Un reciente estudio británico probó diferentes opciones para inducir en los más pequeños de la casa al consumo de verduras. La táctica más efectiva.
Si sus hijos en edad preescolar le dan la espalda a las zanahorias o al apio, una pequeña recompensa por al menos probarlos los ayudaría a comer alimentos antes despreciados, indica un estudio británico.
Aunque pueda parecer obvio que una recompensa podría tentar a los más
chicos a comer sus vegetales, la idea es realmente controvertida,
escribieron los investigadores en American Journal of Clinical Nutrition.
Esto es porque algunos estudios demostraron que las recompensas pueden
fracasar y hacer que los niños pierdan el interés por los alimentos que
ya les gustan, dijo Jane Wardle, experta del University College de
Londres que trabajó en el estudio.
Frases como “¡Brillante! Eres un gran probador de vegetales” tampoco funcionarían. “Recomendaríamos
que los padres evalúen el uso de pequeñas recompensas no alimenticias y
darle diariamente trocitos de alimentos para probar, incluso tan chiquitos como la uña de un dedo meñique”, dijo Wardle.
El estudio halló que cuando los padres dan a sus hijos de 4 o
5 años una figurita adhesiva cada vez que dan una “probadita” a uno de
esos vegetales que suelen rechazar, gradualmente la actitud de los niños
cambia.
Tras un par de semanas, los chicos recompensados de esa forma
calificaban mejor a esos vegetales. Los niños se mostraban también más
interesados en comer más vegetales -como zanahoria, apio, pepino,
morrón, repollo o arveja- en pruebas de sabor de laboratorio, indicó el
estudio.
Los investigadores asignaron al azar a 173 familias a uno de tres
grupos. En uno, los padres usaron los adhesivos para recompensar a sus
hijos cada vez que comían un pequeño trozo del vegetal que no les
gustaba.
Un segundo grupo de padres empleó frases de incentivo.
El tercero, en
el que los papás no usaron técnicas especiales de promoción de los
vegetales, sirvió como corte de control. Los padres del grupo que
recibía las recompensas ofrecieron a sus hijos probar un vegetal
específico por día durante 12 días.
Poco después, los niños del grupo que recibió las figuritas
adhesivas daban mejores calificaciones a los vegetales y se mostraban
más interesados en comer más en el laboratorio, pasando de 5 gramos al comienzo del estudio, a unos 10 gramos luego de la experiencia de 12 días.
El cambio pareció ser duradero, ya que los chicos en el grupo de
recompensa aún deseaban comer más de esos vegetales antes rechazados
tres meses después del estudio. ¿Por qué las frases de incentivo no
funcionaron? Wardle señaló que las palabras de los padres le habrían
parecido “poco sinceras” a sus hijos.
Fuente: Reuters
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