miércoles, 23 de junio de 2010

Un restaurante donde la carta se arma en función del vino

Cuando uno sale a comer, es natural que primero se piense en qué se tiene ganas de elegir y luego, de acuerdo con esa elección, se busque el vino adecuado para acompañar la comida. Pero en Experiencia Del Fin del Mundo, el restaurante de la bodega patagónica que se encuentra en el barrio de Palermo, la carta se arma en función del vino.

La propuesta, totalmente innovadora, implica que los comensales puedan probar distintos vinos, de acuerdo con cada plato, ya que cada uno de ellos cuenta con su propia recomendación de maridaje. Como sostiene Federico Fernández, Brand Ambassador de Bodega Del Fin del Mundo, "quien viene acá, viene a probar vinos y a disfrutarlos". En diálogo con lanacion.com, Fernández cuenta cómo funciona este sofisticado espacio gastronómico, que además de ofrecer desayunos, almuerzos y cenas, organiza degustaciones, charlas a cargo del periodista especializado Miguel Brascó y cursos de cocina.

¿Cómo es el perfil del público que viene a comer a Experiencia?

Al mediodía es esencialmente corporativo; tenemos cerca muchas agencias de publicidad y productoras de cine. Mientras que a la noche es completamente distinto: hay familias, parejas o mesas con amigos. Y en las catas también se replican estos perfiles. Hay degustaciones orientadas a un público más formal y corporativo y por otro lado hay gente que viene a comer y se anota para volver otra vez y participar de una cata.

¿Los cursos de cata las hacen fuera del horario del almuerzo y la cena?

Tratamos de que sea en un horario a partir de las 6 a 8 de la tarde, que es cuando la gente sale de la oficina. Estamos haciendo una agenda bisemanal, donde por ejemplo los lunes hay un curso de vino o clases de cocina con un chef invitado, que se hace en nuestra barra (cuadrada, N.del R.); la misma es muy cómoda (entran 15 personas con el chef cocinando en el medio) y sirve para hacer presentaciones porque se oye muy bien. Pero también se puede hacer durante el servicio. Por ejemplo, el miércoles tenemos un menú patagónico armado por pasos y también están las charlas de Miguel Brascó.

¿Las degustaciones y las charlas tienen cupos limitados?

Sí, porque alrededor de la barra entra un máximo de 20 personas. Además, con los grupos chicos la gente se relaja más, habla más tiempo. El curso de vinos es cuatro lunes seguidos o cuatro martes y el último día la gente se queda a cenar, la invitamos con una mesa para 15 y se quedan tomando y charlando en un ambiente muy relajado. Nuestro objetivo es que vivan una experiencia distinta.

Estos eventos también los estamos haciendo en el interior del país. La idea es que vaya un cocinero nuestro que arme un menú con vinos de la bodega más la charla de Brascó. Son acciones que tienen muchísimo éxito.

¿Cómo ha sido la respuesta del público hasta ahora?

A la gente que viene a comer le gusta mucho la propuesta. Tenemos un menú con platos elaborados y opciones más básicas a precios accesibles, porque la idea es que vengan tanto los clientes que toman un Ventus a 15 pesos como los clientes que toman un Special Blend a 150 pesos. Por eso también tenemos el menú organizado con recomendaciones de maridaje por plato, para que la gente pruebe distintos vinos. Acá vas a ver que al mediodía toda la gente toma vino, algo que no es común hoy en Buenos Aires, y que en general los almuerzos se hacen largos.

Fuente: Información provista por Piano15

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