
Las latitudes del mundo ofrecen una multiplicidad de características emblemáticas, prácticas concretas y variaciones culturales que les dan la identidad y las hacen reconocibles frente a las demás regiones del planeta. Cada país guarda su propio reservorio de maneras de comer, que se articula con ceremonias gastronómicas puntuales, tradiciones ancestrales y costumbres emergentes que se adaptan a los nuevos tiempos. Basta con visitar la mesa de cualquier país para tener una aproximación a la vida de sus comensales. La comida habla mucho de la una sociedad y da cuenta de la pervivencia y la novedad. Las rutas gastronómicas mundiales sorprenden y cautivan. Europa ostenta un mosaico culinario muy colorido y variado en sabores, aromas y percepciones.
Francia se destaca como un punto de concentración de delicias gourmet, buenos vinos y un modo especial de vivir el disfrute de los manjares. Pero un hecho que distingue la mesa de ese país, es la inclusión de quesos en la comida y la importancia que se le otorga a este producto lácteo.
Después del segundo plato, los galos tienen la costumbre de deleitarse con una buena ración de untuosos manjares. Antes del postre, suelen servir un plato con variedad de quesos, donde se puede elegir entre los frescos, los curados, intensos, entre otros. Y el maridaje impone acompañarlos con una copa de vino tinto, para realzar aún más su sabor, y un pan de calidad única.

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