Cuando parecía destronada para siempre por los jugos en polvo y las
aguas saborizadas, volvió la limonada a la mesa de bares, cafés y
restaurantes que combinan decoración retro y gastronomía saludable.
Pero,
más que una moda, esta bebida simple y tan ligada a la infancia debería
ser una gran excusa para aprovechar las múltiples propiedades del
limón, ingrediente fundamental de este clásico refresco “made in casa”
que ahora se elabora con técnicas “cocteleras” (batida, en granita o
frozen) y que a la fórmula básica suma sabores orientales como menta,
jengibre y lemon grass.
“En el mundo es una tendencia que tiene
cerca de diez años. Partió de Barcelona y Nueva York donde, por ejemplo,
casi nadie almuerza con gaseosas. Allá lo normal es acompañar la comida
con limonadas o aguas saborizadas”, cuenta Jesica Lekerman,
especialista en gastronomía saludable por la Natural Gourmet Culinary
School de Nueva York, y actual manager de Mooi, un coqueto restó en
Belgrano.
“Al principio -sigue-, servíamos la receta clásica en
petacas de vidrio, pero ahora, en vez de cristales de azúcar, la
preparamos con almíbar, y hace poco incorporamos las limonadas
saborizadas con otras frutas. Así, tenemos la Frutillada, base de
limonada con pulpa de frutillas, y la Champañada, con un toque de
champagne y helado de limón. Hoy, su consumo en Mooi está a la par de
las gaseosas”, agrega Jesica.
Originario del sudeste asiático, el
limón es una de las frutas más completas. Claro que no todos los
consumidores la eligen por sus propiedades (es muy rico en vitamina C y
flavonoides, entre otras), sino por sus cualidades refrescantes y porque
su costo no excede el de las bebidas industriales. En Coco Marie, por
ejemplo, un botellón de vidrio de limonada Marroquí cuesta 22 pesos y en
Malvón una jarra (rinde cuatro vasos altos) ronda los 40.
“La
receta que usamos incluye pepinos”, dice Mariano Mikulica, chef de Coco
Marie. Agrega que es una de las bebidas que más se venden y que a la
gente le encanta. Algunos no la pueden tomar, “sea por la acidez del
limón o por el pepino. Pero a la mayoría le gusta”.
En Malvón,
donde el brunch es vedette, la incorporaron a la carta porque se puede
producir en el momento. “Cuando abrimos el restaurante, la idea fue
estar en todos los pasos de la producción y así ofrecer algo más
natural, por eso también hacemos aguas con frutas del día o combinadas
con especias, como la de naranja y cardamomo, o té verde. Es un producto
que sale todo el día, no sólo en el almuerzo”, cuenta Florencia
Dragovetsky, a cargo del lugar.
Libre de conservantes (salvo los
agroquímicos de la fruta y el azúcar), presentada cual cóctel (decorada,
en vaso largo y con pajita), en antiguas botellas de vidrio o en jarras
para compartir (como el gin tonic, furor en España), la receta no
cambió: lo que se aggiornó es la técnica de elaboración. En algunos
lugares sirven la versión frozen (similar al Daiquiri) o bien en granita
(el refresco congelado y picado con cuchillo); otros congelan antes la
pulpa de la lima o el limón; en algunos bares licuan hasta las hojas de
menta y, en otros, las agregan enteras y con mucho hielo, tipo Julep.
Para
hacerla en casa el costo es mínimo. Van algunos secretos: congelar
limonada en cubeteras para servirla en las próximas preparaciones, la
miel no sabe como el azúcar (o el almíbar) y con albahaca queda más rica
que con menta.
Fuente: entremujeres.com
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