martes, 3 de mayo de 2011

El mundo plagado de sensaciones que se teje alrededor de "juntarse a tomar un vinito"

Es de público conocimiento que el vino, bebida mágica si las hay, y que hoy nos convoca, abre las puertas -además de los corazones- a los más insospechados caminos de la vida: arte, música, deportes y varios etcétera, lo tienen como protagonista sin olvidarnos, claro está, de la mesa cotidiana.

Esta costumbre nuestra de juntarnos a "tomar un vinito" generalmente viene acompañada de alguna picadita cuando no de una larga lista de exquisiteces, que no por esta condición, debieran no estar al alcance de nuestra mano y nuestro bolsillo.

Un buen aceite de oliva, unas papas, algún queso, cebollas, ajo, tomillo puede enaltecer el paladar. Y aquí entra en juego la imaginación y las ganas de convertir un bocado en algo inolvidable, partiendo siempre de una excelente materia prima.

Y como gustos hay muchos y diversos, me atrevería a sugerir que a la hora de elegir los vinos que vamos a consumir y/o guardar que nos van a acompañar en distintas ocasiones eno-gastronómicas y para desmitificar un poco lo absoluto, lo que debiera ser, quizás lo más cercano sería tener muy presente el sentido común.

Una de las finalidades de la profesión del sommelier, es la de formar buenos consumidores, respetando la diversidad de gustos, preferencias y estilos que habitan en cada ser humano. Y el vino está colmado de vivencias, sensaciones y, cómo la vida, "late".

Volviendo al sentido común: ¿Cuál es el que más le gusta? ¿Con cuál se siente más cómodo?

• Varietales

• Blends

• Jóvenes, frescos, vivaces para consumir dentro del año.

• Vinos que no hayan tenido crianza en barricas de roble, o de tenerlo en lapsos breves.

• Vinos acunados en barricas de roble de origen francés y americano, con larga permanencia en ellas.

• Vinos secos

• Vinos con un dejo dulzón

• Vinos definitivamente dulces

• Blancos, tintos, rosados, espumantes...

En fin, la lista podría extenderse pero lo importante es que cada uno tenga la ocasión, si no la tuvo antes, de probar vinos salteños, mendocinos, sanjuaninos, patagónicos y todo o casi todo lo que se está produciendo con esmero en nuestro país, en distintas latitudes y con una excelente relación calidad-precio.

Si usted es un avezado conocedor o coleccionista siempre ávido de etiquetas nuevas, también existe una interesante oferta en el sector Premium o de alta gama.

Particularmente siempre vuelvo a algún viejo amor y recomiendo el ejercicio de no abandonar a los clásicos que tan buenos momentos nos han hecho pasar.

Considero interesante realizar una selección de cepas y etiquetas para las distintas situaciones de consumo.

Otro tema vinculante es el del Maridaje. Del francés Mariage, matrimonio, término que a muchos les suena muy mal (me pregunto si será porque, como en la vida, no siempre sale bien).

Los franceses suelen usar la palabra accords (acuerdos). Maridar o acordar es tratar de que los integrantes de este "matrimonio" de plato y vino salgan beneficiados por igual, que se exalten mutuamente, que ninguno sobresalga, que no se tapen, que no compitan.

Busque su preferencia, lo que crea que su paladar disfruta en armonía, siempre buscando que el peso, el volumen, la densidad del alimento que usted saboree, tenga la misma intensidad que el vino que lo acompaña y que la acidez de ambos sea pareja.

Y no olvidarse de aquellos vinos que sentimos meritan no ser acompañados con nada, que colman por sí solos el espacio, de la charla compartida o del silencio, pero siempre fieles, ahí están.

Esta maravilla de los aromas y los sabores pueden ser un ejercicio cotidiano nada imposible, aunque a simple vista pareciera un tanto complicado.

Todos tenemos recuerdos de sensaciones que habitan nuestra memoria y que están allí esperando que los recreemos, a veces desde la niñez.

La magie du vin est telle, que, alors qu'au moment, à l'instant précis où l'on ne s'attend à rien, un accord surprenant apparait soudainement.

Fuente: iprofesional.com


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