lunes, 9 de mayo de 2011

Dilema griego, problema español

Hace justo un año España estaba en el segundo peor momento de su historia económica desde que el euro circula por los cajeros. El peor está por llegar. El 9 de mayo de 2010, Elena Salgado estaba recibiendo una bronca ventera de sus colegas europeos, sobre todo holandeses, alemanes y finlandeses. Para ellos, su jefe, el presidente Zapatero, les tomaba por memos, les pedía salir en su defensa para que los mercados no mandaran a España al desolladero y después no anunciaba las reformas que les prometía.

Ese día el Gobierno español fue humillado, forzado a acometer la reestructuración que tanto había rechazado, sometido a vigilancia por sus compañeros de pupitre, apartado de los centros de decisión y colocado delante de todo el mundo económico como alguien de quien nadie se puede fiar. Y todo porque la prima de riesgo respecto al bono alemán estaba en unos preocupantes 97 puntos básicos.

Hoy ese parámetro está en 220 puntos y el origen del problema, Grecia, sigue igual o peor: no puede devolver el dinero que le han prestado. Quedan tres alternativas:

1. Darles más dinero. Pero no gratis, claro. El electorado alemán y el sentido común exigen que, a cambio, los griegos se sometan a otro plan de ajuste. La situacion es que con el que tienen en marcha, su economía está hundida y no genera suficientes ingresos como para devolver sus préstamos. A mayor ajuste, habrá mayor caída de la actividad productiva y, dentro de un año y medio, cuando se les haya acabado el dinero europeo otra vez, estarán en la misma situación de morosidad. Lo único bueno es que los países débiles, como España, tendrían más tiempo para consolidar sus cuentas.

2. Reestructurar su deuda ampliando el plazo de devolución y, dejémonos ya de eufemismos, aplicando una quita. Ese escenario ofrece algún problema. Por ejemplo: los principales acreedores son los bancos alemanes y franceses, de los cuales desconocemos su estado real porque sus gobiernos, tan aseados ellos para pedir a los demás, les eximen de la molesta tarea de pasar los test de estrés. Si los griegos no les pagan, sus Estados tendrán que destinar recursos a capitalizarlos. Eso ralentizará su crecimiento y se marchitará el único brote verde de la economía patria: la exportación

3 Que se vayan del euro. Sería lo suyo, volverían al dracma, lo devaluarían, recuperarían competitividad y podrían reactivar su economía. Aunque mucho tendrían que hacerlo para generar divisas con una moneda devaluada. Ni así podrían devolver sus deudas. No obstante, si cayeran de nuevo en la tentación de falsear sus cuentas, serían los únicos paganos. Lo malo: que España iría detrás. Pocos o nadie se atreverían a poner el dinero en manos del Tesoro de un país con fama de ir cambiando la bolita de vaso según le convenga.

Nuestra esperanza se basa en que el mercado haya apreciado en el último año que nuestras reformas han ido en serio y que el Gobierno no va cambiando la bolita de vaso en función de lo que le convenga en cada momento. Porque, aunque el contagio se frene y la economía vaya espabilando, no va a haber brote lo suficientemente verde como para pagar los intereses de la deuda que vamos acumulando.

Fuente: elmundo.es

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