En la actualidad somos testigos de que la relación Vino-Salud se menciona con cierta asiduidad en los medios de comunicación social, prensa, radio, etc., acercando así este tema tan atractivo al gran público. Igualmente es cierto, que cada vez es mayor el interés por conocer de manera más profunda y científica la razón de esta singular relación y así poderla librar de muchas especulaciones poco fundadas y tantas veces poco serias, que no pueden crear mas que confusión.
Ante los argumentos científicos, de los que hoy se dispone, poco a poco se puede hablar del vino, sin querer escamotear que es una bebida alcohólica, con un interés nuevo y positivo y no sólo como suele hacerse con referencias exclusivas al gran problema del alcoholismo.
Así pues, no sólo es injusto considerar al vino como un enemigo a eliminar, marginando sus acciones beneficiosas si su consumo se lleva a cabo de manera racional y singularizado a cada persona, como absolutamente es rechazable hablar de vino-medicamento.
El vino como alimento
El vino, ciertamente es un alimento, aunque quizás haya cierta confusión al respecto y no se acepte muy ampliamente. Sin embargo, desde un punto de vista de legislación alimentaria, el vino encaja perfectamente en la definición que se da por un alimento:
Es un producto de origen vegetal, transformado, que por sus características, composición, preparación, y estado de conservación, es eminentemente fruitivo y además si se consume de manera habitual e idónea sirve para la normal nutrición humana.
Dado que el vino es un alimento, lo primero que conviene comentar es como participa en el cumplimiento de las necesidades nutritivas del organismo. El vino no es un alimento básico y nadie pretenderá defender su consumo bajo este pretexto, pero, indudablemente, participa en el cumplimiento de ciertas necesidades nutritivas del organismo, como las energéticas y las protectoras. En efecto su papel es evidente por:
- Su contribución a la cuota energética de nuestras necesidades calóricas.
- Su carácter nutricional protector de una serie de componentes minoratorios.
Componentes del vino de carácter protector
Se han de distinguir dos tipos de sustancia. Unas ya estaban en las uvas de origen y las otras son resultantes del proceso fermentativo.
De las primeras, la referencia principal y obligada es la de su carácter fenólico, entre las cuales en la uva y en el vino interesan los flavonoides de tipo flavonol y flavano, entre otros.
De las segundas, resultantes a lo largo de la fermentación del mosto, cabe recordar el glicerol, el propio alcohol etílico y ciertos derivados de determinados aminoácidos como el tirosol y el hidroxitirosol, cuyo origen es la tirosina y que deben incluirse en el grupo de los fenólicos por su misma característica química.
Substancias de carácter fenólico
Las que han recibido más atención y han sido objeto de estudios más profundos, son los flavonoides. Estas substancias están repartidas ampliamente en los vegetales. Con nuestros alimentos los ingerimos normalmente y desde hace muchos años, se le han reconocido de una manera más o menos empírica, una serie de acciones beneficiosas para la salud. Muchos son los flavonoides a los que se le han reconocido propiedades farmacológicas interesantes.
En primer lugar nos referimos a los proantocianidoles, taninos condensados de la uva y vino, bien conocidos por el enólogo, por las incidencias tecnológicas que plantean en la elaboración y añejamiento y, por otro lado, por las primeras noticias sobre el posible papel beneficioso sobre la salud, que supone el consumo de vino.
Si bien se admite que el consumo de vino tinto ejerce un papel muy interesante para la salud, dada su mayor riqueza en taninos condensados, sin embargo, en la uva y el vino, tanto tinto como blanco, existen muchos otros componentes relacionados, dotados de una acción similar.
La acción anti-oxígeno (antioxidante) de los compuestos fenólicos destacados en la uva y el vino son beneficiosos para la salud, sin lugar a dudas, ya que aportan protección contra la agresión oxidante de nuestro organismo, ya que esta agresión supone una cascada de reacciones, que en condiciones aerobias, conduce a la degradación oxidativa no controlada de moléculas biológicas, trascendentales para la vida.
Seguramente se podría tratar muchísimos más aspectos pero sería interesante, que los países productores vinícolas tuvieran noticia de la potencialidad antioxidante de sus vinos no sólo referida a los proantocianidoles, sino también a los otros más simples que contiene el vino, tanto tinto como blanco.
Se debe insistir en el hecho, de que interesa más que una cantidad importante de un solo antioxidante, la presencia oportuna y plural de varios antioxidantes. Esto es lo que consigue el consumo mantenido de vino, ya que ofrece una globalidad heterogénea de muy diferentes compuestos fenólicos que pueden actuar como anti-oxígeno, anti-radicales, secuestrantes de metales y como sinérgicos.
De esta manera el vino puede colaborar en la protección real frente a las enfermedades degenerativas de etiología plural. En definitiva, es llegar a tiempo, antes del contratiempo: tema central de todo plan de Medicina Preventiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario