Pasaron las épocas en las que la playa era el lugar exclusivo para disfrutar de las vacaciones.
Hoy, los turistas no sólo eligen el mar.
Miles de ellos optan por las sierras, por el sur, por los lagos helados o por el calor del Noroeste Argentino.
Incluso las estancias y por qué no, para quienes no quieren alejarse,
las quintas o countries son buenos destinos para descansar.
Sea cual fuere la elección, siempre hay un plato típico que está esperando a ser degustado, una experiencia que se une al paisaje y la propuesta del lugar y que ayuda a convertirlo en inolvidable.
Ese plato vive y se exalta si es acompañado por un buen vino.
A continuación, un "tour" por destinos, platos y vinos.
El sur y sus lagos
El agua pura y transparente es el marco ideal para que la trucha se desarrolle como en ningún otro lugar del mundo.
Asada, a la manteca, a la pimienta negra o como se prefiera prepararla no hay mejor forma de disfrutarla que con un Fabre Montamayou Reserva Chardonnay ($71).
Un vino rico en aromas, con notas como frutas tropicales, mango y
toques de vainilla. Ideal para acompañar pescados, mariscos y quesos
azules.
Dulce Noroeste
Quienes visitan las Provincias del Noroeste es imposible que -en algún momento- no se dejen tentar por un quesillo o un cuaresmillo con miel de arrope sabiamente combinado con frutas secas.
Para acompañar ese momento se impone un Saurus Pinot Noir Tardío ($79).
Su color rojo suave con destellos naranjas y aromas volátiles que
refieren a minerales, polen, miel y fruta madura, lo convierten en el
complemento ideal de esas dulces propuestas naturales.
Sabores serranos
Las sierras tienen su encanto natural, ondulaciones que recortan el horizonte y hacen que la vista juegue entre el cielo y el verde de las laderas.
El aire que se respira es puro, más que puro. En algún momento se lo
tomó como medicinal. Da la sensación de que todo lo que allí se prepare
será bueno.
Una picada de fiambres serranos es una diversión para los sentidos.
Sabores, aromas y preparaciones especiales que entretienen la vista. Al
lado de las fuentes o los platos de madera y los panes de campo nada
mejor que una botella de Infinitus Gran Reserva Merlot ($200).
El intenso de su color rojo granate es una nota que combina
plenamente con el paisaje que se tiende sobre la mesa. A todo lo que hay
para servirse seguramente se sumará este vino que, en nariz será
elegante y en él prevalecerán los aromas de frutos del bosque con notas
de vainilla y chocolate que surgen de su paso por barrica.
Un buen final
Cada una de estas propuestas puede tener un merecido cierre brindando con un espumante Deseado de Bodega Familia Schroede ($56), de color amarillo verdoso, con muy finas burbujas y aromas a flores y cítricos.
Fuente: iprofesional.com
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