La famosa frase de: “me voy a poner a dieta”, no siempre conlleva el: voy a mejorar mi salud. Hacer dieta
está más asociado a seguir una “receta” de alimentos y comidas con la
intención de perder peso y, a ser posible, lo más rápido posible. Sin
embargo, cambiar hábitos alimenticios conlleva algo más profundo, más
relacionado con la educación nutricional, donde la salud va primero y la
pérdida de peso es una consecuencia..
No cabe duda de que hacer una dieta es algo más sencillo y cómodo.
Me dan los alimentos y platos a consumir y lo sigo a pies juntillas,
aunque no comprenda el porqué. Cambiar hábitos, sin embargo, implica
conocer los diferentes grupos de alimentos, cómo cocinarlos, cuándo y
cómo consumirlos.
Mientras que un cambio de hábitos consigue objetivos a largo plazo
y es un proceso lento pero profundo, hacer dieta consigue resultados
más a corto plazo, de manera más rápida, lo que hace que goce de muchos
adeptos. Eso sí, no se puede seguir un tipo de dieta toda la vida, se
hace aburrido y tedioso y al final se acaba por abandonar, por tanto:
vuelta a empezar.
Aprender a hacer la compra, cocinar con técnicas culinarias más óptimas,
comer despacio, sin llenarnos, mejorar el consumo de frutas, verduras y
hortalizas, disminuir el de azúcares… Son hábitos que se aprenden
despacio y con calma, pero que una vez asentados, suponen un cambio cualitativo muy grande en nuestra dieta que va a perdurar en el tiempo.
Como casi todo en la vida, la mejor opción es la que cuesta más
trabajo y esfuerzo. Hacer una dieta os puede servir en un momento
puntual o incluso puede enseñaros a comer de otra forma, pero tenemos
que aprender a mejorar y cambiar hábitos, algo que vamos a interiorizar
en nuestro día a día y a largo plazo potenciará nuestra salud.
Fuente: vitonica.com
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