Basada en verduras y cereales, la cocina tibetana es prácticamente
vegetariana, ya que incorpora muy poca alimentación animal «por respeto a
la vida», siguiendo la filosofía budista.
Tashi Tsering, cocinero nacido en El Tibet en 1967 y que vive en Austria desde hace seis años, afirma que «los clientes que comen cocina tibetana se sienten más sanos y ligeros, porque es una comida muy natural».
Tashi Tsering, cocinero nacido en El Tibet en 1967 y que vive en Austria desde hace seis años, afirma que «los clientes que comen cocina tibetana se sienten más sanos y ligeros, porque es una comida muy natural».
La cocina tibetana es poco conocida y las recetas
varían de una parte a otra del país. En el norte, más frío, se comen más
cereales (mijo, trigo, avena, maíz y arroz que importan de China o
India, ya que allí no hay), porque los cereales aportan una energía
concentrada que calienta y ayuda a combatir las bajas temperaturas. En
el sur, donde hace más calor, hay más verduras, que enfrían el cuerpo y
aportan una energía más centrada. La cocina tibetana es «muy natural,
sana y ligera», no es picante y no incorpora apenas elementos extremos
que nos hacen sentir muy extravertidos o pesados, como pueden ser las
especies o las carnes, respectivamente. Por la altura tampoco disponen
de demasiada fruta. Utilizan hierbas medicinales y abusan poco del
cordero, el yak o la vaca, los animales de los que suelen alimentarse.
La leche y sus derivados también forman parte de su dieta.
Debido
al clima todo lo toman muy caliente, y el té tibetano (con leche,
mantequilla y sal), lo toman casi hirviendo. Hacen tres comidas al día,
pero de plato único, donde predominan los cereales y las verduras. No es
una cocina vistosa por lo que respecta al color, pero sí muy sabrosa.
Entre los productos que Tsering más recomienda está el jengibre, porque
aporta mucho calor al cuerpo, cura resfriados, va bien para el mal de
frío y es muy beneficioso para el estómago.
Tashi Tsering explica
que los clientes que van a su restaurante de Viena, donde vive desde
hace seis años, se sienten más sanos y ligeros y repiten porque la
comida no les produce dolor de estómago, como ocurre en otros
restaurantes como los chinos. «Yo miro como está la persona y según la
veo le pongo una u otra hierba medicinal (jengibre, azafrán, perejil...)
que le ayude a equilibrarse, o le recomiendo un plato que le dará más
ánimo o le mantendrá el peso, como a unas señoras que vienen todos los
días porque no engordan. En Viena hay muchos clientes que dicen, hoy no
me encuentro bien, iré al tibetano», explica Tsering, quien opina que la
cocina occidental tiene mucha grasa, aunque aparte de eso, el resto de
la cocina de aquí es muy similar a la suya. En Barcelona tiene abiertos
dos restaurantes que regentan su hijo y su hija, el Kailash, en la calle
de Xifré 100, y el Potala, en la calle de Aragón 397.
«No soy
quién para dar consejos, porque no soy médico y no sé todo lo que puede
necesitar una persona a primera vista, pero creo que los cocineros de
aquí deberían observar si sus clientes dejan comida en los platos,
porque eso quiere decir que tienen demasiado grasa o que ponen demasiada
cantidad».
Por su filosofía budista, comen poca carne, pues
«para comer carne tenemos que matar otras vidas». Los tibetanos en
general son vegetarianos, pero los médicos les recomiendan la carne por
el aporte proteínico. No obstante, tienen una visión muy clara y
sostenible de las proporciones y un cuidado especial a la hora de comer
animales pequeños: «con un yak o una vaca puede comer un pueblo, es
decir, una vida puede servir para alimentar a mil vidas, pero en cambio
con un pollo sólo comen cuatro personas. Aquí una sola persona se come
diez gambas o cien caracoles, cien vidas que sirven a un sólo ser
humano. Nosotros no comemos animales pequeños por un concepto de vida y
religión.» Las verduras también son seres vivos, pero «no tienen mente,
no sufren y no tienen sentimientos, en cambio los animales, sí», afirma.
Tsering
explica que el tsampa, el plato tibetano más conocido, es un tipo de
harina derivada de la avena o del trigo, tostado y molido, y ya
preparado para comer. Es medicinal, calienta mucho, tiene muchas
proteínas y vitaminas y los tibetanos lo toman todos los días. «Es como
el bocadillo de aquí. Con té y tsampa no necesitemos calefacción y dura
mucho dentro del cuerpo, por lo que te quita el apetito. Los sherpas de
la frontera del Himalaya y el Tibet comen a diario porque da mucha
fuerza». La gente más rica come momos, un plato de lujo o para días
festivos, que tanto puede ser de carne picada (el más típico) como de
verduras, patata o queso.
La cocina del Tibet mantiene sus raíces, pero cada vez está más influenciada por la cocina china, de Nepal o de la India.
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