1) Nada está prohibido
Hay alimentos más y
menos convenientes. Tenés que saber elegir y poner en práctica la
flexibilidad, sin ser rígida ni permisiva. Te podés programar un “gusto”
por semana en la etapa de descenso (más en la de mantenimiento). Si
seguís las pautas cotidianas de alimentación y ejercicio, no influirá
negativamente en los resultados que muestre la balanza.
2) Mimate a diario
Pensá
que la salud necesita del cuidado de todos los días, no sólo de los
últimos meses del año, cuando se acerca el "calorcito".
3) Olvidá la “dieta”
Focalizá
en el cambio progresivo de hábitos alimentarios y estilo de vida. Si lo
tomás como un proceso de aprendizaje, podés bajar la ansiedad y hacer
un tratamiento paulatino pero con continuidad.
4) Tomá mucho
Incorporá
abundante cantidad de líquidos sin calorías a lo largo del día (no
menos de 2,5 litros) y en cada comida. Empezá cada almuerzo y cena con
un tazón de caldo o sopa de verduras, u otro líquido en los días de
calor.
5) Distribuí las comidas
Tiene que
haber, como máximo, tres horas entre cada una. Colabora en la
aceleración del metabolismo, el mayor gasto de calorías y la regulación
del nivel de hambre. Hacé las cuatro comidas principales (dándole mucha
importancia al desayuno) y dos colaciones.
6) ¡Acordate de las verduras!
Empezá
el almuerzo y la cena, después del caldo, con un plato abundante de
verduras (de todos los colores) crudas o cocidas. Te da mayor valor de
saciedad y sirve para achicar el tamaño de las porciones.
7) Sí a las frutas
Incluílas como colaciones (para comer durante el día, cuando tenés
hambre) y como postre. Cuanto más variadas, mejor. Sumá al menos tres
unidades diarias.
8) No te olvides de las proteínas
Las
magras (no acompañadas de grasas) están en los lácteos (leche, yogur y
queso) descremados, carnes rojas y blancas desgrasadas y huevo. Aumentan
el gasto metabólico, brindan sensación de plenitud (te sentís "llena") y
hacen que se quemen más calorías.
9) Entrenate en el “comer conciente”
La
mayoría de nosotros no presta atención a la calidad ni a la cantidad de
lo que come, somos “consumidores automáticos”. Pero podés cambiarlo:
tomate el tiempo necesario, disfrutá de las comidas, masticá más, usá
cubiertos y evitá mirar la TV o la computadora. Así, registrás la
saciedad.
10) Elegí una actividad física que guste
Que
resulte divertida es la clave para poder sostenerla en el tiempo.
Empezá de a poco si sos sedentaria y, en lo posible, con el
asesoramiento de un instructor o profesor. El movimiento va de la mano
de la buena alimentación, son los dos pilares esenciales.
Por
la licenciada Viviana Viviant, nutricionista especializada en obesidad y
personal trainer, autora de “Frutas y verduras: los superalimentos que
curan”. www.nutricionyvidasana.com.ar
Foto: Clarín, Ariel Grimberg
Fuente: entremujeres.com
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