La comida tailandesa, es muy difícil de definir. Ella misma es una complejidad de sabores, combinaciones y aromas. Sus platos combinan distintos sabores, a veces un poco picante, otras dominan las especias, descubrimos la sal, la pimienta, un detalle de curry, cierto dejo a raíz de cilantro y mas, mucho más.
El curry es el ingrediente básico, pero no el único porque los ingredientes abundan: se emplean frutos secos y nuez de coco, mezclas de hierbas y cítricos, como citronela o lima kaffir, etc, etc, etc..
Así es la comida tailandesa, difícil de describir y encasillar en palabras, pero fácil de disfrutar, siempre que se sea osado y audaz para despertar -a cada bocado- el paladar. Es una cocina entre amarga y salada, o entre picante y agridulce, aromática y sabrosa.
Su mezcla de aromas es encantadora, su mezcla de especias desconcertante… al punto que todo aquello, que en la comida occidental y en la tailandesa, se dice con el mismo nombre, no se parecen en nada. Es decir, un cerdo asado o un pollo frito tailandés, no comparten ninguna similitud con el cerdo asado o el pollo frito occidental, a no ser su ingrediente principal: cerdo y pollo.
El curry es el ingrediente básico, pero no el único porque los ingredientes abundan: se emplean frutos secos y nuez de coco, mezclas de hierbas y cítricos, como citronela o lima kaffir, etc, etc, etc..
Así es la comida tailandesa, difícil de describir y encasillar en palabras, pero fácil de disfrutar, siempre que se sea osado y audaz para despertar -a cada bocado- el paladar. Es una cocina entre amarga y salada, o entre picante y agridulce, aromática y sabrosa.
Su mezcla de aromas es encantadora, su mezcla de especias desconcertante… al punto que todo aquello, que en la comida occidental y en la tailandesa, se dice con el mismo nombre, no se parecen en nada. Es decir, un cerdo asado o un pollo frito tailandés, no comparten ninguna similitud con el cerdo asado o el pollo frito occidental, a no ser su ingrediente principal: cerdo y pollo.
Para los paladares tradicionales resulta una comida difícil, una comida “rara”, muy distinta. Entonces uno se pregunta, ¿Cómo es que se ha vuelto tan popular en occidente? Las razones, seguramente son varias. Hay algo de búsqueda por lo ajeno, de una necesidad por explorar y probar, hay algo de globalización en todo esto, y también esa creciente preocupación que nos atañe a los occidentales de procurar una alimentación saludable.
En esa última preocupación, la cocina tailandesa encaja muy bien. Es una gastronomía con bajos niveles de colesterol, y pocas grasas. Y es una cocina con ciertas propiedades medicinales, gracias al basto empleo que hace de hierbas y especias.
Pero volvamos a la “rareza” de la cocina tailandesa, porque es bien cierto que resulta una gastronomía muy distinta a la nuestra. Y muy distinta en mucho, hasta en su forma de degustarse. Por ejemplo, nosotros, los occidentales solemos acompañar nuestros platos con patatas y pan, pero los tailandeses no, ellos optan por el arroz.
Comer para ellos, jamás termina en nuestro apuro occidental. Ellos viven el momento prácticamente como ceremonia: se sirven varios platos distintos, siempre junto a una porción de arroz blanco aromatizado, y todos los comensales deben compartirlos entre sí. Nadie puede comer solo de su plato, pedirse SU cerdo agridulce, sino que debe pasar su porción a los demás comensales, sentados alrededor de la mesa.
La gastronomía tailandesa ofrece entradas como la sopa de leche de coco y pollo, ofrece una variada parilla -en ocasiones radicalmente distinta al resto de las cocinas asiáticas- combinada con deliciosas salsas de sabores (llamadas “Nam Phrik”), ofrece deliciosos platos con pescado, entre los cuales se destaca el lomo de atún rojo, cubierto con semillas de sésamo y acompañado con espinacas, champiñones y brotes de soja. Y ofrece también postres, como el helado de pomelo rojo o las “flores doradas”, elaboradas con yemas de huevo y sirope de azúcar.
Lo poco que hemos hablado de esta gastronomía basta para darse cuenta que se tarta de una cocina elaborada, de buena mesa y que disfruta de experimentar. La pregunta es ¿Cuántas ganas de experimentar tenemos nosotros?… ¿has comido ya?… ¿y si nos vamos por un plato tailandés?
Fuente: elgranchef.com
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