Los factores emocionales, la ansiedad y el estrés se relacionan con el 90% de los casos de insomnio.
La falta crónica de descanso repercute en la vida diaria, desde menor
rendimiento intelectual hasta mayor riesgo de accidentes. La importancia
de consultar al médico.
Un estudio realizado en los EEUU arrojó que casi dos de cada 10 personas sufren trastornos del sueño,
y que la inmensa mayoría de los casos de insomnio y otros trastornos
del sueño se relacionan con factores emocionales, ansiedad y estrés, en
tanto que otras se vinculan a afecciones como la fibromialgia o el dolor
neuropático.
Esta problemática produce un serio deterioro en la calidad de vida:
desde disminución de la concentración e irritabilidad constante hasta
un mayor riesgo de accidentes, afecciones cardiovasculares y otros. Por
ello, aconsejan consultar con un especialista en medicina del sueño, y
no automedicarse. Así lo afirmaron expertos durante el último Foro de
Dolor y Neurociencias de Pfizer, realizado recientemente en la ciudad de
Mar del Plata, con la presencia de más de 200 médicos de todo el país.
El doctor Rakesh Jain, director de Investigación de Drogas
Psiquiátricas para R/D Clinical Research en Lake Jackson, Texas, EEUU, y
orador en dicho encuentro, declaró que “en pacientes con dolor, el sueño se ve interrumpido muy a menudo,
lo que les causa un significativo sufrimiento y aflicción. Pero lo más
importante es que la dificultad para dormir hace que el dolor no sea
bien tratado. Por lo tanto, atacar los problemas de sueño en pacientes
con dolor crónico es un objetivo clínico importante”.
Asimismo, el doctor Thomas Roth, director de la División de Medicina
del Sueño del Henry Ford Sleep Research Center (EEUU), quien participó
en el desarrollo de contenidos de la Cumbre, destacó que “existe un círculo vicioso entre la perturbación del sueño y los desórdenes de ansiedad y dolor.
No sólo es una comorbilidad frecuente, sino que muchos pacientes
reportan que el sueño es el mayor problema asociado a su dolor. Por
ello, en la actualidad reconocemos que tratando la ansiedad o el dolor
sin tratar la alteración del sueño es virtualmente imposible”, dado que
se encuentran intrínsecamente relacionadas. “Es por eso que lo mejor
sería utilizar una sola medicación que se sabe que tiene efecto para los
dos problemas”, recomendó.
Al respecto, el doctor Facundo Nogueira, jefe del Laboratorio del
Instituto Argentino de Investigación Neurológica Sueño (Iadin), destacó
que “existe un sinnúmero de patologías de diversa índole que afectan la
continuidad y la calidad del sueño, que pueden ser de origen
respiratorio, neurológico, emocional u orgánico. Estos desórdenes
alteran la calidad del descanso nocturno y repercuten directamente en el
funcionamiento del cerebro durante el día”. En especial, “el 90% de los
casos de insomnio se asocian a factores emocionales, bien conocidos en
la fibromialgia, o a estrés. El insomnio es común en sujetos que padecen
depresión o cuadros de ansiedad”.
Según Roth, “demasiado a menudo, los médicos no preguntan a sus pacientes sobre cómo duermen. Además, las personas pueden no hacer una asociación entre su sueño y un problema de ansiedad o dolor.
Por ello, quienes van a ver a su médico por un problema de dolor o
ansiedad tienen que contarle sobre sus problemas para dormir, y hablar
sobre lo que ocurre luego de una buena o una mala noche de sueño.
Finalmente, esos pacientes necesitan conocer y practicar una buena
‘higiene del sueño’. Esto incluye ir a la cama a la misma hora todas las
noches, no beber alcohol ni bebidas con cafeína, ni comer dentro de las
dos a tres horas antes de ir a dormir. También deberían asegurarse de
que el dormitorio propicia el sueño, en términos de temperatura y
ruido”.
En los EEUU, se calcula que entre 50 y 70 millones de personas sufren
de algún trastorno de sueño, entre los que se incluyen dificultad para
conciliar el sueño o permanecer dormido (insomnio), somnolencia diurna
(hipersomnia), dificultades con el ritmo del sueño (horario regular) y
conductas anormales durante el sueño (terrores nocturnos, sonambulismo).
Para mejorar el sueño existen múltiples abordajes, desde cambio de
hábitos hasta medicación. Pero “lamentablemente muchas personas padecen
problemas del sueño y se automedican, muchas veces en forma incorrecta,
aumentando las dificultades con diversos sedantes. Desde ya, y como
siempre, la sugerencia es que consulte a su médico”, consignó Nogueira.
Enfermedades dolorosas
La presencia de molestias diversas a la hora de dormir dificulta la conciliación del sueño o
lo fragmentan alterando su continuidad. Es común que los pacientes que
padecen dolores, parestesias (hormigueos), depresión o ansiedad durante
la noche no puedan dormirse o se despierten recurrentemente. Esto es
habitual en quienes sufren de dolor neuropático y fibromialgia, dos
afecciones dolorosas crónicas.
“Resulta fundamental controlar el dolor en pacientes con neuropatía, fibromialgia
y cualquier otra condición clínica asociada a dolor crónico con
afectación del sueño”, recomendó Nogueira, ya que “la efectividad en
estos cuadros de los analgésicos comunes (analgésicos no esteroideos o
AINE, derivados de la aspirina) suele ser escasa”.
Qué ocurre cuando no se descansa bien
Durante el sueño se llevan a cabo una serie de procesos químicos y
metabólicos indispensables para que el cerebro pueda funcionar
adecuadamente al día siguiente. Es por ello que el organismo de un adulto necesita entre siete y ocho horas promedio por noche de sueño de buena calidad.
Cuando los trastornos se prolongan a lo largo del tiempo, “generan
sensación de sueño no reparador por la mañana, asociado muchas veces a
embotamiento y cefalea matutinos. Además, estos sujetos suelen referir somnolencia diurna excesiva
que se presenta en diversas situaciones, pudiendo incluso afectar la
integridad y seguridad del que la padece y de terceros, cuando por
ejemplo aparece mientras se conducen vehículos o durante el manejo de
maquinaria de precisión”, indicó Nogueira, quien destacó que los
pacientes con trastornos del sueño “tienen entre 7 y 10 veces más riesgo
de padecer accidentes de tránsito”.
Además, habitualmente los afectados sufren irritabilidad y mal humor
constante, producto de la falta de descanso, lo que se asocia con
frecuencia a conflictos sociales y personales. Otra repercusión se
observa en el rendimiento intelectual, ya que “la somnolencia diurna afecta la capacidad de atención y con ello el aprendizaje y la cognición. La merma en el rendimiento escolar o laboral es moneda corriente”, afirmó el médico.
Dentro de los últimos avances en este campo, Jain subrayó que
“nuestra comprensión de que el dolor es peligroso para el cerebro es un
nuevo desarrollo crítico”. En este sentido, un artículo publicado hace
un tiempo en The Journal of Neuroscience señaló que el dolor
crónico daña áreas de la corteza cerebral no relacionadas al dolor, y
que la causa podría deberse a una alteración de la conectividad en
regiones corticales que se activan durante el descanso, según observaron
mediante resonancias magnéticas funcionales en personas con dolor de
espalda crónico.
Por otra parte, la alteración del sueño repercute directamente sobre
el aparato cardiovascular. Por distintos mecanismos bien conocidos, “se
sabe hoy en día que muchos pacientes que padecen trastornos del sueño
tienen un mayor riesgo de sufrir hipertensión arterial, arritmias,
ataques cardíacos y cerebrovasculares”, aseveró Nogueira.
¿Quiénes duermen mal?
Algunos síntomas que indican que se está sufriendo un trastorno del sueño son:
• Levantarse en la mañana embotado, con cefalea o sensación de sueño no reparador
• Sentir somnolencia diurna o cansancio crónico
• Padecer tendencia al sueño incluso en situaciones pasivas y de baja estimulación
• Roncar
• Presentar pausas respiratorias durante el sueño o despertares bruscos y reiterados durante el sueño
Ante la presencia de estos u otros signos que sugieran que el sueño
es insuficiente o de mala calidad, el paciente debe consultar a un
médico formado y entrenado en el manejo específico de estos trastornos.
Son numerosas las patologías que pueden afectarlo y requieren un
análisis y estudio detallado.
Algunos consejos
Es necesario dedicarle al descanso la cantidad de horas necesarias:
en el adulto, nunca menos de siete horas por noche, y estar atentos a la
calidad del mismo.
Entre las medidas que ayudan a dormir bien por la noche se encuentran:
• Controlar el sobrepeso
• Dejar pasar dos horas entre la cena y el acostarse
• Evitar los ejercicios intensos en las últimas horas del día
• No consumir café o estimulantes luego de las 18
• Minimizar el consumo de alcohol con la cena
• Tratar adecuadamente las enfermedades crónicas que se padezcan, y
fundamentalmente aquellas que ocasionan síntomas nocturnos (dolores,
falta de aire, tos, etc.)
• No automedicarse
Fuente: saludable.infobae.com
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