Estocolmo se asienta en un terreno donde el mar se mezcla con la tierra
hasta el punto que buena parte de la ciudad está sobre islas. Islas en
medio de un mar tan protegido que parece un lago y que permite que las
orillas, lejos de parecer muelles, convivan con las calles de la manera
más natural.
Estocolmo es, antes que nada, una ciudad señorial. Lo fue en época barroca
cuando Suecia vivió su edad de oro y la ciudad se pobló de palacios y
de nobles mansiones. Había dinero para ello, la cultura llegaba desde el
centro de Europa -sólo hay que recordar que Descartes murió en
Estocolmo invitado por la reina- y la monarquía no tenía reparo en
mostrar su opulencia con grandes edificios que habían de poner a la
ciudad al nivel de las más ricas capitales europeas.
Luego, la gran burguesía tomó el relevo a la nobleza. La
industria creció en el siglo XIX y los industriales -Nobel, por hablar
de alguno de ellos- dejaron también su huella con palacios a su medida,
iglesias y teatros que reflejaban el brillo no sólo del dinero sino
también de la cultura.
Estocolmo ha sido una ciudad viva a lo largo del siglo XX.
Se enriqueció con la sucesión de estilos 'modernos' que conmovieron el
centro de Europa y que tuvieron reflejo en ella. Y fue testigo del éxito
de la sociedad sueca en su empeño por modernizarse, por crear un estado
de bienestar que fue una revolución en el mundo y por generar, a través
del diseño, un entorno práctico y estético que tuvo felices
consecuencias tanto para la renovación de la ciudad como para la vida
cotidiana de quienes vivían en ella.
Estocolmo tiene alrededor de un millón y medio de habitantes (el área
metropolitana más). Pero que nadie se asuste porque el área
desparramada por la que se reparte esta población no es la que el
visitante recorre. Quien va a Estocolmo se queda en la que ha sido la
ciudad tradicional: la histórica y la que creció junto a ella a
principios del siglo XX. Y ésta ocupa una superficie lo suficientemente
pequeña como para que se pueda recorrer a pie en casi todos los casos.
La ciudad antigua se asienta en una isla. Es el barrio de Gamla Stan.
Cruzarla de un extremo a otro lleva poco más de diez minutos siempre y
cuando el visitante resista la tentación de parar una y otra vez para
entretenerse en todo lo que encuentra por el camino.
Pero Gamla Stan conecta por el norte y por el sur con tierra firme. Al norte están los barrios que constituyen el "centro"
de la ciudad. Un centro de traza cuadriculada, aunque no con rigor lo
que producirá más de un despiste en el visitante, que dudará si está
yendo hacia el norte, si al pasar una lengua de agua atraviesa un canal o
se dirige a una isla. Este centro combina una parte de ciudad moderna
con edificios elegantes de siglo XX y edificios de corte racionalista
también llenos de interés de principios del XX.
Al sur de Gamla Stan vuelve a aparecer lo que se diría que
es el continente, aunque no lo es del todo porque vuelve a estar
rodeado de estrechos canales que lo separan de tierra firme. Es el
barrio de Sodermalm. Se sitúan aquí sobre todo barrios
residenciales y se suele visitar poco. Pero tiene cosas que ver y merece
dedicarle un rato.
Al Este y muy cerca de Gamla Stan –o a la derecha, para quienes prefieran evitar los puntos cardinales- se sitúan otras dos islitas, la mayor de ellas Skeppsholmen, que interesa sobre todo por sus museos.
Y finalmente, un poco más al Este aún, aparece otro gran
espacio ajardinado -¿otra isla? pues sí, aunque tan pegada al continente
que no lo parece- donde se hallan museos importantes y el célebre
parque de Skansen.
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