Por su alto contenido en agua ayuda a bajar la temperatura corporal en casos de fiebre y exposiciones solares intensas, es diurético y refrescante.
El tomate contiene vitaminas A, B1, B2, B3, B6, C, K y E, así como numerosas sales minerales, por lo que se considera reminelarizante, repone las vitaminas y la energía y ayuda al equilibrio celular. Por todo ello, los expertos sostienen que ayuda a prevenir la formación de algunos tumores que podrían ser cancerosos, como en el caso de cáncer de colon o de próstata.
Si se consume crudo aporta grandes cantidades de vitamina C, que ayuda a combatir anemias, resfriados o tuberculosis, así como diversas infecciones.
Aplicado en rodajas sobre la piel alivia picaduras de insectos, forúnculos o quemaduras.
El zumo de tomate es relajante y antioxidante, por lo que si se aplica a modo de mascarilla sobre la cara consigue suavizar los síntomas de fatiga del rostro gracias al licopeno, una sustancia antienvejecimiento únicamente presente en el tomate.
Y si se hacen gárgaras con tomate y agua tibia es un buen remedio contra los dolores de garganta.
Con todo ello, alguna pega tendría que tener. Algunas personas lo consideran “dañino” para el estómago, y esto se debe a que contiene ácidos, como el oxálico, que pueden provocar molestias en el estómago aunque la solución es sencilla y es consumir el tomate maduro para así poder disfrutar de todas sus propiedades sin perjuicio alguno para nuestro organismo.
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