lunes, 17 de enero de 2011

Caipirinha, el sabor de Brasil


Limón, cachaza, azúcar y hielo. Con estos cuatro ingredientes y una dosis de paciencia —El Viajero Ilustrado sabe que deben mezclarse muy bien— se logra uno de los cócteles más populares del Brasil: la famosa caipirinha. Exótica y de sabor muy especial, la caipirinha fue adueñándose del mercado europeo. Mientras que en los Estados Unidos la revista In Style la caracteriza como "la bebida más caliente del siglo", en Alemania ocupa el primer puesto entre los tragos que se preparan con destilados.

La historia de su ingrediente estrella, la cachazacacha»ca, en portugués— se abraza y confunde con la historia misma del país en el que se origina. Allá por el siglo XVI, en los ingenios de caña, lo que restaba de la producción azucarera era dado a los esclavos, que destilaban este residuo fermentado para lograr una bebida de alto tenor alcohólico. Durante los días húmedos y fríos, el duro trabajo en los cañaverales era soportable sólo gracias a la ingestión de una buena dosis de esta clase de aguardiente. El Viajero Ilustrado puede recrear la escena: hombres sumergidos en el río horas y horas, lidiando con las bateas. Mal vestidos y mal alimentados, pero jamás sin su cuota de cachaza correspondiente.

Dado su origen bajo, la elite brasileña torcía la nariz si por descuido percibía el perfume del poderoso destilado. También en beneficio de los más pobres, la misma elite ignoraba los abundantes y diversos frutos de su tierra. Porque combinando los jugos naturales con cachaza, los esclavos obtenían distintas mezclas que llamaban batidos. La que más repercusión tuvo fue el batido de limón, del que posteriormente surgiera la caipirinha.

The Dictionary of Drink da la receta de la caipirinha tal como es conocida en todo el mundo: se corta en cubos un limón (preferentemente de la variedad pequeña y verde conocida como Tahití) dejándole la cáscara, se machaca con azúcar en un mortero, luego se sirve en un vaso bajo y ancho, se agrega hielo picado, y por último se completa con cachaza de una buena marca (desde la vistosa Pitú a la delicada Velho Barreiro o la Sabor de Minas, de exportación, hay cientos de marcas y etiquetas).

Aunque esa es la receta legítima, El Viajero Ilustrado no ignora que existen otras versiones con idéntico éxito. En Francia, además de la caipirinha de limón, hace furor el batido de cachaza y maracujá o fruta de la pasión. En el Caribe, lo más corriente es la caipiríssima, que combina limón con otro destilado de la caña de azúcar: el rum, primo hermano de la cachaza. Y antiguamente, cuando en Europa era difícil conseguir los ingredientes originales, los barman reemplazaron el componente alcohólico primitivo por un buen vodka, dando lugar al nacimiento de la caipiroska.

Todas estas variaciones, que integran el equipaje de bartender de El Viajero Ilustrado, cuando son difícilmente detectables por paladares inexpertos representan, sin embargo, una herejía imperdonable para los brasileños de ley —aunque muchos de ellos ensayen mezclas for export—.

Un decreto firmado por el ex presidente Fernando Henrique Cardoso determina, incluso, que sólo debe ser llamada cacha»ca la bebida fermentada de caña producida en el Brasil —pese a que el Diccionario de la Real Academia Española define en perfecto castellano cachaza como "aguardiente de melaza de caña", entre otras acepciones no brasileñas. Desde las luchas de independencia, época durante la que brindar con vino significaba alinearse del lado portugués, cachaza es sinónimo de brasilidade; no beberla se considera antipatriótico.


¿Cuándo fue usada por primera vez la palabra caipirinha para designar a la susodicha bebida? El Viajero Ilustrado tendrá variedad de fuentes, muchas de ellas, vagas: hasta el Diccionario de Términos Brasileños de 1886 recononoce que el origen del término es oscuro e impreciso. Pero se cree que el vocablo proviene del tupí caipira, caipora o curupira. La primera significa literalmente "habitante rústico del campo" y definiría a su bebedor original. Curupira es un ente fantástico, una suerte demonio que vaga por la espesura. Acaso algún patriota, motivado por el loable fin de revalorizar la mitología nacional, haya abusado un poco de la bebida, y haya visto entonces a Curupira desdoblarse, multiplicándose en infinitos curupirinhas.

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