Muchos fanáticos tienen la creencia equivocada de que Qatar tiene las mismas restricciones sociales que Arabia Saudita, o la violencia que aqueja a Afganistán e Irak.
La red social Twitter estaba repleta con mensajes expresando esos temores inmediatamente después que Qatar recibió la desicion de ser la sede del torneo de 2022. Algunos fanáticos insinuaron que Qatar evitaría la entrada de mujeres a los estadios, y muchos se quejaron de que no podrían comprar una cerveza.
Podrían sorprenderse al ver una capital segura y cosmopolita, donde el famoso chef británico Gordon Ramsay abrió un restaurante, los centros comerciales están llenos de tiendas de lujo y la vista de la ciudad no tiene nada que envidiarle a las grandes metrópolis.
Las mujeres pueden trabajar, manejar vehículos y apoyar a sus equipos de fútbol, como hicieron el mes pasado en un amistoso entre las selecciones de Brasil y Argentina. También se permite el consumo de alcohol, aunque está restringido mayormente a las zonas donde viven los extranjeros.
Aún así, el país de 1,6 millones de habitantes no es París, Río de Janeiro o incluso el vecino Dubai, y los qataríes quieren que siga así. El consumo de alcohol y las fiestas están concentradas en un puñado de centros nocturnos en hoteles de cuatro y cinco estrellas, las muestras de cariño en público usualmente son toleradas pero ocasionalmente son castigadas, y los bañistas en bikini apenas empezaron a aparecer hace dos años en algunas playas.
La mayoría acepta que el país tendrá que abrirse más para la Copa del Mundo. Por ejemplo, los organizadores prometieron que permitirán el consumo de alcohol en zonas especiales para los fanáticos, y los qataríes se acostumbraron a la idea de ver extranjeros con escasa ropa caminando por sus calles.
"Nunca quise el Mundial por las mujeres y el consumo de alcohol. Es contra nuestra religión", dijo Mohammed al-Sayegh, un qatarí de 16 años vestido con la bata blanca que utilizan la mayoría de los hombres.
Pero, al igual que muchos de sus amigos que compraban en el centro comercial Villagio que incluye una pista de patinaje sobre hielo y una serie de canales con góndolas Al-Sayegh ahora apoya el torneo como una forma de poner al país en el mapa global.
"Queremos tener nuestro Mundial, pero no podemos tenerlo todo", indicó. "Podemos demostrarle al mundo que podemos conservar nuestra cultura, incluso si organizamos un evento así de grande".
Otro qatarí en el centro comercial, Hassan al-Emadi, de 21 años, dijo que estaba dispuesto a aceptar "lo bueno y lo malo" de la Copa del Mundo.
"Lo bueno será que otros países sabrán que Qatar es un lugar pacífico y que tiene la capacidad de organizar grandes eventos", expresó. "Lo malo será el consumo de alcohol en las calles. En 2022 habrá otra nueva generación, y cuando vean a la gente comportándose así, pensarán que así es Qatar. Será un reto mantener nuestras tradiciones".
La mayoría de los extranjeros en Doha piensan que el torneo será un éxito, pero que se necesitan muchos cambios, al menos en las cuatro semanas que durará el Mundial.
"Si no puedes tomar cerveza, no habrá Mundial", opinó Bono Van Wyk, un sudafricano que vive en Qatar desde hace tres años y trabaja para una empresa petrolera. "Tendrán que eliminar todas las restricciones. La gente quiere beber donde sea".
En una playa a las afueras de Doha, era evidente el choque cultural. Dos mujeres musulmanas tapadas por completo entraban al agua en una playa pública, mientras varias mujeres con bikinis se asoleaban en una playa privada en el hotel Intercontinental.
"No tengo ningún problema. Es muy seguro", señaló Lara Koujou, una libanesa de 35 años vestida con un bikini. "Hay que respetar las tradiciones y la cultura, pero puedes ir a la playa o las discotecas. Por supuesto, esto no es Europa o Estados Unidos. Puedo utilizar una minifalda en una discoteca, pero no en la calle. Esa no es la costumbre aquí".
El reto será cambiar la percepción de este pequeño país del Golfo Pérsico, hogar de la cadena Al-Jazeera y de numerosos torneos internacionales de golf y tenis.
Gobernado por la familia Al Thani, no hay duda de que Qatar cumplirá su promesa de gastar 42.900 millones de dólares en infraestructura y 4.000 millones para construir nueve estadios y remozar otros tres. Todos los estadios tendrán un moderno sistema de aire acondicionado, similar al que instalará en las sedes de entrenamiento de los equipos e incluso en las zonas donde los visitantes se reunirían a ver los partidos.
Qatar también tiene que lidiar con las dudas sobre su ubicación en una zona volátil, y su relación con Israel. Al igual que la mayoría de las naciones árabes, Qatar no tiene relaciones diplomáticas con ese país.
El director ejecutivo de la candidatura, Hassan al-Thawadi, prometió que Israel podría participar si se clasifica, y afirmó que los hinchas de todas las naciones serán bienvenidos.
"Somos un lugar muy hospitalario que le da la bienvenida a gente de todo el mundo", dijo. "Esto le demostrará al mundo que el Medio Oriente es hogar de mucha gente, y le abre los brazos al resto del mundo".
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