jueves, 8 de julio de 2010

El aumento de la productividad

En un contexto en el que se prevé un aumento significativo de la demanda de productos de base agropecuaria, tanto por incrementos de la población (1000 millones de habitantes más en 2020) como por cambios en la dieta (incorporación de más carnes y menos cereales) o nuevos usos (biocombustibles), el maíz jugará un papel de creciente importancia.

Sólo para satisfacer el consumo de carnes de 2030 se necesita incorporar el equivalente, a rendimientos actuales, de 85 millones de hectáreas de maíz y 50 millones de soja.

Por otro lado, la posibilidad de incorporar nuevas superficies a la agricultura es acotada, y en muchos de los países económica o demográficamente dinámicos (China, la India, el sudeste asiático), así como en la Unión Europea (UE), se suma la restricción de la escasez de agua dulce.

Frente a este escenario, con la tecnología actual y con la imperante necesidad de mantener la sustentabilidad ambiental, el camino pasa fundamentalmente por el aumento de la productividad.

Se estima que al menos un 30 o 35 por ciento del crecimiento de la producción se deberá a la aplicación de materiales genéticamente modificados, y ese porcentaje será aún mayor en el caso del maíz.

A los tradicionales trabajos vinculados con el aumento del rendimiento, se suman otras estrategias desarrolladas por las diversas compañías multinacionales del rubro, que buscan reducir pérdidas generando un mejor control de malezas, enfermedades e insectos, o en aspectos funcionales del cultivo como la resistencia a sequía o la producción en ambientes pobres en nitrógeno o resistencias a bajas y altas temperaturas. Estas cuatro últimas adicionan la posibilidad de ampliar las tierras hoy utilizadas para el maíz.

Los eventos generados deberán incorporarse a materiales de gran adaptación local, generando oportunidades a las empresas locales que hayan avanzado en esta dirección. Se espera que el conjunto de estrategias disminuya los costos de producción y la contaminación al emplear menos agroquímicos, incremente la eficiencia productiva y los rendimientos e incorpore áreas hoy menos productivas o marginales. Además, que facilite la aparición de alimentos con composiciones alimenticias diseñadas para cubrir demandas específicas, y que se emplee al cultivo como birreactor produciendo moléculas específicas para diferentes usos industriales o alimenticios.

Para evitar problemas vinculados con la privatización del conocimiento y la brecha tecnológica entre países y actores es necesario diseñar un modelo institucional serio y eficiente que logre que todos los actores de la cadena obtengan ventajas y beneficios, incluyendo a los consumidores y al ambiente.

La Argentina puede y debe participar del desarrollo de estas tecnologías, y cuenta con científicos y tecnólogos de calidad que deben ser acompañados por diseños de políticas públicas claras y dinámicas dirigidas a generar estrategias de desarrollo modernas y sustentables.

Fuente: especiales.lanacion.com.ar

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