Recorriendo fila
tras fila de cepas plantadas en el exuberante valle de Asoke, la primera
mujer enóloga de Tailandia explica por qué piensa que las mujeres, por
definición, hacen el vino mejor que los hombres. "Ante todo, las mujeres
tienen mejor sentido del gusto que los hombres", dice Nikki Lohitnavy,
sontiente. "Y se fijan en los pequeños detalles. Me parece que a veces
los tíos no lo hacen...".
Nikki recorre la viña de su famila, GranMonte, en pleno parque nacional
Jao Yai, a 155 kilómetros al norte de Bangkok, hasta llegar a la bodega
que abrieron en diciembre pasado. La finca, que tiene 10 años de
existencia, llevaba anteriormente sus uvas a una bodega cercana, que
disponía de equipamiento para elaborar vino, hasta que Nikki se hizo
cargo personalmente de la tarea después de estudiar enología durante
cuatro años en Australia.
La joven graduada, de 22 años, ahora quiere "demostrar que puedo hacer este trabajo tan bien como un hombre", haciéndose cargo de la empresa y de sus empleados, todos ellos hombres.
Explica la enóloga: "En la sociedad tailandesa, las chicas, en cualquier trabajo, siguen siendo consideradas inferiores a los hombres. Otros países ya lo han superado, pero en Tailandia sigue siendo así".
Tras explicar la ciencia y la técnica de los enormes depósitos de acero inoxidable, las diminutas probetas y las barricas de roble francés, Nikki sugiere que los prejuicios sobre su sexo no son los únicos obstáculos a los que se enfrenta como enóloga que ataca el mercado interior tailandés.
Aunque el negocio familiar está creciendo, con una casa de huéspedes abierta al enoturismo y el lanzamiento del primer rosado de GranMonte, las ventas de vino, de una producción de unas 60.000 botellas anuales, están "claramente en descenso".
Además de una recesión severa, el consumo de vino en Tailandia se ve frenado por altos impuestos de lujo, la prohibición de toda publicidad del alcohol y la competencia por parte de las bebidas, más tradicionales y más baratas, del país: la cerveza y el whisky.
"Y si la gente ya está bebiendo vino, todavía prefiere el importado al tailandés", dice. "Piensan que los vinos tailandeses no pueden ser muy buenos. Pero opino que todo eso lo podemos cambiar".
Es un sentimiento que comparte su padre, Visooth Lohitnavy, presidente de GranMonte y de la Asociación Tailandesa del Vino, creada en 2004 para mejorar el nivel de calidad y promover los vinos tailandeses un decenio después de que se produjesen los primeros.
"El vino no está en nuestra cultura, pero las personas más educadas con buenos ingresos beben vino, y es una bebida muy social", dice el padre de Nikki. "A la joven generación le encanta aprender, pero la vieja sigue opinando que solamente es bueno el vino francés".
Pero, internacionalmente, hay bastante interés por los 'vinos de las Nuevas latitudes', expresión acuñada para describir los vinos de Tailandia, Brasil, India y demás países situados fuera de las zonas generalmente consideradas como adecuadas para el cultivo de la vid.
"En el pasado, la gente pensaba que no era posible", dice Kim Wachtveitl, director de desarrollo comercial de la mayor bodega del Sureste asiático, Siam Winery, que exporta hasta el 75% de sus 300.000 botellas al año hacia 19 países.
Añade: "Si solamente se transfieren conocimientos del viejo mundo al nuevo y de allí a países como Taliandia, naturalmente que no funciona. Pero si se aprenden el ciclo climático, los monzones y cómo eso afecta el crecimiento y la fructificación de las cepas, sí que es posible".
El tiempo siempre caluroso permite dos vendimias al año, pero sin tiempo para que las cepas descansen esta producción continua re3sulta en una pérdida de calidad de la uva de castas clásicas para su vinificación. Por eso la mayor parte de las bodegas tailandesas desafían actualmente ese ciclo natural imponiendo una 'hibernación forzosa' a sus plantas, a base de podarlas durante uno de los períodos de cosecha. Aunque cuesta tiempo y trabajo, este proceso tiene sus ventajas.
"Significa que puedes programar la vendimia para la parte más seca del año", explica Denis Gatlin, periodista australiano del vino especializado en la producción asiática. "Si las uvas maduran en temporada de lluvias tienes todo tipo de enfermedades criptogámicas".
Para Gatlin, el sistema está "funcionando muy bien". Dice que la calidad de vinos como el GranMonte Syrah 2006 (premiado en el concurso Syrah du Monde en Francia el año pasado) es "extraordinaria considerando las condiciones a las que se enfrentan". Y añade: "El sector está recibiendo medallas y premios. Es reconfortante que cumplan con las expectativas internacionales y aumenten la curiosidad de los consumidores, particularmente en el contexto de la cocina thai".
Tailandia, como India y Japn, se ha beneficiado de la promoción de sus vinos junto a su cocina nacional, más conocida y reputada. La Siam Winery, por ejemplo, suministra vino a 400 de los 1.000 restaurantes tailandeses de Gran Bretaña, que es su mejor mercado.
"Nuestros vinos están bien con la cocina internacional, pero en el punto en que estamos hay que colocarlos en su contexto", dice Wachtveitl. "Chile tardó 20 años y Australia 25 hasta que entraron en los principales mercados. Pero eso no significa que no estemos preparados para demostrar algo".
Allá en Jao Yai, la ambiciosa Nikki muestra la misma confianza, preparando una cata a ciegas de sus vinos con otros australianos y franceses.
"No creo que la gente supiese decir en qué copa estaba el vino tailandés", dice.
Fuente: elmundovino.elmundo.es
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