Japón es hoy una de las sociedades industriales más avanzadas en el mundo, altamente urbanizada y dependiente de la alta tecnología y las comunicaciones. Si bien en el pasado fue uno de los países más aislados, hoy está completamente integrado en las distintas redes internacionales. Sin embargo, al mismo tiempo rigen patrones tradicionales de comportamiento y la ética social sigue teniendo un profundo significado en el panorama contemporáneo.
Una de las características más destacadas siempre de la sociedad japonesa es la impasibilidad dominante ante la búsqueda de independencia social, que contrasta con la ansiedad que ésta provoca en la sociedad europea y estadounidense. En este mismo orden, la sociedad japonesa, aunque enfatiza en la solidaridad, ha de considerarse como una sociedad eminentemente vertical, ya que favorece todo tipo de estructuras jerárquicas, incluso en grupos reducidos: en la relación esposo-esposa hay una precedencia social del varón con respecto a la mujer; prioridad de la edad o generación, en cualquier consideración o trato (términos tan usuales como sensei o senpai hacen referencia a una veteranía o a un haber nacido antes), y en la continua atención al que es cabeza o superior de cualquier grupo humano, ya sea fijo o transitorio (empresas, comités, grupos turísticos, etc.).
Esta espontánea y general aceptación de un orden establecido es como un instinto ancestral por el que cada individuo se siente en comunidad y ocupa en ella el lugar que le corresponde. Es la fuerza de sustentación de toda la arquitectura social japonesa.
Algunos sociólogos y antropólogos afirman que la peculiar localización geográfica de Japón y su situación económica como un país superpoblado con escasos recursos naturales, han creado un fuerte sentimiento de cooperación social enraizado en los largos siglos de actividad agrícola compartida, fundamental para su supervivencia. A este respecto conviene observar que "democracia" en Japón, más que una forma de gobierno, es un modo de relacionarse los individuos a través de la consulta continua ("país de las reuniones por excelencia"), de un máximo consenso y de una extremada armonía jerarquizada. En la ética social japonesa, hay varios conceptos fundamentales: el sentido del on (obligación contraída al recibir un favor) lleva consigo una conciencia del deber (gimu) y un sentimiento de rectitud y justicia (giri) que impulsa a la adecuada reciprocidad de favores y a respetar la propia dignidad personal. Virtud esencial y tradicionalmente considerada es la autenticidad (makoto) o entrega plena al propio deber, rectitud, desinterés y autodisciplina.
Una mirada desde el pasado hacia el presente
La familia en su sentido más amplio, fue la forma básica de organización social entre granjeros y agricultores, guerreros y mercaderes. Cada individuo entendía su lugar en esta vida, primero como miembro de su inmediata familia, que era parte de un linaje que el hijo mayor debía siempre encabezar. La casa, era un grupo altamente interdependiente en el que todos sus miembros comparten los recursos, una identidad común, y la responsabilidad por la empresa en la que la casa se halla involucrada.
Su organización interna estaba basada en la jerarquía y en una clara división del trabajo. La mayor edad y el género masculino eran dos principios básicos sobre los que se establecían los distintos rangos. La formal autocracia era equilibrada por una democracia informal a través de la decisión tomada por discusión y consenso.
La familia pertenecía a una aldea o pueblo, en la que el trabajo comunitario en las tareas agrícolas creaba fuertes lazos de solidaridad. La estructura interna de los núcleos rurales se caracterizaba como en la familia por una jerarquía, que en esta ocasión también se basaba en la edad, la riqueza, parentesco y tiempo de residencia. Sin embargo, la toma de decisiones involucraba a la mayoría, si no a todas las casas, siguiendo el proceso necesario que llevaba al consenso.
La moral confuciana se extendió por primera vez como ideología oficial durante el periodo Edo (1600-1868). Reforzaba la práctica de actuación comunmente generalizada en familias y aldeas y ayudó a modelar la evolución de las instituciones modernas. En el centro de esta moralidad se hallaba la noción de sociedad como un conjunto de papeles y posiciones ordenados, diferentes e interdependientes. Se estableció bajo esta moral confuciana un sistema de clases en el que los samurai ocupaban el rango más alto, seguidos de campesinos, artesanos y mercaderes, en el orden citado. Se consideraba que si cada clase llevaba adelante sus deberes, todo el sistema funcionaría y la prosperidad alcanzaría a todos.
El individuo sería virtuoso si cumplía sus deberes y su comportamiento era el propio de la posición social que ocupaba. La familia era el mejor modelo, ya que en ella cada generación y cada sexo ocupaba el lugar que le correspondía. El valor de la familia, el paternalismo y la lealtad se convirtieron en rasgos dominantes de la sociedad en general, en la que el emperador era considerado el padre de toda la nación.
Dentro de una empresa, la relación de empresario y empleado también puede considerarse en la misma perspectiva. Desde que Japón rompió su aislamiento selectivo en 1854, el país experimentó enormes cambios y su modernización fue acompañada por una alta tasa de crecimiento. En menos de cien años la nación sufrió dos grandes golpes, uno la Restauración Meiji de 1868 y otro, su participación en la Segunda Guerra Mundial.
Ambos alteraron en gran manera el sentir y el hacer tradicional de Japón. En la primera de estas sacudidas la mayoría de las instituciones del período Edo fueron sustituidas por otras según los modelos de las modernizadas naciones occidentales: industrias modernas, educación pública, compañías privadas, transportes públicos, bancos, impuestos nacionales, servicio militar obligatorio, junto con otras instituciones sociales y económicas, sustituyeron el orden feudal de inspiración confuciana y su sistema de cuatro clases sociales. Hay que destacar entre las nuevas instituciones surgidas a los llamados zaibatsu, compuestos por muchas empresas que pertenecen a una mayor.
En la segunda sacudida, con la ocupación del país por los americanos, se llevaron a cabo amplias reformas en el ámbito militar, sobre la posesión de la tierra, la educación y el trabajo. Los zaibatsu fueron desarticulados, y sus compañías más ampliamente distribuidas. Se produjo una significante reducción de la distancia que separaba a ricos y pobres, así como se favoreció también la lucha por la consecución de la igualdad entre sexos. Los individuos, y no la casa, entendida como ie, se convirtieron en la unidad legal de la sociedad.
Matrimonio y familia
En la familia, la relación entre los cónyuges muestra una fuerte tendencia a la separación de papeles. Por un lado el marido aporta la mayor parte o todo el sustento económico de la familia, y por otro, la mujer asume la exclusiva responsabilidad sobre la casa y sobre los hijos. De forma general, la estabilidad de la familia es muy alta, si consideramos comparativamente el número de divorcios que hay en Japón y en los países occidentales.
Debido a la pérdida de raíces con la tierra y el alto número de personas asalariadas en los núcleos urbanos, la posesión de la tierra ha dejado de tener la gran importancia que tuvo en el pasado. Hoy la contribución más significativa de los padres cuando piensan en el futuro de los hijos es proporcionarles la mejor educación posible. Por ello, ahorrar dinero para su educación y para la compra de una casa son las dos prioridades de la mayoría de los padres.
Educación
Japón disfruta de un elaborado sistema de educación y es una de las poblaciones con mayor nivel cultural. Los medios de comunicación de masas han experimentado un gran desarrollo y el número de lectores de periódicos es el más alto del mundo. En la escuela se fomenta entre los niños la cooperación, la disciplina de grupo y la mutua empatía. Algunas de las características del sistema japonés son: clases numerosas de unos cuarenta alumnos, textos estandarizados, explicaciones aproximativas a los temas, aprendizaje en el que se ha de memorizar gran cantidad de detalles, escaso trabajo individual por parte de los estudiantes, exámenes regularmente, y períodos lectivos ligeramente más largos que en los países occidentales.
Críticas habituales contra el sistema son la escasa oportunidad de autoexpresión, y el mínimo tiempo que se le deja al niño libre de las cargas académicas. Es una práctica generalizada que, para conseguir cierta ventaja a la hora de los exámenes, los estudiantes de enseñanza media acudan tras las clases del colegio a academias especializadas denominadas juku o gram schools para tomar lecciones extra. Esto evidencia que, a pesar del sentimiento de solidaridad y el alto nivel de integración nacional, la japonesa es una sociedad altamente competitiva. El ideal de armonía social se basa en el equilibrio entre las inclinaciones competitivas individuales y las lealtades en la competencia en grupo, juego que dota a la sociedad de un gran dinamismo.
En Japón la sociedad no se divide en función de las profundas creencias religiosas o étnicas, sino más bien en función de la educación y el prestigio de los lugares donde ésta se ha recibido. El empleo, la posición individual en una empresa, y los ingresos, vienen frecuentemente condicionados por la educación recibida.
Fuente: elpuente.canal13.cl
No hay comentarios:
Publicar un comentario