Triunfa una cadena de cafeterías rusas en las que vale más el tiempo que los alimentos que se consumen. Para reflexionar.
Describía Julio Cortázar cómo darle cuerda a un reloj de forma
pausada en Historias de cronopios y famas de 1962: “Sujete el reloj con
una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela
suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas,
las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de
sí mismo”. Con ese mismo tiempo tranquilo y pausado la cadena de cafés
rusa Tsiferblat propone tomarse un café, eso sí, sin pagar por él sino
por el tiempo que se emplee en consumirlo.
El tiempo delante de un
buen café y con un amigo a veces puede pasar volando. Eso es lo que
entendieron en esta cadena de cafés rusa: en vez de pagar por la
consumición se paga por el tiempo que se está en la cafetería a razón de
2 rublos por minuto (5 céntimos / 4 dólares la hora). Tras la primera
hora, el precio del tiempo baja a 1 rublo por minuto, y tras cinco
seguidas el tiempo es gratis.
Sin duda una campaña de marketing
que hace plantearse si es más importante el precio de las cosas o el del
tiempo invertido en ellas. Cuando más pausado se hace aquí el café (y
el donut, beagel o lo que sea que lo acompañe) más barata resulta la
experiencia. Para contribuir a esa idea de “tomate tu tiempo para el
café”, las tiendas de la cadena están convenientemente decoradas con
relojes muertos para desacelerar la vida, para que el tiempo no corra
hundido en el sillón. El nombre del café significa, acertadamente,
‘esfera de reloj’ y originalmente viene del alemán Zifferblatt.
La
idea de esta singular cadena de cafeterías (hay siete en Rusia y dos en
Ucrania) es de Iván Meetin, un escritor y músico de 28 años, que
explicaba al periódico alemán Die Zeit que ya planea la apertura de un
nuevo establecimiento en Londres.
Foto: Thinkstockphotos
Fuente: La Vanguardia.
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