La mejor manera de cuidar el corazón
y prevenir la aparición de enfermedades es seguir un estilo de vida
saludable que incluya una alimentación completa y equilibrada, junto a
la práctica regular de actividad física. Pero, para eso, es necesario que sepamos elegir bien los alimentos, distribuirlos correctamente a lo largo del día, y regular las porciones que ingerimos.
El tamaño importa
La cantidad de comidas que hacemos al día no es tan importante si la comparamos con el tamaño de las porciones:
son las que determinarán el valor calórico total de nuestra ingesta
diaria. Esto, a su vez, contribuirá a reducir el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares y otras asociadas al sobrepeso.
Lo
ideal para lograr una adecuada distribución de alimentos es repartir en
forma equilibrada la cantidad de calorías. Hay que evitar saltear
comidas, ya que sólo entorpece nuestro organismo y nos lleva a comer de
más en la siguiente ingesta.
Trucos para calcular
Para controlar mejor las porciones podemos
usar medidas caseras como una taza, un vaso, una cuchara y un plato.
También se emplean pelotas de tenis, mazos de cartas, casettes y dados
para ejemplificar las cantidades adecuadas de algunos alimentos, por
ejemplo las frutas, las carnes y los quesos. Esto nos permite tomar
mayor conciencia de lo que nos servimos.
Otra herramienta que
suele ser útil es anotar lo que comemos: número de comidas, alimentos
que integran cada plato, formas de preparación, el picoteo entre horas, lo que ingerimos fuera de casa, entre otros hábitos.
Entonces, ¿qué debemos elegir?
Nuestras elecciones influyen de forma directa en la salud cardiovascular. Algunos alimentos contribuyen a la alteración de los valores de colesterol y triglicéridos, presión arterial y peso corporal. Son, por lo tanto, un auténtico factor de riesgo.
Las
grasas son las que mayor influencia pueden tener en nuestro peso (son
el nutriente que mayor cantidad de calorías poseen por gramo) y en
nuestra salud cardiovascular.
Se recomienda elegir alimentos con grasa de origen vegetal como los
aceites, las semillas, los frutos secos o la palta. Los pescados azules
como el salmón, el arenque, la caballa, las sardinas y el atún también
son fuente de grasas cardiosaludables, ya que son ricos en omega 3.
Por
el contrario, las grasas de origen animal, las grasas trans y sus
derivados (manteca, lácteos enteros, huevos, carnes rojas, embutidos
grasos, galletitas, alfajores, bizcochos, facturas, tapas de tarta,
empanadas, entre otros) son las que debemos consumir con mayor cautela,
ya que son las que contribuyen a elevar el colesterol en sangre.
Recordemos
que somos protagonistas de nuestra salud. Debemos tomar conciencia y
fomentar un cambio a través de pequeñas acciones diarias que a futuro
marcarán una diferencia a nuestro favor.
Por María Perversi, nutricionista de la Fundación Cardiológica Argentina.
Fuente: entremujeres.com
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