Por lo pronto, no es posible llegar a él en auto, ni por barco, ni en helicóptero, ni a pie. En realidad, la única forma de acceder al Jules es sumergiéndose seis metros bajo el mar con un equipo de buceo, nadando en medio de una fronda de manglares e ingresando a través de una escotilla de 1,5 por 2 metros que conduce a una "habitación húmeda", donde los huéspedes dejan sus equipos de buceo, se dan una rápida ducha, se cambian de ropa e ingresan en el hotel propiamente dicho.
Si lo que se espera encontrar es un Sheraton bajo el agua, es mejor cambiar de planes. El Jules es una estructura de acero y acrílico de 6 por 15 metros, sumergida a 9 metros de profundidad sobre el lecho de la laguna Esmeralda, en Key Largo, un vivero natural para una rica variedad de especies marinas tropicales, que incluye peces ángel, peces loro, langostas, pargos y barracudas, entre otro centenar de variedades.
Tiene dos habitaciones con aire acondicionado, teléfono, intercomunicador y equipo de música y video, y una sala común con una cocina completamente equipada, biblioteca, y otras amenidades, todo diseñado por Richard F. Geary.
Si los espacios son un tanto constreñidos, la vista justifica toda la estrechez. Una ventana de un metro de diámetro permite observar el extraordinario paisaje submarino mientras uno escucha a Vivaldi y sorbe un margarita.
Ocasionales paseos por fuera del hotel, equipo de buceo de por medio, permiten admirar la fauna marina así como barcos hundidos, cañones y anclas herrumbrados, vestigios de antiguas embarcaciones perdidas en el tiempo.
Hay incluso una réplica sumergida de un galeón español, el San Pedro, diseñado por R. Duncan Matthewson III, el mismo que localizó los restos del galeón Atocha, que naufragó en 1622 por un huracán, y que permite familiarizarse con las técnicas de la arqueología marina.
El Jules es el único hotel submarino de Estados Unidos y uno de los cuatro que hay en el mundo. Los restantes se encuentran en Dubai, en las islas Fiji y en Vesteras, Suecia. Un quinto está previsto inaugurarse el año próximo en Estambul.
El nombre honra a Jules Verne y a su famoso Veinte mil leguas de viaje submarino . Fue inaugurado en 1986 por Ian Koblick, quien en los años ?70 había creado en el mismo sitio La Chalupa, un laboratorio de investigación submarino que fue el más avanzado de su época, y Neil Monney, un ex director de ingeniería oceanográfica de la Academia Naval de Estados Unidos.
Precisamente porque sus creadores son científicos, el Jules está lejos de ser una mera atracción turística. "Es la primera vez que un buzo aficionado puede experimentar las cosas que antes estaban reservadas a los expertos", dice Koblick.
Toda la operación del hotel es controlada por un centro de comando emplazado sobre la orilla de la laguna y supervisado por un director de misión. Está conectado al hotel por medio de un cable a través del cual se abastece aire fresco, agua, electricidad y comunicaciones. El monitoreo es permanente y el hotel cuenta con sistemas independientes de seguridad en caso de fallas.
Dado que solo puede hospedar a un máximo de seis personas, el Jules requiere reservas con mucha anticipación. A veces lo ocupan huéspedes que llegan independientemente y otras se trata de parejas amigas. En ocasiones, una pareja decide tomar todo el hotel para pasar una noche romántica bajo el mar y también se realizan fiestas y casamientos, que incluyen flores y una torta nupcial subacuática. La tarifa es de 470 dólares por noche, con un ingreso a las 13 y check-out a las 11 del día siguiente.
En caso de que en medio de este entorno mágico alguien sienta el incontrolable antojo de conectarse con algunas de las rutinas de la vida en superficie, puede levantar un teléfono y pedir una pizza a domicilio. Llegar, llega, aseguran en el Jules. Si llega caliente, es cuestión de suerte.
Si lo que se espera encontrar es un Sheraton bajo el agua, es mejor cambiar de planes. El Jules es una estructura de acero y acrílico de 6 por 15 metros, sumergida a 9 metros de profundidad sobre el lecho de la laguna Esmeralda, en Key Largo, un vivero natural para una rica variedad de especies marinas tropicales, que incluye peces ángel, peces loro, langostas, pargos y barracudas, entre otro centenar de variedades.
Tiene dos habitaciones con aire acondicionado, teléfono, intercomunicador y equipo de música y video, y una sala común con una cocina completamente equipada, biblioteca, y otras amenidades, todo diseñado por Richard F. Geary.
Si los espacios son un tanto constreñidos, la vista justifica toda la estrechez. Una ventana de un metro de diámetro permite observar el extraordinario paisaje submarino mientras uno escucha a Vivaldi y sorbe un margarita.
Ocasionales paseos por fuera del hotel, equipo de buceo de por medio, permiten admirar la fauna marina así como barcos hundidos, cañones y anclas herrumbrados, vestigios de antiguas embarcaciones perdidas en el tiempo.
Hay incluso una réplica sumergida de un galeón español, el San Pedro, diseñado por R. Duncan Matthewson III, el mismo que localizó los restos del galeón Atocha, que naufragó en 1622 por un huracán, y que permite familiarizarse con las técnicas de la arqueología marina.
El Jules es el único hotel submarino de Estados Unidos y uno de los cuatro que hay en el mundo. Los restantes se encuentran en Dubai, en las islas Fiji y en Vesteras, Suecia. Un quinto está previsto inaugurarse el año próximo en Estambul.
El nombre honra a Jules Verne y a su famoso Veinte mil leguas de viaje submarino . Fue inaugurado en 1986 por Ian Koblick, quien en los años ?70 había creado en el mismo sitio La Chalupa, un laboratorio de investigación submarino que fue el más avanzado de su época, y Neil Monney, un ex director de ingeniería oceanográfica de la Academia Naval de Estados Unidos.
Precisamente porque sus creadores son científicos, el Jules está lejos de ser una mera atracción turística. "Es la primera vez que un buzo aficionado puede experimentar las cosas que antes estaban reservadas a los expertos", dice Koblick.
Toda la operación del hotel es controlada por un centro de comando emplazado sobre la orilla de la laguna y supervisado por un director de misión. Está conectado al hotel por medio de un cable a través del cual se abastece aire fresco, agua, electricidad y comunicaciones. El monitoreo es permanente y el hotel cuenta con sistemas independientes de seguridad en caso de fallas.
Dado que solo puede hospedar a un máximo de seis personas, el Jules requiere reservas con mucha anticipación. A veces lo ocupan huéspedes que llegan independientemente y otras se trata de parejas amigas. En ocasiones, una pareja decide tomar todo el hotel para pasar una noche romántica bajo el mar y también se realizan fiestas y casamientos, que incluyen flores y una torta nupcial subacuática. La tarifa es de 470 dólares por noche, con un ingreso a las 13 y check-out a las 11 del día siguiente.
En caso de que en medio de este entorno mágico alguien sienta el incontrolable antojo de conectarse con algunas de las rutinas de la vida en superficie, puede levantar un teléfono y pedir una pizza a domicilio. Llegar, llega, aseguran en el Jules. Si llega caliente, es cuestión de suerte.
Fuente: lanacion.com
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