiones alineadas en perfecto orden, cada soldado recibía el dinero que con generosidad daba Juliano. Fue entonces cuando Martín renunció a llevar armas. Aproximándose a Juliano le dijo: "Hasta ahora, César, he luchado por ti; permite que ahora luche por Dios. El que tenga intención de continuar siendo soldado que acepte tu donativo; yo soy soldado de Cristo, no me es lícito seguir en el ejército".
Para levantar, de manera convincente, la moral de los soldados, el César decidió dar un donativo a sus tropas (los incentivos económicos aumentaban el ardor de los soldados en la batalla). En medio de las legiones alineadas en perfecto orden, cada soldado recibía el dinero que con generosidad daba Juliano. Fue entonces cuando Martín renunció a llevar armas. Aproximándose a Juliano le dijo: "Hasta ahora, César, he luchado por ti; permite que ahora luche por Dios. El que tenga intención de continuar siendo soldado que acepte tu donativo; yo soy soldado de Cristo, no me es lícito seguir en el ejército".
Juliano pensó que aquel momento, en medio de una
operación militar, no era el más oportuno para acceder
a tan singular petición (singular para un emperador
romano, claro está). No podía permitir entre sus tropas
ni la deserción ni la desensión. Pero, hábil como era,
pretendió desautorizar a Martín entre sus compañeros
porque su ejemplo bien podía extenderse si trataba el
asunto según la estricta disciplina militar (es decir,
ejecutándolo). Así pues, el César, le contestó:
"Tú sabes que el combate está pronto, los
bárbaros nos atacarán mañana y hemos de responder con
contundencia, la seguridad del Imperio peligra. Tu
actitud, querido Martín, parece que está más motivada
por el miedo que por tus convicciones religiosas. Dices
ser cristiano, es decir, un cobarde. Tienes miedo de
enfrentarte al enemigo".
Martín escuchaba con paciencia, sabía que Juliano era
un buen comandante, erudito en los negocios de la guerra
y de la filosofía. Su ataque contra el cristianismo era
hábil. Si no respondía con habilidad, sus compañeros
de armas se reirían de él, y, lo que era peor, de
Cristo. Pero no tuvo que pensar mucho rato (el Espíritu
Santo ayuda en esos casos), la respuesta le salió rauda
del corazón:
"Muy bien! Dices que soy un
cobarde. Pues mañana, al amanecer, cuando sitúes tus
legiones en orden de combate, déjame en primera línea,
sin armas, sin escudo y sin casco y me internaré
tranquilo en las filas enemigas. Así te probaré mi
valor y mi fidelidad y te demostraré que el miedo que
tengo no es a morir sino a derramar la sangre de otros
hombres".
Así se acordó. Pero el gesto no
fue necesario. Los bárbaros, por la mañana, pidieron la
paz. Las crónicas anotaron que los bárbaros no se
atrevieron a enfrentarse a la pericia militar de Juliano
(después llamado el Apóstata por otras crónicas). Pero
algunos legionarios afirmaron que lo que realmente les
espantó fue el haber sabido, gracias a sus espías, que
los romanos estaban tan seguros de la victoria que muchos
soldados acudirían al combate sin armas.
Así fue como Martín, más tarde conocido como San
Martín de Tours, obtuvo la licencia, vencedor por dos
veces, pues él no combatió ni se había derramado
sangre humana.
Ramon
Palol Curto
Su vida pastoral
Ya
libre del ejército, nuestro santo se bautizó y se dirigió a
Poitiers para unirse a los discípulos de San Hilario. Allí
empezó su vida dedicada a Cristo, a través de las enseñanzas
de este ilustre santo. Después de conocer las principales
virtudes cristianas y de pasar unos dias en su ciudad natal, se
dirigió a Milán. Al cabo de unos años se retiró a una
pequeña isla cerca de Génova, llevando una vida eremítica de
silencio y austeridad. Pero San Hilario le pidió que regresara a
Poitiers y allí fundó un monasterio, concretamente en la
localidad de Ligugé. En el año 370 es consagrado obispo de
Tours. Uno de sus primeros actos fue fundar otro monasterio, el
de Marmoutiers. Durante su estancia en Tours luchó contra el
paganismo, la adoración a falsos ídolos y contribuyó
especialmente en la divulgación de la fe cristiana, aunque esto
no siempre le fue fácil. Tuvo a todas las personas amantes del
lujo, encontró a personas pobres de fe e incluso a sacerdotes que
no veían con buenos ojos aquella vida de austeridad del santo.
Mas tradiciones y leyendas
San Martín de Tours es un personaje al
cuál se le han relacionado toda una multitud de tradiciones y
leyendas.
-En diferentes estampas, sale a veces la figura de un ganso. Y es
que ... Martín, lleno de humildad, no aceptó en un primer
término ser obispo de Tours. Rehuyendo del nombramiento se
ocultó en un escondrijo, pero no le sirvió de nada, ya que fue
delatado por el ruido de un ganso. Se ve que el pobre animalito
no paraba de dar graznidos! Allí lo encontraron unos
eclesiásticos y le convencieron.
-Se dice también que en Tours quiso cortar una encina a la que
veneraban los paganos. Ellos le dijeron que lo podía hacer
siempre y cuando el árbol cayera encima de él. Ni corto ni
perezoso, Martín cortó la encina y, cuando iba a caer sobre su
cuerpo, levantó la mano, hizo la señal de la cruz y el árbol
cayó rápidamente al lado opuesto.
-Y también se explica que un día, mientras oraba en su celda,
se le apareció un rey con una prendas de púrpura, una diadema
de oro y piedras preciosas sobre su cabeza, y unos zapatos de
oro. El rostro era muy puro y atrayente. Aquella figura le
preguntó a San Martín: "Martín, ¿me reconoces?. Después
de unos segundos de silencio, aquella extraña persona le dijo:
"Soy Cristo y quería presentarme ante ti". Pero...
Martín ni caso. "¿Cómo puedes dudar?", le preguntó
aquella figura. Entonces nuestro santo le respondió:
"Cristo no ha de volver envuelto en púrpura y en oro.
Solamente te haré caso si me muestras tus llagas".
Rápidamente, aquél "fantasma" desapareció y la celda
se llenó de humo y azufre, elementos que delataron a aquel
curioso visitante.
Su último respiro
Martín de Tours falleció en uno de los
sitios más bellos de Francia, en Candes. Sus discípulos, que
querían estar con él hasta el último momento, le pedían que
continuara viviendo, ya que si no lo hacía, su rebaño quedaría
expuesto a grandes peligros. Él contestó: "Señor, si aún
soy necesario, no rehusó continuar viviendo. Que tu voluntad se realice plenamente". Y antes de dar el último respiro, se
dirigió a sus discípulos con estas palabras: "Dejadme,
hermanos, mirar al cielo más que a la tierra para dirigir desde
ahora mi alma por el camino que debe conducirla hacia el
Señor". Era el año 397.
Onomástica y patronazgo
Su onomástica es el 11 de noviembre. Es el patrón por excelencia
de los soldados y junto a San Francisco de Asís de los tejedores y fabricantes
textiles. Le pueden pedir amparo los mendigos. Es el patrón de Francia
y Hungría y de diferentes ciudades, entre ellas: Orense (España),
Amiens, Avignon, París (Francia), Utrech (Holanda) y Buenos Aires (Argentina).
En Girona, es el patrón del Seminario diocesano.
San
Martín de Tours, tú que cambiaste la milicia de las
armas por la vida monacal y dedicaste tu vida a propagar
en toda Francia un mensaje de fe, esperanza y caridad,
alcánzanos del Señor, saber imitar el ejercicio de
estas virtudes en nuestra vida cotidiana, dando siempre
un verdadero testimonio de ellas. Y haz que el amor hacia
los hermanos más pobres nos haga también compartir con
ellos, como tú lo hiciste, lo que somos y tenemos con
sencillez y humildad de corazón. Amén.
Fuente: terra.es
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