domingo, 18 de julio de 2010

"El negocio de pensar el vino"

Jean-Pierre Thibaud tiene sangre francesa, pero es bien porteño. Al frente de la bodega Ruca Malén, apuesta por un producto amable y bebible, más allá de lo que diga la moda.

Nació en Libertad y Arenales y estudió Ingeniería en Buenos Aires, pero sus padres eran de Francia y en aquel país se casó. Fue funcionario del Banco Mundial y estuvo al frente de empresas como Loma Negra y Acindar, hasta que, en 1973, asumió como director de Chandon Argentina, por pedido de su cuñado, fundador de la empresa en 1960. "En ese entonces no tomaba vino", confiesa Jean-Pierre Thibaud, que desde 1998 produce sus propias botellas desde la bodega Ruca Malén, en Luján de Cuyo.

-¿Cómo era el negocio del vino por entonces?

-Era una empresa que andaba bien. Teniendo en cuenta la inflación de 1989, tuve mucho éxito en la gestión. El espumante tenía gran porvenir en el país, porque el whisky -que era la bebida clásica de la clase alta argentina- perdía posición por un impuesto que le había puesto el gobierno.

Thibaud sabía que al producto local le faltaba calidad y promoción.

"Mejoramos la calidad; comenzamos con marketing y vendimos mucho", asegura el empresario y agrega: "Había que pensar lo que quería el mercado, y Chandon tenía el 85 por ciento de la alta gama. Impusimos el gusto. El consumo local de Chandon pasó de 4 millones de botellas a 18 millones en diez años".

Aunque su bebida de cabecera era la leche, de a poco empezó a conocer los vinos con catas que organizaban los enólogos en la planta. "Cada vez que iba a Mendoza tenía quince copas a ciegas; aprendí con excelentes profesores."

Para Thibaud, la gran diferencia entre los vinos del mundo no está en la calidad, sino en el terruño. "La tecnología y la elaboración se desarrolló tanto que hoy no se encuentran vinos con defectos. Además, todos hablan del malbec porque favorece la exportación, pero también se hacen buenos cabernet sauvignon. Los franceses nos llevan 200 años de experiencia, pero los estamos alcanzando rápidamente."

-¿Y los grandes vinos?

-Son los que cuestan 1000 o 2000 dólares la botella, y esa experiencia aún nos falta.

Cuando Thibaud se retiró de Chandon, a mediados de los noventa, abrió su propia bodega junto con Jacques de Montalembert: Ruca Malén, "la casa de la joven", en mapuche.

-¿Por qué invertir en uvas?

-Porque es el métier más divertido del mundo. Empezamos sin bodega, sin viñedos, sin enólogo. Dijimos: "Vamos a hacer vinos". Y al cabo de seis meses ya tenía la primera cosecha. Buscamos enólogos que compraron buena uva y vinificamos bastante bien. El primero fue un Ruca Malén 1999 y un Kinien. Conectado con todo el mundo, Jean-Pierre se lo llevó a California, al famoso Robert Mondavi, que le dijo: "Este vino es extraordinario; ustedes están locos por venderlo tan barato".

Continúa Thibaud: "Ahí descubrí que los vinos argentinos maduran mucho mejor que en otras latitudes. Eso hace que los taninos sean más agradables y suaves, pero con gran potencia aromática. En Francia no se puede ni soñar con tomar un cabernet sauvignon antes de los cuatro años.

-¿Qué vinos le gusta elaborar?

-Sé perfectamente qué quiero, y así defino el rumbo con los enólogos. Por ejemplo, en un vino blanco, un chardonnay, traté de alejarme de los vinos clásicos madurados tarde y con mucha madera, porque ese vino me resulta empalagoso. Quiero un vino bien liviano, fresco, un poco ácido y muy aromático. En el vino tinto me estoy alejando de los pesados con mucha extracción, que son buenos, pero no son tan fáciles de tomar como aquellos a los que yo apunto: excelentes, muy elegantes, definidos, pero sin esa sobreextracción, que te da la sensación de que estás comiendo y no tomando un vino.

-Hoy muchas bodegas parecen estar buscando lo mismo...

-Sí, porque la gente quiere tomar vino y quiere que le guste. Y esos tan concentrados son muy buenos, pero no tan amables como a los que apunto. Porque, además, hacer el vino es la parte divertida.

-¿En qué momento está presente el vino en su vida diaria?

-Pienso vino, soy vino. A veces, equivocadamente, trabajo tantas horas... Viviría en Mendoza o iría mucho más de lo que voy.

-¿Cómo ve el futuro de Ruca Malén?

-Si me preguntan si me limito a una bodega boutique, no me limito a nada. Quiero mantener y subir la calidad.

Las botellas

Ruca Malén cuenta con tres líneas, y ha desarrollado varietales con numerosas uvas del mundo, como petit verdot.

La serie joven es Yauquén ($ 31) y la reserva, el Ruca Malén (54). El icono de alta gama es ese único Kinien, un blend malbec y cabernet (132), y aún tienen un magnífico Kinien 2004 que elaboró el genial don Raúl de la Mota.

Fuente: lanacion.com

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