martes, 21 de diciembre de 2010

Comparaciones odiosas

La cuestión del nivel de precios es un tema recurrente en la agenda económica mediática. En razón de ello, los grandes medios de comunicación han lanzado una nueva metodología científica para medirla. La misma consiste en apostar un movilero a las 10 de la mañana en una carnicería de la Recoleta para acercar a sus televidentes la triste realidad: indignadas señoras del barrio rezongan porque el lomo llegó a 100 pesos. El resultado de la medición es contundente: la inflación en Argentina está que arde y el sueldo no alcanza ni para comer.

Los economistas que intentan contradecir esta aparente realidad lo hacen mediante índices que a la mayoría de los mortales les resultan sospechosos o directamente incomprensibles. De nada sirve argumentar que lo que importa es el poder adquisitivo del salario, que la Argentina tiene el salario mínimo más alto de Sudamérica medido en dólares paridad de poder adquisitivo. Pero resulta que Internet permite dar un paseo virtual por los países vecinos para comparar. Basta con tomar un carrito electrónico y recorrer las góndolas de los supermercados on line. Ya no hay que creerle a nadie. Se pueden cotejar los precios de los alimentos con esos países. Lo hicimos para Argentina, Brasil, Uruguay y Chile. El primer resultado: el lomo más caro –el de ternera– en Coto cuesta 63,30 pesos, y el de novillito –nada despreciable– a 41,90 pesos.

El ejercicio es simple: observar los precios de los alimentos más importantes y compararlos con los salarios mínimos de cada país.

El Cuadro 1 que acompaña esta nota refleja los resultados de un tour virtual por la economía real. Esa experiencia arroja el siguiente resultado: con un salario mínimo argentino se puede comprar 400 litros de aceite de girasol, mientras que en Brasil el salario mínimo local alcanza para comprar 142 litros, en Chile 148 y en Uruguay 109. Siguiendo esa línea, en Argentina se pueden comprar 1168 kilogramos de harina de trigo, 847 kilogramos más que en Brasil, 768 más que en Uruguay y 690 más que en Chile. Los invitamos a que recorran el cuadro. En todos los casos, el salario mínimo argentino rinde más que el de países vecinos. Al finalizar la compra pasamos por la caja: en Argentina se había gastado el 8 por ciento de un salario mínimo, en Chile el 11, en Brasil el 13 y en Uruguay el 19 por ciento.

Si esta muestra es significativa –cada cual puede hacer la suya de manera muy sencilla–, es una muy buena noticia para la Argentina. Indica que los sectores asalariados de menores ingresos tienen más posibilidades de acceso a los alimentos en términos comparativos.

Ahora bien, ¿qué pasa con la clase media? El hecho de que con un salario mínimo pueda comprar más alimentos en Argentina podría reflejar simplemente que existe un salario mínimo alto y nada más (y nada menos). Sin embargo, se observa una tendencia muy similar en un ejercicio con los salarios medios. En este caso, cuando se pasa por la caja se había gastado el 3 por ciento de un salario medio en Argentina, el 4 en Brasil y en Chile y el 8 por ciento en Uruguay. Los resultados se exponen en el Cuadro 2.

Hay un dato que llama mucho la atención que merece una mirada en detalle: la comparación entre Argentina y Uruguay. Más allá de tener dos escalas distintas, las condiciones naturales para la producción de alimentos de los hermanos orientales son muy parecidas a las nuestras. Sin embargo las diferencias de precios, en todos los alimentos, son enormes. En particular, se vuelven abismales entre los productos marcados con un asterisco. Los invitamos a pensar qué característica común tienen estos productos en el mercado argentino que los diferencia del mercado uruguayo. La respuesta (perdón Paenza) al final del Cuadro 2

* Economistas de AEDA.



Fuente: pagina12.com.ar

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