miércoles, 28 de diciembre de 2011

La escasez de agua seguirá afectando a la vitivinicultura

Todas las falencias que perjudican la disponibilidad de agua quedan firmemente expuestas en las palabras de Armando Llop, un experto en economía hídrica. 

La escasez de agua es un problema común a toda la vitivinicultura mendocina. La situación es crítica y eso nadie lo discute, pero existe un trasfondo que va mucho más allá de temporadas de bajas precipitaciones. 

Malas gestiones de administración e ineficiencias en la toma de decisiones, perjudican considerablemente la disponibilidad de un recurso que, en teoría, debería ser más que suficiente. Así lo asegura el ingeniero Armando Llop, director del Centro de Economía, Legislación y Administración del Agua del INA. 

¿Qué evaluación puede hacer sobre la actual situación hídrica de la provincia de Mendoza?

Desde un punto de vista hidrológico, de acuerdo a las estimaciones del DGI, este año presentaría un derrame anual del orden del 60% del valor anual medio, muy parecido al del año pasado. Esta secuencia es por demás crítica y lleva a recordar la gran sequía del siglo pasado, que se extendió por 5 años, de 1968 al 1972. En ese período, la provincia mitigó el problema gracias a la explotación del agua subterránea, lo que demandó la instalación del 50% de los pozos hoy existentes, y en solo 5 años. 

La situación hoy ha cambiado en varios aspectos. El primero es que en vastas áreas, el agua subterránea se encuentra salinizada y en franco proceso de expansión territorial, por lo que una mayor presión sobre el recurso acelerará la tasa de salinización. Esto significa, el avance del desierto 

Otro factor es que la construcción del dique Porterillos ha generado una multitud de impactos en el sistema, generalmente asociados al conocido (y previsible) fenómeno de las aguas claras, que todavía no han sido entendidos por la administración del agua. Para dar casos concretos: mayor recarga; mayores pérdidas por infiltración en canales y área cultivada; mayor efluencia; revenimiento y salinización en las zonas socialmente más vulnerables, como Lavalle; pérdidas de fertilidad en los suelos y demás. 

Sólo una gestión miope puede ignorar los impactos mencionados y una gestión perversa puede aprovecharlos para justificar indebidas concesiones. Una gestión integral del agua, que complemente el recurso superficial con el subterráneo, es la gran deuda de la gestión del agua mendocina. 

Claramente, el grueso de los problemas asociados a períodos secos (o abundantes) ocurre como consecuencia de la falta de una adecuada gestión del agua. 

¿La disponibilidad de recurso hídrico representa actualmente una amenaza para la vitivinicultura de la provincia?
 
No en el corto plazo, ya que la pródiga naturaleza nos ha regalado diques subterráneos de tremenda capacidad, que a pesar del mencionado deterioro que presentan (particularmente en el Este de la Cuenca Norte), han sido capaces de asimilar la mala gestión realizada al presente. Sin embargo, esta capacidad de asimilación ha llegado a su límite y en tanto no se asuma una razonable gestión del agua, la vitivinicultura verá una creciente mutilación en su área cultivada. Esto, como de costumbre, tendrá un impacto regresivo, ya que quienes más lo sufrirán serán los productores con menor capacidad de inversión. 

¿Qué controles se hacen para la asignación del agua?
 
Para el agua superficial, tanto la gestión como los controles están en gran medida descentralizados en las Inspecciones de Cauce (IC). La naturaleza de la distribución de este recurso, depende del desarrollo institucional de cada IC en particular, y con ello, el grado de participación de los regantes en el manejo del agua. Hay casos realmente ejemplares en lo que hace a la eficiencia, transparencia y equidad. También hay casos en los que abunda la discrecionalidad y que resultan decididamente perfectibles. 

Para el agua subterránea, no existe control alguno. Y cabe recordar que el grueso del uso industrial del agua es de origen subterráneo. En este sentido, todo está por hacerse. 

¿Qué perspectivas hay a largo plazo en cuanto a disponibilidad de agua?
 
No son buenas. Por un lado, se han otorgado una gran cantidad de concesiones para el desarrollo de perforaciones de agua subterránea, sin prever su impacto en los balances hídricos ni la naturaleza de las externalidades producidas. 

Por otro lado, un importante grupo de científicos alerta acerca de la secular reducción de los caudales como producto del cambio climático. No solo esto, sino que se prevé el aumento en la variabilidad climática (sequías más secas, y aluviones más agresivos). 

¿Detecta deficiencias estructurales para el manejo del agua en Mendoza?

Muchas deficiencias. La mayoría asociadas a problemas de gestión. Basta con mencionar que no existe ni una política hídrica, ni esfuerzos por formular planes, sean estratégicos u operativos. No ha habido previsión alguna en las dos últimas gestiones del DGI. Pareciera que lo único importante han sido las grandes obras, lo que claramente es erróneo. 

¿Cuántas malas temporadas de nevadas podrían corregirse con la disponibilidad de agua subterránea con que hoy cuenta Mendoza?
 
Los acuíferos tienen una gran capacidad de recuperación en años buenos Para el caso de la cuenca del Mendoza-Tunuyán, la historia demuestra que a los 5 años, ya se dan graves problemas. Por ejemplo, pozos de las zonas altas (Luján, Maipú) pueden “quedar colgados” (el nivel piezométrico caer por debajo de la bomba de profundidad). 

¿Qué consejos puede dar a los productores para que puedan ahorrar y eficientizar el uso del agua que disponen?
 
Que apliquen sólo el agua necesaria para satisfacer la demanda del cultivo, más un pequeño excedente para lixiviar o lavar las sales del perfil radícular. Con el riego por surcos puede alcanzarse buenas eficiencias, pero el sistema debe estar muy bien sistematizado y manejado. Todo exceso de agua, o se pierde, o colabora en el revenimiento y salinización. 

Otro consejo útil, es que revisen bien el turnado y cómo se determina la cantidad de agua que se deriva para cada hijuela. También deben establecer la forma de medir el agua que reciben. 

Finalmente, es necesario entender cómo se maneja la asignación de agua entre los distintos canales del sistema en que están comprendidos. 
  
Sobre Armando Llop

Armando Llop se desempeña actualmente como director del Centro de Economía, Legislación y Administración del Agua del Instituto Nacional del Agua (INA). Es ingeniero agrónomo recibido en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Cuyo y realizó un Master en economía agraria en la Universidad de California, Davis, Estados Unidos.

Completa su formación académica un postgrado en economía agraria realizado también en la Universidad de California.

Entre numerosos premios y distinciones recibidas, se destaca una beca de capacitación otorgada por el Instituto Nacional de Ciencia y Técnica Hídricas de Mendoza, que desarrolló entre julio de 1978 y diciembre 1979. 

Fuente. Area del Vino

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