viernes, 24 de julio de 2009

La Vuelta de un Clásico





Dicen que los clásicos nunca mueren


A pesar de los vaivenes económicos de la Argentina y de las desavenencias coyunturales, Félix Clásico reabrió sus puertas para los amantes de la cocina gourmet. Inaugurado el 29 de agosto de 1956, llevó originalmente el nombre de su dueño y fundador, Félix Estrada. El restaurante, ubicado en la esquina de Freire y Guifra, en Avellaneda, parecía tener un destino de hospitalidad, ya que durante casi un siglo había sido posada de carreros. El primer plato fue un guiso de carne con legumbres, muy nutritivo, ideal para aplacar el apetito de los clientes inaugurales: el grupo de obreros de la fábrica vecina. Ellos hicieron correr la voz y, semanas más tarde, sus compañeros hacían cola para conseguir mesa. Durante los primeros cuatro años el único público fueron los trabajadores. Era la época del boom industrial y Avellaneda era su epicentro. Cuando asomó la década del ‘60, Félix comenzó a introducir algunos cambios en el menú e incorporó platos más elaborados, a base de pescado. Sin sospecharlo, nacía la leyenda.



Las carnes asadas, de a poco, fueron cediendo terreno ante las ranas, el pulpo y el bacalao, preparados según recetas tradicionales españolas y la fama de semejantes manjares comenzó a acercar a otro público. Para entonces se vivía el boom de la creatividad. El abanico social se abrió en todos los campos y el restaurante vio llegar a músicos, pintores, políticos, artistas, deportistas, empresarios y diplomáticos. Después de pasar turbulencias económicas y cierres indeseados, hoy Félix vuelve a ser un mito viviente con la mejor cocina tradicional. Esta nueva etapa propone una amplia oferta gastronómica. Dentro de la carta se destacan: ranas, langostas, caracoles a la calabresa, cordero, cochinillo, ravioles de ostras, pastas con aquel estofado, como lo hacían las abuelas, asado de tira y ojo de bife.

Freire 794 y Guifra, Avellaneda.
www.felixclasico.com

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