lunes, 19 de octubre de 2009

La ceremonia del té


El lejano oriente en general y china, en particular, han legado al mundo muchas de sus invenciones más duraderas. Fue allí donde habrían de desarrollarse dos elementos que unirían sus destinos: la porcelana y el té.

Como el ying y el yang, esta dupla ha sabido complementarse para trascender en un rito que, aunque resulta apto para todo el año, pareciera ideal para las melancólicas tardes de otoño.

El té es una infusión que se obtiene al poner hojas de camellia sinensis en agua caliente. Perfumadas y reconfortantes, las hojas de este arbusto, originario de China, fueron apreciadas por los portugueses, los primeros comerciantes en explorar una ruta comercial que unió Macao con el Viejo Continente. Si bien fue adoptada por varios países, los ingleses fueron quienes perdieron la cabeza por la infusión que alcanzó sus costas por primera vez durante el Protectorado de Cronmwell, a mediados del siglo XVII.

"El té es una bebida con muchísima historia –cuenta María Florencia Repetto, especialista e importadora, a cargo de la marca Camellia–. En nuestro país ha florecido una movida que revaloriza sus distintas variedades y, aunque no goce de la popularidad del café, es un consumo que lentamente va afianzando su público.

Claro que aquí no tenemos el volumen de clientes que justifique la instalación de los verdaderos laboratorios que son necesarios para preparar blends (como sí sucede en Alemania, una verdadera meca del negocio)". A diferencia del vino, los blends de té no son mezclas de distintas variedades, sino ciertas clases que son tratados con aceites esenciales para brindarles determinados aromas y sabores.

Además de las tazas de porcelana y las teteras de plata, los distintos acompañamientos son protagonistas del ritual social que aún en sus versiones mas estilizadas, como es el caso de la Cha no yu, la ceremonia del té japonés, tienen un sitial de honor. Nos referimos a los sándwiches, scons y demás pattisserie. "En la usanza británica (que, mas allá del mito, jamás fue las five o’clock sino una hora antes) los finger sandwichs son los que abren el juego", dice Rubén Weisgerber, gerente de Alimentos y Bebidas del Claridge Hotel. A esto le siguen tarteletas, scons y una serie de exquisiteces que hacen que tomar el te al estilo de lo lores requiera de un par de horas, hasta el arribo de la copa de champagne que marca el fin del ágape.

En la calidez de la boisserie tan cara a los sajones, en la introspección de un salón japonés o en la mejor confitería de barrio, la tradición del té es una excusa para pasar una tarde entre amigos.

Fuente: Brando

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