Desde que en el año 900 el café llegase a Yemen, y después de luchar contra prohibiciones por tratarse de “una bebida dañina para las buenas costumbres”, todos conocemos hasta donde ha llegado la pasión por esta bebida, y algo le debemos a Yemen.
Las primeras noticias que se tienen del café, o del primer intento de algo parecido, se remontan al año 500 a.c. cuando éste era consumido por tribus de África, elaborando una especie de vino al fermentar el fruto y mezclarlo con grasa. Pero fue hacia el año 900 cuando el café llega a Yemen en caravanas de mercaderes árabes, quienes hervían la semilla del café, produciendo un vino de gran aceptación conocido como Q’Ahwah o Kahwah.
A partir de esa primera toma de contacto con ese “seudocafé”, su difusión por toda Arabia y otros países musulmanes fue imparable, y más tarde su viaje hacia otras latitudes, donde rápidamente consiguió seducir a aquellos que lo probaban, probablemente, eso sí, por su carácter adictivo. Hasta bien entrado el siglo XVI no encontramos las primeras menciones de un europeo acerca del café, concretamente el escritor y viajero Rauwolf, gran entusiasta de esta bebida.
Pero es ya a comienzos del siglo XVII cuando el café empieza a difundirse por Europa, y de nuevo vuelve a aparecer Yemen como actor protagonista. El café se denominó Caffé en Italia, Café en España y Coffee en Inglaterra, pero lo que nos interesa es que una de las variedades más aromáticas y solicitadas del café era traído a Europa directamente desde el puerto de Al Mukha, en la costa Oeste de Yemen, por lo que en Italia se llamó a esta variedad Caffé Mocha.
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