Algunas bodegas españolas ya están comercializando los vinos sin alcohol, a la espera de que tengan el mismo éxito creciente de las cervezas sin este componente etílico.
El vino desalcoholizado se produce directamente a partir de vinos de calidad al que se le extrae el alcohol mediante procedimientos no agresivos.
Aparte de la discusión semántica sobre si es o no vino, los hechos parecen dejar claro que este producto es vino al que se le preservan todas sus características y sólo se le retira el alcohol. Es justamente antes del embotellado, cuando el alcohol es cuidadosamente eliminado del vino mediante filtración o condensación de baja temperatura.
Estos vinos mantienen la misma presentación y estética que el vino tradicional, en botellas de vidrio, con corchos naturales y con un aspecto que hace imposible distinguir que se trata de productos distintos. Su sabor, aroma y textura son muy similares a las del vino del que proceden, salvo la ausencia de alcohol. El resultado se traduce en vinos afrutados y de aromas muy agradables, aunque más ligeros de textura y sabor que los vinos con alcohol.
El vino tinto desalcoholizado conserva los mismos polifenoles y flavonoides de los hollejos de la uva que aportan al mismo su poder antioxidante, con la ventaja añadida de evitar los efectos negativos colaterales del exceso de alcohol.
Sin embargo, es físicamente imposible eliminar el cien por cien del alcohol de una bebida fermentada. Y en ese sentido, la normativa legal de una bebida sin alcohol en España requiere que el producto contenga menos del 1 por ciento de alcohol volumétrico, por lo que con el 0,9 por ciento de este parámetro, estos vinos ya pueden estar dentro de la legalidad.
El vino desalcoholizado puede disfrutarse en cualquier momento, sean banquetes, fiestas o comidas familiares y, por supuesto, también durante las paradas de un viaje por carretera para obviar los controles viarios del exceso de alcohol.
Estos vinos tienen aproximadamente un tercio de las calorías que contiene el vino con alcohol y, aunque oscila ligeramente, la tasa habitual se sitúa entre 20 y 28 calorías, en torno a los 5 gramos de carbohidratos, ambas cifras referidas a 100 miligramos, y no tienen grasas ni proteínas. En todo caso, los bodegueros tienen claro que su intención no es competir con el vino con alcohol, sino complementarlo. De cualquier forma, las bodegas que elaboran estos vinos tratan de minimizar el impacto y la sorpresa que pueda tener una persona al probarlos, y advierten de que se trata de bebidas que recuerdan al vino, pero sin llegar a igualar al paladar con un reserva o un crianza tradicional.
Fuente: diariodelaltoaragon.es
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