Suena
extraño, pero la obesidad se convirtió en un problema mucho más grave
que la desnutrición. Las consecuencias del sobrepeso ya son cuestión de
Estado. Eso es lo que dirá hoy un informe de las Naciones Unidas. En el
mundo hay 1.300 millones de personas con exceso de peso, que se traducen
en múltiples enfermedades, y que derivan en 3 millones de muertes
anuales.
Si
las políticas alimentarias de los gobiernos ponían el acento en la
desnutrición, es hora de empezar a hacer algo por la malnutrición. Es el
mensaje de la ONU, que dispara contra la industria alimentaria y la
inacción de los gobiernos. “El sistema es una receta para vidas poco
sanas”, dice el informe, que habla de alimentos saturados de grasas, sal
y azúcar. “Los Estados están desatendiendo la responsabilidad que
tienen de garantizar el derecho a una alimentación adecuada en el marco
de las leyes internacionales de derechos humanos”, agrega. El trabajo
también critica las subvenciones al maíz y la soja, que son la base de
esos alimentos poco saludables, y pide límites al mercado publicitario,
que hace lo imposible por tentar a la gente –sobre todo a los chicos– a
consumir esos malos productos.
Olivier
de Schutter, relator de la ONU sobre alimentación, asegura que el 65
por ciento de la población vive en países donde la obesidad “mata a más
personas que la falta de peso”.
No
sólo los países del primer mundo tienen obesos, la malnutrición crece
en todos lados, sobre todo en el tercer mundo. La ONU directamente pide
que haya legislaciones para ciertas publicidades que afectan la salud,
como las de las leches de sustitución de leche materna, o de jugos y
gaseosas para chicos. Y va más allá: sugiere gravar su consumo y usar
los recursos para concientizar el consumo de frutas y verduras.
La
obesidad y el sobrepeso no sólo son motivo de discriminación. A la
larga conllevan a lo que se conoce como enfermedades no transmisibles:
diabetes, problemas cardiovasculares de todo tipo, hipertensión,
complicaciones del sistema óseo y desórdenes metabólicos.
“Ya
sabíamos que la malnutrición superaba a la desnutrición. Pero que lo
diga la ONU con tanta claridad es un dato político. Supone poner el tema
en agenda y le da carácter de obligación a los gobiernos”, dice Sergio
Britos, nutricionista de la Universidad de Buenos Aires y uno de los
mentores del programa “Nutrición 10, Hambre 0”, en la que participan
1.500 organizaciones no gubernamentales del país, y que justamente
apunta a pensar no sólo en el hambre sino fundamentalmente en una mejor
nutrición para todos.
“Las estadísticas son conocidas y dicen que en el mundo el 18% de la población está desnutrida, y el 30% tiene sobrepeso u obesidad. Pero que la ONU empiece a meterse en el tema es muy importante”, opina Mónica Katz, especialista en nutrición y autora del libro No dieta. “Hacemos hincapié en la responsabilidad individual, y es una mirada ingenua pensar que el hombre puede solo. Comer es un placer inmediato, mientras que comer bien es un beneficio a largo plazo. No se puede contra el mercado, el marketing y las empresas. La agroindustria, las universidades y los gobiernos deben unirse para regular los mercados. Se podrían poner impuestos a ciertos alimentos y subvencionar a otros, como las leches, las frutas y las verduras”, agrega Katz.
“Nos
fuimos al otro extremo”, opina Edgardo Ridner, presidente la de la
Sociedad Argentina de Nutrición. Si el hambre es de los pobres, la
obesidad también. Y va de la mano del pan y los fideos. “Esto quiere
decir que no sólo se debe aumentar la producción de alimentos sino que
hay que mejorar su distribución”, dice Ridner, que elogia la labor del
Ministerio de Salud pero pide que se incorpore la materia “hábitos
saludables” a la curricula escolar.
“El
sobrepeso y la obesidad son uno de los problemas del momento. Lo más
preocupante es que la tendencia es creciente, como en todo el mundo”,
plantea Sebastián Laspiur, director de Promoción de Salud y Control de
Enfermedades No Transmisibles del Ministerio de Salud. Habla de las
múltiples causas de la epidemia: los cambios en la forma de vida, las
nuevas tecnologías, el sedentarismo, el aumento de consumo de comidas
rápidas y la baja en el consumo de frutas y verduras. Da cuenta de los
programas existentes y las guías que están próximas a salir: de kioscos
saludables, de ambientes de trabajo saludables, de promoción y
prescripción de la actividad física.
“Son
recomendaciones pero pretendemos que se transformen en normas”, dice.
Laspiur es partidario de regular ciertas cuestiones, como la publicidad
de los alimentos no saludables. “Pero está claro que el tema excede la
cartera sanitaria”, advierte.
Fuente: clarin.com
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