El cuerpo del abadejo está recubierto de pequeñas escamas, y la boca está provista de agudos dientes. Carece de la barbilla sobre la mandíbula, característica de algunos gádidos (como el bacalao común). La mandíbula del abadejo es bastante prominente. Tiene tres aletas dorsales claramente separadas.
Es un pez magro (1% de lípidos), puede vivir hasta 10 años. Suelen encontrarse en pequeños grupos a lo largo de la costa, sobre todo en ambientes rocosos. Se alimenta de pequeños peces, crustáceos y cefalópodos.
El abadejo se vende entero o por rodajas o filetes. Su similitud con el bacalao hace que muchas veces sea vendido como tal, incluso en ciertas zonas el nombre de abadejo es considerado sinónimo de bacalao. En los países nórdicos se le somete a un proceso de secado, como ocurre con el carbonero (otro pez similar de la misma familia); en ambos casos reciben el nombre de klippfisch.
El abadejo tiene pocas espinas, muy fáciles de eliminar. Su carne blanca, de sabor suave, es muy apreciada por los cocineros. Se adapta a cualquier tipo de cocción: hervido, asado, a la parrilla, etc.
Los ejemplares de menor tamaño, que no son aptos para hacer filetes, son procesados para preparar "surimi", que es una pasta de pescado que saborizada se vende como "kani-kama", "palitos de cangrejo" o "boca de mar".
El abadejo es un pescado blanco considerado como magro por su mínimo contenido en grasas. Es rico en vitaminas A, D y B12 que se encuentran sobre todo en su hígado. Aporta proteínas de calidad y grasas insaturadas del tipo omega 3 que protegen el corazón y previenen de ataques cardiacos y trombosis cerebral, ayudando a mejorar la circulación sanguínea al disminuir la fijación del colesterol en las arterias.
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