En el valle central de Chile impera un clima mediterráneo moderado, con veranos muy calurosos y secos. Durante el día el termómetro sube hasta los 32 grados Celsius, mientras que todas las noches la cercanía de Los Andes se encarga de refrescar la temperatura.
En cuanto a los suelos, éstos tienen propiedades muy diversas, los cuales son irrigados por aguas de deshielo ricas en minerales, provenientes de las montañas, todo lo cual se traduce en condiciones ideales para un crecimiento vigoroso de las cepas.
Además la fuerte erosión causada por los deshielos y la frontera natural de Chile Central constituida por las montañas y el mar impiden el ingreso de infecciones e insectos que ataquen las vides, sobre todo la invasión de la filoxera, una representante de la familia Phylloxeridae.
Respecto a este insecto, la filoxera destruyó durante el siglo XIX en otros lugares del planeta casi la totalidad de las plantaciones de cepas. Primero atacó en Europa, luego en ultramar. A través de la anidación del insecto en las raíces de las vides, provocó su descomposición. Debido a esto hoy en día, en todas las zonas importantes de plantación de cepas en el viejo mundo, América del Norte y Australia, las vides son injertadas en raíces resistentes a la filoxera. Solamente en Chile crecen uvas en cepas que mantienen sus raíces verdaderas.
Chile es además el único país donde crecen uvas del tipo carménère, cepas que hasta hace algunos años los vinicultores chilenos las identificaban como merlot, que por cierto pertenecen a la misma familia. La cepa carménère llegó a Chile en el siglo XIX proveniente de la región francesa de Burdeos y se desarrolló espléndidamente, mientras que en Europa era exterminada por la filoxera. Hoy en día los enólogos en Chile se esfuerzan en hacer del carménère un vino “chileno” especial e inconfundible.
En comparación con el vecino país Argentina, Chile tiene una superficie plantada de cepas muy inferior, no obstante produce muy buenos vinos, reconocidos internacionalmente. En los viñedos ubicados en los alrededores de la capital Santiago y en los diferentes valles fluviales de Los Andes (véase regiones vinícolas) se cultivan mayoritariamente cepas nobles europeas para la elaboración de vinos de exportación, además de buenos y hasta muy buenos vinos para el consumo nacional.
Chile es además el único país donde crecen uvas del tipo carménère, cepas que hasta hace algunos años los vinicultores chilenos las identificaban como merlot, que por cierto pertenecen a la misma familia. La cepa carménère llegó a Chile en el siglo XIX proveniente de la región francesa de Burdeos y se desarrolló espléndidamente, mientras que en Europa era exterminada por la filoxera. Hoy en día los enólogos en Chile se esfuerzan en hacer del carménère un vino “chileno” especial e inconfundible.
En comparación con el vecino país Argentina, Chile tiene una superficie plantada de cepas muy inferior, no obstante produce muy buenos vinos, reconocidos internacionalmente. En los viñedos ubicados en los alrededores de la capital Santiago y en los diferentes valles fluviales de Los Andes (véase regiones vinícolas) se cultivan mayoritariamente cepas nobles europeas para la elaboración de vinos de exportación, además de buenos y hasta muy buenos vinos para el consumo nacional.
Solamente para vinos de mesa simples se sigue utilizando hoy la tradicional uva del país. Respecto de los vinos tintos, las cepas más importantes son el cabernet sauvignon, merlot y el carménère, mientras que el sauvignon blanc y el chardonnay representan las sobresalientes uvas para vino blanco.
El territorio de cultivo de vid más importante de Chile es el Valle del Maipo, en las cercanías de Santiago. Respecto a la importancia de sus cepas, los vinos cabernet despiertan la atención internacional, siendo el más famoso de ellos Don Melchor, de la Viña Concha y Toro, que regularmente se encuentra entre los primeros lugares en competencias internacionales. Los vinos tintos chilenos están provistos de una nota muy frutosa, pero también aromática y se caracterizan, en la mayoría de los casos, más bien por un contenido bajo de taninos. Por su lado, los vinos blancos son frescos, frutosos y se destacan por su extraordinario cuerpo.
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