Colin hacía estas declaraciones sobre una colina en la península de Penglai, en ela provincia de Shandong, al este de China, mientras un bulldozer aplanaba la tierra ocre para formar impecables terrazas para el viñedo. Cerca de allí, los campesinos despejaban piedras de una futura viña, albañiles esculpían las laderas con muretes de retención hechos con piedras y creaban zonas de captación de manantiales naturales para casos de sequía.
Hay huertos, arbustos de cacahuetes y viñas que se extienden por los valles circundantes. Una zona de 560 hectáreas donde está prohibido construir rodea la finca vitícola, de 25 hectáreas.
Según la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), China no sólo está sedienta de vino, sino que ahora es el sexto productor de vinos del mundo, superando a Australia.
Conduciendo su destartalado todoterreno por una carretera peligrosamente bacheada, Colin saluda con la cabeza al chamán del pueblo, que descansa en una parcela, y se detiene junto a la parcela donde se levantará la bodega de cuatro plantas, con todo el funcionamiento por gravedad.
"No es un proyecto enorme, pero sí un proyecto sostenible a largo plazo, que implica verdaderamente la creación de un terruño y de un vino de pago, y estamos tomándonos el tiempo necesario", explica Colin.
Por ahora, la ubicación del terruño -esa combinación de suelo, clima y experiencia humana que crea los legendarios vinos de lugares como Burdeos y Borgoña- ideal de China sigue siendo un misterio, y los obstáculos para encontrarlo son enormes.
"Chile es como El Dorado para hacer vino fácilmente", declara Denis Dubourdieu, profesor, investigador y enólogo, en Burdeos."Pero China no lo es. El norte es muy frío, el sur muy cálido, y los monzones durante julio y agosto amenazan con vendimias o inmaduras o podridas".
"Estas son las complicaciones", dice Dubourdieu. "No son insuperables, pero las mejores zonas para la viticultura en China no son evidentes".
Los problemas de control de calidad de control también son importantes.
"Las cinco principales bodegas ocupan el 90% del mercado y se rigen por la cantidad más que por la calidad", afirma Alberto Fernández, director general con sede en Shanghai de Torres China, uno de los tres mayores distribuidores que operan en el país. "La producción autóctona de vinos de calidad representa menos del 1% del total de vino producido".
Por el momento, la mejor esperanza para los vinos de calidad en China proviene de un puñado de fincas de propiedad familiar, dos de los cuales colaboran con Torres China, Grace Vineyards y Silver Heights. Pero la gran mayoría de la producción nacional parece seguir el modelo australiano de la producción industrializada de vinos de marca. Éstos alcanzan el éxito cuando logran una combinación de marketing inteligente, etiquetas fácilmente descifrables y una y calidad constante.
Sin embargo, los vinos chinos de marca son muy irregulares y algunos productores prestan poca atención a las nociones occidentales de etiquetado veraz. De un año a otro, un vino chino con la misma etiqueta es una mezcla variable de vino producido en su región, vino traído de otras regiones de China, vino importado a granel de baja calidad, y de cualquier cosecha disponible.
Nada de esto parece disminuir el entusiasmo de China por el vino. En 2009, aquí se bebieron 1.200 millones de botellas de vino, y de ello sólo el 8,5% fue vino importado en botella, según Torres China. La superficie de viñedo nacional aumentó un 6,1% de 2006 a 2009, y la producción de uva aumentó un 10,7%, según la OIV.
"Sabemos que China está creciendo muy rápido y produciendo mucho vino, aunque la calidad es mediocre", dice el famoso enólogo Michel Rolland. "Pero creo que todos los países del mundo, si nos remontamos el suficiente tiempo atrás, hicieron vinos mediocres en un momento determinado. China está apenas comenzando y los chinos no son tontos. Serán capaces de producir buen vino en un futuro próximo".
Pero no sucederá de la noche a la mañana: Christophe Salin, director gerente del grupo Lafite, afirma que se han pasado 15 años buscando la oportunidad adecuada en China, cinco años estudiando el sitio elegido, y no esperan sacar a la venta ningún vino antes de 2015. Hasta entonces, nadie sabrá si han invertido en el sitio correcto.
A pesar de los riesgos, sin descubrir el potencial de los terruños de China atrae a los occidentales.
"Si encuentro un proyecto muy exclusivo donde alguien está totalmente centrado en la búsqueda de donde podemos ir en términos de calidad en China, me gustaría hacerlo", dice Rolland. "No quiero meterme en un gran proyecto con un gran número de depósitos, donde hay que catar como locos durante dos días para hacer el ensamblaje. Yo lo he hecho toda mi vida y ya no lo quiero. Pero si puedo encontrar ese proyecto exclusivo, a lo mejor me voy a China".
Fuente: elmundovino.com
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