lunes, 7 de febrero de 2011

Más vino turco, pese al islamismo


Rechazado durante mucho tiempo debido a la prohibición religiosa del alcohol y despreciado por su fama de mala calidad, el vino nacional se ha hecho un sitio en las mesas de Turquía gracias a los esfuerzos apasionados de los entendidos de algunas localidades. La pequeña ciudad de Mürefte, situada a unos 230 kilómetros al oeste de Estambul, no muy lejos de la frontera griega, es en cierto sentido la capital de la producción del vino en Turquía. Con apenas 3.500 vecinos, tiene sin embargo 30 bodegas.

A finales de septiembre, durante la época de la vendimia, las calles de la ciudad se llenaron de tractores cargados de uvas mientras las mujeres, vestidas con shalwar (los pantalones sueltos de tejidos coloridos que llevan las campesinas) y blandiendo los cuchillos curvos de podar, recorrían las pequeñas viñas que se cobijan en las faldas del monte Tekir. De vez en cuando, a uno le llegaba un vago aroma a alcohol.

Según los historiadores locales, la viticultura se ha practicado en estas tierras desde tiempos antiguos; de hecho, desde el Imperio Bizantino. Pese a que el islam prohíbe a sus fieles consumir vino, los gobernantes otomanos permitían su elaboración, merced a la presencia en la región de una comunidad griega que permaneció allí hasta el intecambio de población que se efectuó en 1923 entre Grecia y la Turquía moderna.

"No tenemos una cultura del vino", dice Tezcan Gurkan, un experto que trabajó durante 18 años en Tekel, el monopolio estatal del alcohol, antes de fundar su propia bodega, Ganos, en 1980. "Nuestra cocina -los tomates, el queso, el melón- se acompaña de raki [bebida alcohólica tradicional elaborada con anís], no de vino".

Turquía es el cuarto mayor productor de uva del mundo con 570.000 hectáreas, pero, de acuerdo con la Organización Internacional de la Vid y el Vino, se sitúa sólo en el 39º lugar entre los países productores de vino, con un columen de 250.000 hectolitros en 2004. Es además el tercer productor de uvas de mesa y la líder mundial en producción de uvas pasas.

"Tenemos que modificar los hábitos de consumo de los turcos, para que el vino se haga con un lugar en sus mesas", reconoce Gurkan.

Con un mercado de reducidas dimensiones y una producción basada en prácticas tradicionales, el vino turco fue durante mucho tiempo una bebida de mala calidad que repugnaba a los paladares delicados. Pero los dos últimos decenios han asistido al surgimiento de una nueva industria que, según Gurkan, ya ha cosechado cierto éxito.

"Ahora se producen en Turquía todas las castas reputadas y también contamos con vinos que pueden resistir las comparaciones en el mercado mundial", asegura Gurkan, cuya producción, de alta calidad y limitada a los 60.000 botellas al año, se vende a través de internet a un selecto puñado de clientes.

Hay cinco castas autóctonas turcas que son muy apreciadas. "Entre las uvas tintas, tenemos las bogazkere y las okuzgozu, picantes y procedentes del este del país, y las elegantes y afrutadas kalecik karasi, de Anatolia central", explica Mehmet Yalcin, director de la revista gastronómica 'Gusto'. "Luego tenemos las uvas blancas emir, ácidas y crujientes, de Capadocia, y las narince, del mar Negro, que poseen más cuerpo", añade.

Los vinos turcos, que ahora se venden bajo cientos de marcas distintas, también han encontrado su mercado. "La gente ha empezado a interesarse más por el vino. Hoy en día, ya compran atendiendo a la variedad de uva y a la añada. Intentan probar diferentes sabores", dice Esat Ayhan, propietario de La Cave, la mayor tienda de vinos de Estambul.

Ayhan explica que sus clientes suelen proceder de los estratos más elevados de la sociedad o de las clases intelectuales; altos ejecutivos, artistas, diplomáticos extranjeros y estudiantes universitarios. Añade, sin embargo, que los fuertes impuestos que gravan el vino le impiden llegar a un sector más amplio de la sociedad.

"Hay un impuesto especial sobre el vino que se acumula sobre el del valor añadido. El resultado es que para beber vino en Turquía te tienes que gastar 15 liras turcas (unos nueve euros), mientras que en Europa el vino de mesa cuesta entre uno y tres euros. Esto desanima a los clientes", sentencia Ayhan.

Sería imprescindible rebajar los impuestos para que el vino fuese asequible en un país donde el salario mínimo está en los 260 euros. Pero eso es impensable con un Gobierno islamista que, nada más llegar al poder, subió todos los impuestos sobre el alcohol.

Fuente: elmundovino.elmundo.es

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