Unas
ricas pastas, un asado o el menú que sea. La idea es reunirse a comer
con la familia y compartir ese momento en el que se enhebran historias,
anécdotas y un sentimiento de unidad.
Aunque parezca extraño, este tipo
de encuentros no son un hábito con demasiados adeptos en todo el mundo.
Sin embargo, en nuestro país, 7 de cada 10 argentinos siguen conservando
la tradición de reunirse con la familia extendida, al menos una vez al
mes. También es alta la cantidad de veces que padres e hijos argentinos
se juntan a comer: 8 de cada 10 familias que viven en el mismo hogar
comparten la mesa todos los días. Las conclusiones se desprenden del
estudio “Cómo comen los argentinos”, realizado por TNS Gallup, que
abarcó a 1.000 personas de todo el país.
“La
familia es un modelo de estructuración de vínculos, y juntarse a comer
es una costumbre muy saludable. La comida en sí misma es un festejo”,
señala Harry Campos Cervera, psiquiatra y psicoanalista de la Asociación
Psicoanalítica Argentina (APA) y de la Asociación Psicoanalítica
Internacional (IPA).
Para
Lía Ricón –psicoanalista y psiquiatra y autora del libro “Una familia
suficientemente buena”– compartir la mesa “es un hábito que promueve la
relación familiar y la transmisión de las pautas de vida que son
privativas de cada familia”. Y agrega: “Transmitir quiere decir también
discutir y escuchar los puntos de vista de todos los integrantes,
especialmente de los niños y los adolescentes. Se aprenden, además,
hábitos de comportamiento social como no hablar con la boca llena, por
ejemplo. Y se promueve probar comidas diferentes y aceptar distintas
modalidades culturales sin perder la propia”.
Claro
que la mejor mesa familiar es la que se nutre de un clima cordial.
“Compartir la mesa fomenta, profundiza y sostiene los vínculos afectivos
con una repercusión positiva si el clima es amoroso, relajado y de
diálogo. Es negativa si hay reproches y discusiones, generando
hostilidad o violencia. Y será de desconexión si ‘cada uno está en lo
suyo’ con la tevé, el diario, los sms o hablando por celular con el
aparato sobre la mesa”, distingue Liliana Novaro, psicoanalista y
psiquiatra.
María
Teresa Calabrese –endocrinóloga, psiquiatra y psicoanalista– apunta que
el ritual tiene algunas contras. “La tradición de la ‘familia unita’ de
los domingos muchas veces terminaba siendo una obligación, cuando el
domingo es el día de descanso, de contacto con los hijos, con la pareja.
Hay que tener en cuenta que para armar una nueva familia sólida, es
necesario liberar el vínculo estrecho con los propios padres y
prestarles más atención a los chicos”.
El trabajo de TNS Gallup sirvió de base para la nueva campaña comercial de una marca de pastas. Señala que la reunión preferida es con hermanos y padres, y que la pasta ocupa un lugar especial en ese encuentro: “Se asocia al domingo, a la familia unida y refuerza el significado de unión y afectividad”, dicen en Marketing de Molinos.
Los cambios sociales se ven en la mesa familiar
Esa
mesa larga y bulliciosa que reunía a la parentela completa –grandes,
chicos, primos, tíos, vecinos– y que solía estar encabezada en uno de
los extremos por el abuelo de la familia, quedó en el recuerdo de los
argentinos. Arrancaba en el patio con un vermouth y una picada, y se
coronaba con las pastas amasadas por la nonna. Fue la manera social y
familiar de comer de mediados del siglo XX. Pasaron varias décadas y
transformaciones culturales. Hoy las familias son más chicas, no siempre
viven cerca, los hogares tienen espacios de encuentro más reducidos y
pocas abuelas siguen amasando las pastas.
Muchos
de estos hábitos los introdujeron en el país los italianos. “El plato
convocante entre amigos y familiares dejó de ser el puchero para pasar a
ser la pasta del domingo, incluso en familias o en zonas sin influencia
italiana directa. El otro comer social y familiar de los argentinos –el
asado del fin de semana– es una costumbre posterior a la de las pastas,
porque su popularización es un fenómeno de la década del 50, paralelo a
la aparición de los barrios de las afueras de Buenos Aires y otras
ciudades del país”, explica el escritor y periodista Víctor Ego Ducrot
en su libro “Los sabores de la Patria”.
La
mesa actual está más abierta y es saludable que así sea. El grupo de
protección son también los amigos y las ex parejas, dicen los
especialistas. “Hay menos formalismo y también el hombre mayor dejó de
ser el ‘sabio’ en la familia. Los chicos ocupan otro lugar: comen con
‘los grandes’, preguntan, emiten opiniones y son escuchados; en
ambientes muy tradicionales, los chicos comían antes o en la mesa, pero
en silencio”, dice la psicoanalista y psiquiatra Liliana Novaro.
Fuente: clarin.com
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