Aquí te ofrecen platillos cantoneses, hakka, teochew, hokkien y hainanese -todos de origen chino-, además de curries de la India sureña, tikkas de la India norteña, especialidades malayas, indonesias y tailandesas, así como adaptaciones y mezclas de todas ellas.
Por suerte, cada establecimiento exhibe fotos o dibujos de sus especialidades, porque los carteles que funcionan como menús no están en inglés.
Chwee kueh, por ejemplo, son pasteles de arroz al vapor recubiertos de rábanos fritos en conserva, llamados chai poh. Chai tau kueh es una sabrosa torta de arroz servida con rábanos en rajas y zanahorias, recubierta de salsa de soya endulzada. Nasai significa arroz; mee, fideos; hokkien mee son fideos y langosta servidos en una suculenta salsa. Satay es el platillo más autóctono de Singapur: se trata de brochetas de pollo, listas para sumergir en salsa de mani.
Cocina con restricciones, pero no limitaciones
El Islam domina tanto en Malasia como en la vecina Indonesia, y los musulmanes no comen cerdo. Los hindúes que también llegaron antes que los europeos, no comen carne de res. Estas restricciones no limitan a los chefs de Singapur. Los mariscos juegan un papel muy importante en sus cocinas: rollos de camarón, langosta en salsa de coco, pechuga de pato y pastelitos de cangrejo son de lo más exquisito.
Singapur tiene más de seis mil restaurantes. El de moda es el Jade, en el Fullerton, un hotel de gran lujo, donde la especialidad es el pato Pekín, pero en su carta también sobresalen el foie-gras con cinco especias y las gambas con mayonesa al wasabi.
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