A partir de los 65 años, la actividad física se vuelve elemental, ya que esa es la etapa en la que algunas personas se vuelcan al sedentarismo y la
pérdida del ritmo cotidiano laboral, situaciones que acarrean un estado
psíquico que comienza a jugar en contra para la salud.
Sabemos de los beneficios de la actividad física que favorecen una mejor calidad de vida sin importar la edad.
El ejercicio reduce el riesgo cardiaco, mejora la
hipertensión arterial, los valores elevados de glucemia en la diabetes,
controla el peso, baja los niveles de colesterol malo (LDL) y eleva los
del colesterol bueno (HDL), mejora la capacidad respiratoria y la
reserva coronaria.
Hacer actividad física mejora el estado de ánimo, en especial la
depresión, el sueño, la agilidad mental, facilita un mejor tono muscular
(evita la atrofia muscular) y flexibilidad lo que posibilita una buena
deambulación, favoreciendo la movilidad articular, evitando las caídas,
además de evitar ciertas discapacidades, favoreciendo el tratamiento de
patologías que cursan con dolor.
Asimismo, previene la osteoporosis y el cáncer de colon, además de aumentar la integración social y mejorar la sensación de bienestar general.
La tercera edad es el momento en que muchos individuos tienen o
aparecen un sin número de enfermedades, que si se aplica la actividad
física obtienen una buena calidad de vida, previniendo esos eventos.
Lo aconsejable para toda persona que quiera comenzar
actividad física, es realizar una evaluación cardiológica para
determinar que actividad puede realizar, intensidad del trabajo,
tiempo, frecuencia semanal.
Lo recomendable es el ejercicio de tipo aeróbico que utiliza más el
oxígeno, como el caminar, trotar, bailar, nadar, andar en bicicleta etc.
Evitar la sobrecarga y los saltos ya que las articulaciones de las
personas mayores no siempre están en las mejores condiciones para
soportar un peso o choque.
La intensidad del trabajo físico debe ser suave a moderada, la frecuencia puede ser diaria o de 3 veces a la semana,
sugiriendo comenzar con 20 minutos e ir progresando hasta los 60
minutos, el médico lo orientará en el tipo de actividad más conveniente y
en general la frecuencia cardiaca sugerida estará entre el 60% y el 80%
de la máxima.
La Organización Mundial de la Salud consideró de vital importancia realizar actividad física 30 minutos diarios
(150 minutos por semana) ya que disminuía en un 34% el riesgo de
infarto de miocardio y de accidentes cerebro-vasculares. Se calcula que
el 80% de los ataques cardiacos pueden ser prevenibles.
La supervisión debe ser realizada por personal idóneo, tener en
cuenta el rol de la alimentación e hidratación, la entrada en calor o
calentamiento previo, la elongación, el clima, la vestimenta, el tipo de
calzado y si presentara algún síntoma suspender la actividad y
consultar a un médico.
Por: doctor Norberto Debbag, deportólogo y cardiólogo (UBA)
Fuente: saludable.infobae.com
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