(Montecarlo, 1923 - 2005) Príncipe de Mónaco que reinó durante 55 años (1950 - 2005) y convirtió el minúsculo principado en un Estado independiente y en un paraíso fiscal.
Rainiero Louis Henri Grimaldi nació en Montecarlo (Mónaco) el 31 de mayo de 1923, hijo de Pierre Melchior, conde de Polignac, y de la princesa Carlota Luisa Grimaldi de Mónaco, duquesa de Valentinois. Príncipe soberano de Mónaco, entre otros títulos nobiliarios ostentaba, además, los de duque de Valentinois, marqués de Baux y conde de Carlades.
Rainiero jamás hubiera llegado al trono si su abuelo Luis II no hubiese reconocido a Carlota, la hija ilegítima que tuvo en 1898, fruto de una efímera aventura amorosa con Juliette Louvet. En 1919 el príncipe reinante, Alberto I, aceptó plenamente a Carlota, quien se convirtió en princesa heredera de Mónaco, que en 1861 había accedido a la categoría de Estado bajo la tutela de Francia.
Carlota contrajo matrimonio con Pierre de Polignac, un aristócrata con el que tuvo dos hijos: Antoinette (1920) y Rainiero. Había cumplido su principal misión: engendrar un heredero al trono de un enclave codiciado por Francia. El 11 de abril de 1950 Rainiero fue coronado como trigésimo príncipe de Mónaco, porque, el 10 de junio de 1944, su madre había renunciado a sus derechos dinásticos. Sucedió a Luis II, fallecido el 9 de mayo de 1949, tras haberse casado, ya anciano, con la actriz Ghislaine Donaget, con quien no tuvo descendencia.
El nuevo monarca tenía ya las ideas muy claras: transformar el principado en un Estado soberano y, a la vez, atractivo para los millonarios. Había pasado una infancia y una primera juventud desagradables. Aún niño, sus padres se divorciaron, y fue recluido en dos estrictos internados ingleses, Summer Fields y Stowe. El panorama cambió cuando se matriculó en la exclusiva escuela Le Rosey, en Lausana (Suiza), donde se graduó en 1939.
La II Guerra Mundial interrumpió sus estudios de historia en la Universidad de Montpellier. A pesar de que Mónaco era oficialmente neutral, el abuelo de Rainiero permitió la presencia de los nazis. Su nieto, radicalmente opuesto a la política expansionista de Hitler, se alistó en la Armada Libre Francesa cuando en 1944 los aliados desembarcaron en Normandía. Alcanzó el grado de teniente y fue condecorado con dos medallas al valor.
A su regreso se encontró con un principado depauperado: el casino, abierto en 1863, el Sporting Club de la Société des Bains de Mer (SBM), que databa de 1856, y el lujoso hotel París, entre otros, estaban prácticamente desiertos. Mientras los comunistas querían convertir Mónaco en una República, otros apostaban por la anexión a Francia, y unos pocos se decantaron con éxito por el joven Rainiero.
La primera piedra la puso su amigo Aristóteles Onassis. El armador griego aportó un millón de dólares en calidad de socio para consolidar la SBM, pero pronto, cuando el príncipe decidió abrir las fronteras a los millonarios del mundo, la participación de Onassis se redujo de forma drástica, por la mayoría de títulos a favor de los Grimaldi. Aun así, la relación entre ambos fue estrecha.
Aunque Rainiero era cortejado por varias mujeres, finalmente se enamoró de la bella actriz Giselle Pascal, quien abandonó su carrera y rompió el romance que mantenía con Yves Montand para instalarse en la villa de Rainiero en Cap Ferrat. La relación, con la oposición de la opinión pública, duró seis años. Finalmente, en 1954, Giselle desapareció de la vida del príncipe.
Grace Kelly: el glamour
En mayo de 1955, el joven príncipe reinante, aficionado a los deportes, la pesca submarina y el cine, conoció en el Festival Internacional de Cine de Cannes a Grace Kelly, una actriz elegante, la favorita de Alfred Hitchcock, uno de los pocos hombres a los que Rainiero admiraba, junto al general Charles de Gaulle y el papa Pablo VI. Los acontecimientos se precipitaron: el 6 de enero de 1956 se anunció el compromiso matrimonial y el 19 de abril de ese mismo año se celebró la boda en la catedral monegasca de San Nicolás.
Sin embargo, el enlace fue boicoteado por las monarquías de la época, para las cuales Grace era una intrusa. En cambio, entre los 600 invitados figuraba toda la crême de Hollywood, con Hitchcock al frente como padrino de la novia, que se convirtió en una esposa con glamour que atrajo dinero al principado. Rainiero ganó terreno al mar y levantó rascacielos y edificios de 30 plantas, convirtiendo Mónaco en uno de los enclaves más caros del mundo y en un paraíso fiscal en el que se refugiarían incluso los deportistas de elite. A la hora de su muerte, el principado contaba con 32.000 habitantes censados y 340.000 cuentas corrientes, mientras que la fortuna personal de Rainiero se cifró en unos 2.000 millones de euros.
Pero el éxito no fue parejo en el ámbito personal y familiar. Grace se adaptó como pudo a la vida palaciega, con la hostilidad de la familia de Rainiero, sobre todo de su cuñada Antoinette, quien renunció a la vicepresidencia de la Cruz Roja cuando Grace fue nombrada presidenta. Grace y Rainiero eran empero felices. La ex actriz pronto se puso a la altura de una primera dama: aprendió francés y se esmeró en impregnarse de la historia monegasca y del protocolo de las familias reales europeas.
El 23 de enero de 1957 nació Carolina, alegría que se duplicó cuando, el 14 de marzo de 1958, nació Alberto, quien aseguraba la continuidad dinástica. A partir de aquel momento empezó la época dorada del principado: el Ballet de Montecarlo, el Festival Internacional del Circo, el Baile de la Rosa o la Gala de la Cruz Roja, el Gran Premio de Fórmula I…
Raniero fue absolutista. En 1962 se proclamó sin embargo una nueva Constitución que restaba poder al príncipe, otorgaba el derecho de voto a las mujeres y establecía libertades sindicales y de asociación, con lo que Mónaco se convirtió en una monarquía “moderna”, con un estilo de vida que rompería moldes, sobre todo con la vida de la princesa Estefanía, que nació el 1 de febrero de 1965.
Los sinsabores no se hicieron esperar. El 29 de junio de 1978 Carolina, con apenas veintiún años, se casó con el “cazafortunas” Philippe Junot, de treinta y siete, de quien se divorció dos años después, sin hijos. Mientras, la adolescente Estefanía mostraba un temperamento rebelde, aunque su madre la protegía. Entonces ocurrió la gran desgracia: el 14 de septiembre de 1982, Grace murió en un accidente de coche cuando regresaba a Mónaco con Estefanía. Esta tragedia marcaría la futura vida de los Grimaldi.
Rainiero jamás se repuso de aquel duro golpe del destino. La muerte de su esposa sirvió al menos para que Carolina sentara la cabeza y ejerciera con dignidad el papel de primera dama. El 29 de diciembre de 1983, con la aquiescencia paterna, contrajo matrimonio con el italiano Stephano Casiraghi, quien le dio su primer hijo, Andrea (1984), al que seguirían Carlota (1986) y Pierre (1987).
Cuando la normalidad parecía restablecida, la desgracia se cebó de nuevo con la familia: en octubre de 1990 Casiraghi falleció en un accidente con su lancha fueraborda. Por si fuera poco, Estefanía empezó a escandalizar a causa de su relación amorosa con un guardaespaldas, Daniel Ducruet, con quien tuvo dos hijos extramatrimoniales: Luis (1992) y Paulina (1994). Aunque en junio de 1995 se casó con Ducruet, se divorció al año siguiente. Estefanía tuvo otra hija, Camila (1998), de otro guardaespaldas, Jean Raymond Gottlieb. Finalmente, en 2003 se casó con Adam Lopes Peres, de quien también se divorció un año después.
Por su parte, Carolina, más pendiente de la salud de su padre que de su propia imagen, se había casado el 23 de enero de 1999 con Ernesto de Hannover. El 20 de julio de aquel mismo año nació su hija Alejandra.
Para entonces la salud de Rainiero, rodeado de nietos y preocupado por la persistente soltería de Alberto, estaba ya muy deteriorada. En 1999 fue operado del corazón por segunda vez, tras la intervención de 1994. A partir de 2000 visitó con frecuencia el quirófano y, entre diciembre de 2003 y febrero de 2004, fue hospitalizado en tres ocasiones. Finalmente, ingresado desde el 7 de marzo de 2005 en el Centro Cardio-Torácico de Mónaco, falleció el 6 de abril víctima de diversas afecciones.
El 15 de abril se celebró el funeral con asistencia de delegaciones de 61 países, en un momento en que el mundo estaba más pendiente de lo que ocurría en Roma a raíz de la muerte del Papa. Fue enterrado junto a su esposa que, en sus propias palabras, fue “la única mujer a la que he querido en mi vida”. Le sucedió en el trono Alberto, de cuarenta y siete años, que tomó el nombre de Alberto II.
Fuente: biografiasyvidas.com
Rainiero Louis Henri Grimaldi nació en Montecarlo (Mónaco) el 31 de mayo de 1923, hijo de Pierre Melchior, conde de Polignac, y de la princesa Carlota Luisa Grimaldi de Mónaco, duquesa de Valentinois. Príncipe soberano de Mónaco, entre otros títulos nobiliarios ostentaba, además, los de duque de Valentinois, marqués de Baux y conde de Carlades.
Rainiero jamás hubiera llegado al trono si su abuelo Luis II no hubiese reconocido a Carlota, la hija ilegítima que tuvo en 1898, fruto de una efímera aventura amorosa con Juliette Louvet. En 1919 el príncipe reinante, Alberto I, aceptó plenamente a Carlota, quien se convirtió en princesa heredera de Mónaco, que en 1861 había accedido a la categoría de Estado bajo la tutela de Francia.
Carlota contrajo matrimonio con Pierre de Polignac, un aristócrata con el que tuvo dos hijos: Antoinette (1920) y Rainiero. Había cumplido su principal misión: engendrar un heredero al trono de un enclave codiciado por Francia. El 11 de abril de 1950 Rainiero fue coronado como trigésimo príncipe de Mónaco, porque, el 10 de junio de 1944, su madre había renunciado a sus derechos dinásticos. Sucedió a Luis II, fallecido el 9 de mayo de 1949, tras haberse casado, ya anciano, con la actriz Ghislaine Donaget, con quien no tuvo descendencia.
El nuevo monarca tenía ya las ideas muy claras: transformar el principado en un Estado soberano y, a la vez, atractivo para los millonarios. Había pasado una infancia y una primera juventud desagradables. Aún niño, sus padres se divorciaron, y fue recluido en dos estrictos internados ingleses, Summer Fields y Stowe. El panorama cambió cuando se matriculó en la exclusiva escuela Le Rosey, en Lausana (Suiza), donde se graduó en 1939.
La II Guerra Mundial interrumpió sus estudios de historia en la Universidad de Montpellier. A pesar de que Mónaco era oficialmente neutral, el abuelo de Rainiero permitió la presencia de los nazis. Su nieto, radicalmente opuesto a la política expansionista de Hitler, se alistó en la Armada Libre Francesa cuando en 1944 los aliados desembarcaron en Normandía. Alcanzó el grado de teniente y fue condecorado con dos medallas al valor.
A su regreso se encontró con un principado depauperado: el casino, abierto en 1863, el Sporting Club de la Société des Bains de Mer (SBM), que databa de 1856, y el lujoso hotel París, entre otros, estaban prácticamente desiertos. Mientras los comunistas querían convertir Mónaco en una República, otros apostaban por la anexión a Francia, y unos pocos se decantaron con éxito por el joven Rainiero.
La primera piedra la puso su amigo Aristóteles Onassis. El armador griego aportó un millón de dólares en calidad de socio para consolidar la SBM, pero pronto, cuando el príncipe decidió abrir las fronteras a los millonarios del mundo, la participación de Onassis se redujo de forma drástica, por la mayoría de títulos a favor de los Grimaldi. Aun así, la relación entre ambos fue estrecha.
Aunque Rainiero era cortejado por varias mujeres, finalmente se enamoró de la bella actriz Giselle Pascal, quien abandonó su carrera y rompió el romance que mantenía con Yves Montand para instalarse en la villa de Rainiero en Cap Ferrat. La relación, con la oposición de la opinión pública, duró seis años. Finalmente, en 1954, Giselle desapareció de la vida del príncipe.
Grace Kelly: el glamour
En mayo de 1955, el joven príncipe reinante, aficionado a los deportes, la pesca submarina y el cine, conoció en el Festival Internacional de Cine de Cannes a Grace Kelly, una actriz elegante, la favorita de Alfred Hitchcock, uno de los pocos hombres a los que Rainiero admiraba, junto al general Charles de Gaulle y el papa Pablo VI. Los acontecimientos se precipitaron: el 6 de enero de 1956 se anunció el compromiso matrimonial y el 19 de abril de ese mismo año se celebró la boda en la catedral monegasca de San Nicolás.
Sin embargo, el enlace fue boicoteado por las monarquías de la época, para las cuales Grace era una intrusa. En cambio, entre los 600 invitados figuraba toda la crême de Hollywood, con Hitchcock al frente como padrino de la novia, que se convirtió en una esposa con glamour que atrajo dinero al principado. Rainiero ganó terreno al mar y levantó rascacielos y edificios de 30 plantas, convirtiendo Mónaco en uno de los enclaves más caros del mundo y en un paraíso fiscal en el que se refugiarían incluso los deportistas de elite. A la hora de su muerte, el principado contaba con 32.000 habitantes censados y 340.000 cuentas corrientes, mientras que la fortuna personal de Rainiero se cifró en unos 2.000 millones de euros.
Pero el éxito no fue parejo en el ámbito personal y familiar. Grace se adaptó como pudo a la vida palaciega, con la hostilidad de la familia de Rainiero, sobre todo de su cuñada Antoinette, quien renunció a la vicepresidencia de la Cruz Roja cuando Grace fue nombrada presidenta. Grace y Rainiero eran empero felices. La ex actriz pronto se puso a la altura de una primera dama: aprendió francés y se esmeró en impregnarse de la historia monegasca y del protocolo de las familias reales europeas.
El 23 de enero de 1957 nació Carolina, alegría que se duplicó cuando, el 14 de marzo de 1958, nació Alberto, quien aseguraba la continuidad dinástica. A partir de aquel momento empezó la época dorada del principado: el Ballet de Montecarlo, el Festival Internacional del Circo, el Baile de la Rosa o la Gala de la Cruz Roja, el Gran Premio de Fórmula I…
Raniero fue absolutista. En 1962 se proclamó sin embargo una nueva Constitución que restaba poder al príncipe, otorgaba el derecho de voto a las mujeres y establecía libertades sindicales y de asociación, con lo que Mónaco se convirtió en una monarquía “moderna”, con un estilo de vida que rompería moldes, sobre todo con la vida de la princesa Estefanía, que nació el 1 de febrero de 1965.
Los sinsabores no se hicieron esperar. El 29 de junio de 1978 Carolina, con apenas veintiún años, se casó con el “cazafortunas” Philippe Junot, de treinta y siete, de quien se divorció dos años después, sin hijos. Mientras, la adolescente Estefanía mostraba un temperamento rebelde, aunque su madre la protegía. Entonces ocurrió la gran desgracia: el 14 de septiembre de 1982, Grace murió en un accidente de coche cuando regresaba a Mónaco con Estefanía. Esta tragedia marcaría la futura vida de los Grimaldi.
Rainiero jamás se repuso de aquel duro golpe del destino. La muerte de su esposa sirvió al menos para que Carolina sentara la cabeza y ejerciera con dignidad el papel de primera dama. El 29 de diciembre de 1983, con la aquiescencia paterna, contrajo matrimonio con el italiano Stephano Casiraghi, quien le dio su primer hijo, Andrea (1984), al que seguirían Carlota (1986) y Pierre (1987).
Cuando la normalidad parecía restablecida, la desgracia se cebó de nuevo con la familia: en octubre de 1990 Casiraghi falleció en un accidente con su lancha fueraborda. Por si fuera poco, Estefanía empezó a escandalizar a causa de su relación amorosa con un guardaespaldas, Daniel Ducruet, con quien tuvo dos hijos extramatrimoniales: Luis (1992) y Paulina (1994). Aunque en junio de 1995 se casó con Ducruet, se divorció al año siguiente. Estefanía tuvo otra hija, Camila (1998), de otro guardaespaldas, Jean Raymond Gottlieb. Finalmente, en 2003 se casó con Adam Lopes Peres, de quien también se divorció un año después.
Por su parte, Carolina, más pendiente de la salud de su padre que de su propia imagen, se había casado el 23 de enero de 1999 con Ernesto de Hannover. El 20 de julio de aquel mismo año nació su hija Alejandra.
Para entonces la salud de Rainiero, rodeado de nietos y preocupado por la persistente soltería de Alberto, estaba ya muy deteriorada. En 1999 fue operado del corazón por segunda vez, tras la intervención de 1994. A partir de 2000 visitó con frecuencia el quirófano y, entre diciembre de 2003 y febrero de 2004, fue hospitalizado en tres ocasiones. Finalmente, ingresado desde el 7 de marzo de 2005 en el Centro Cardio-Torácico de Mónaco, falleció el 6 de abril víctima de diversas afecciones.
El 15 de abril se celebró el funeral con asistencia de delegaciones de 61 países, en un momento en que el mundo estaba más pendiente de lo que ocurría en Roma a raíz de la muerte del Papa. Fue enterrado junto a su esposa que, en sus propias palabras, fue “la única mujer a la que he querido en mi vida”. Le sucedió en el trono Alberto, de cuarenta y siete años, que tomó el nombre de Alberto II.
Fuente: biografiasyvidas.com
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