Al lado de la música, de la capoeira y de los bloques africanos, la culinaria también es un ejemplo de la preservación de los orígenes culturales africanos en Bahía. La moqueca (guiso a base de pescado o camarón); es uno de los platos principales de la cocina local, siempre utilizando condimentos fuertes. Los frutos del mar o peces, son cocidos con aceite de palma (dendé), pimentón, tomate, culantro, cebolla y leche de coco. Acompañan pirão y harina de yuca con aceite de palma (dendé). También existe el bobó de camarón (con leche de coco y crema de yuca), el vatapá (crema hecho con maní), el sarapatel (menudencias de cerdo picados y cocidos) y el caldo de sururu (molusco tipo lambreta o minimejillón). El ají, casi siempre fuertísimo, es servido aparte.
Acarajé - Existe hasta guerra entre los manjares bahianos en busca del "título" de bandeja más frecuentado de Salvador. Actualmente, 4 mil bahianas producen cerca de 12 millones de aracajés por mes en la ciudad. Este manjar es un croqueta de frijol-castilla servido con vatapá, camarón frito y ají. En la preparación, el frijol es lavado para retirar la cáscara, pasado por un molino de cereales y mezclado con agua, sal y cebolla. Esta pasta es transformada en croquetas, fritas por cerca de 5 minutos en el aceite de palma (dendé).
Lambreta - Se trata de una especie de mejillón vendido en varios lugares - de los quioscos de playa, como aperitivo (en este caso, siempre es conveniente verificar la higiene del lugar) hasta buenos restaurantes, como entrada. El consumo es estimulado por dos leyendas: dicen que cura la resaca y que tienen propiedades afrodisíacas. La preparación es simple. Limpia de arena y del limo con un cepillo, es llevada para cocinar en una olla con poca agua, culantro, cebolla, sal y aceite. El caldo es revigorizante. Algunas casas sirven lambreta a la parrilla o con salsas a base de vino blanco.
Si no existiera nada de atractivo, bastaría la culinaria de Salvador para ser atrayente al mundo. Pero, no sólo de la tradicional comida bahiana viven los nativos de Salvador. Por todo el Salvador de Bahía, encontramos restaurantes de las más diversas y exóticas cocinas internacionales, atendiendo al más variado paladar, de manera que uno de los buenos programas de la ciudad es optar por un paseo gastronómico. Son muchas las opciones de la ciudad y sea cual fuera su elección, será difícil, resistir a la tentación de deleitarse de los más diferentes sabores ofrecidos en la ciudad.
Acarajé - Existe hasta guerra entre los manjares bahianos en busca del "título" de bandeja más frecuentado de Salvador. Actualmente, 4 mil bahianas producen cerca de 12 millones de aracajés por mes en la ciudad. Este manjar es un croqueta de frijol-castilla servido con vatapá, camarón frito y ají. En la preparación, el frijol es lavado para retirar la cáscara, pasado por un molino de cereales y mezclado con agua, sal y cebolla. Esta pasta es transformada en croquetas, fritas por cerca de 5 minutos en el aceite de palma (dendé).
Lambreta - Se trata de una especie de mejillón vendido en varios lugares - de los quioscos de playa, como aperitivo (en este caso, siempre es conveniente verificar la higiene del lugar) hasta buenos restaurantes, como entrada. El consumo es estimulado por dos leyendas: dicen que cura la resaca y que tienen propiedades afrodisíacas. La preparación es simple. Limpia de arena y del limo con un cepillo, es llevada para cocinar en una olla con poca agua, culantro, cebolla, sal y aceite. El caldo es revigorizante. Algunas casas sirven lambreta a la parrilla o con salsas a base de vino blanco.
Si no existiera nada de atractivo, bastaría la culinaria de Salvador para ser atrayente al mundo. Pero, no sólo de la tradicional comida bahiana viven los nativos de Salvador. Por todo el Salvador de Bahía, encontramos restaurantes de las más diversas y exóticas cocinas internacionales, atendiendo al más variado paladar, de manera que uno de los buenos programas de la ciudad es optar por un paseo gastronómico. Son muchas las opciones de la ciudad y sea cual fuera su elección, será difícil, resistir a la tentación de deleitarse de los más diferentes sabores ofrecidos en la ciudad.
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