miércoles, 26 de septiembre de 2012

Huella hídrica, la certificación que viene

Se perfila como uno de los nuevos requerimientos que impondrán los mercados más exigentes. Calcula el volumen total de agua necesaria para producir un bien. En Mendoza ya existen agroindustrias interesadas en reducir la cantidad de agua que utilizan en sus procesos.

El interés de los países centrales por conocer en qué medida se afecta el ambiente en todo el ciclo de vida de cada producto que consumen (desde la producción primaria hasta el proceso de disposición final de los residuos), se traduce paulatinamente en mayores exigencias para quienes proveen de esos bienes.

Investigadores de organismos públicos y de empresas privadas han desarrollado métodos que permiten cuantificar el impacto ambiental de esos ciclos, obteniendo protocolos para minimizarlos y procedimientos de control y seguimiento de esas prácticas sustentables.

 Francia, Alemania y Japón, entre otros, han legislado sobre el tema y es de prever que algo similar ocurra en otros países. Si bien no se conocen aún antecedentes de prohibiciones del ingreso de productos a esos mercados, se sabe de casos en que los importadores priorizan la adquisición de productos con esas huellas de afectación ambiental cuantificada, preferentemente certificadas, por sobre los que no han sido sometidos al estudio correspondiente.

Indicador de sostenibilidad

La Ing. química Bárbara Civit, investigadora del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales del Centro Científico Tecnológico Mendoza del Conicet, señala que "la idea de sostenibilidad se fundamenta en asegurar que los recursos disponibles no se consuman más rápido de lo que se renuevan y que los desechos y emisiones no se liberen con mayor velocidad que aquella a la que pueden ser absorbidos por los distintos sistemas".

La especialista, que integra también el grupo científico Cliope de la Facultad Regional Mendoza de la Universidad Tecnológica Nacional -que investiga sobre energía, ambiente y desarrollo sustentable-, explica que diversos indicadores han sido propuestos para cuantificar la sostenibilidad de un producto, un emprendimiento o una actividad y que "entre ellos, el concepto de huella (como una medida cuantitativa de la apropiación de los recursos por parte del hombre) ha cobrado fuerza en la última década entre investigadores y científicos, pero también entre productores, consumidores y tomadores de decisión, de manera que una huella es entonces un indicador de sostenibilidad".

Las tres huellas

Hasta el momento, han sido definidas la huella ecológica, la huella de carbono y la huella hídrica (ecological footprint, carbon footprint y water footprint, respectivamente en inglés). La primera de ellas es "una medida de la carga impuesta por una población dada, a la naturaleza". La huella ecológica relaciona los consumos y las emisiones que se producen como consecuencia de las actividades humanas, con la superficie del planeta que se necesita para proveer recursos consumibles y absorber las emisiones y residuos generados.

La de carbono está íntimamente ligada a las emisiones de gases de efecto invernadero y al cambio climático, y se define como la cantidad neta de gases de efecto invernadero emitidos por un producto, un individuo, una organización o una nación en un período de un año.

"La huella hídrica es, de las tres, la más recientemente definida, y se refiere al cálculo del volumen total de agua consumida o contaminada -directa o indirectamente- por unidad de tiempo, para producir un bien o un servicio, o que consume un individuo, una comunidad o una fábrica", detalla Civit. El concepto es análogo al de la huella ecológica, pero cuantificando agua en lugar de superficie productiva.

"Este modo de cálculo -revela- ha permitido determinar, por ejemplo, que tomar un pocillo de café equivale a consumir 140 litros de agua, o que comer 1 kilo de asado representa beber 16.000 litros de agua, porque se tiene en cuenta toda el agua utilizada en los procesos involucrados en la cadena de suministro del producto".

Primeras señales

La Lic. Gabriela Puchol, auditor líder en Cuyo de Det Norske Veritas (DNV), uno de los principales verificadores de gases de efecto invernadero independientes que operan a nivel mundial (con oficina central en Oslo, Noruega), indica que "la mayoría de las empresas están recién comenzando a pensar en el cálculo de la huella de carbono y algunas ya lo están haciendo, pero hasta ahora pocas la certificaron en Argentina".

Puchol señala que "hay, sí, muchas consultas, sobre todo por huella de carbono y en menor medida por huella hídrica". El mayor número de esas consultas son de empresas de la industria alimentaria, como también de los rubros cemento, minería y electrodomésticos. "En la región de Cuyo -aclara- principalmente son empresas del área vitivinícola y los proveedores de esa industria (corchos, etiquetas, envases, etc.); además de empaque de uvas y, en otras regiones, procesamiento de frutas cítricas, entre otros sectores. Establecimientos que elaboran otros productos como snacks, azúcar, galletas, caramelos, gaseosas, también nos están consultando".

La referente zonal de DNV supone que "cuando esté terminada la Norma ISO 14067 podrían comenzar a exigirla varios países, pero a la fecha no hay nada cierto". Admite que "hoy es más bien una exigencia de algunos distribuidores mayoristas y minoristas; en algunos casos están recomendando que la calculen, pero no queda excluida la posibilidad de venderles si no tienen el cálculo de huella de carbono". Pero aclara que "en nuestra experiencia, vemos que algunos mayoristas o importadores compran más a las empresas que ya tienen el cálculo".

Esto es consecuencia de que "los consumidores de algunos países buscan empresas comprometidas a reducir la emisión de gases efecto invernadero, por lo cual los productos con el cálculo de huella son preferidos en las góndolas. Esto sucede en algunos países de Europa, Asia, principalmente, pero hasta ahora no hay exigencias gubernamentales", sostiene Puchol.

Por su parte, Oscar Pinco, socio de la certificadora Green Solutions Argentina, señala que "la huella y la huella del agua están íntimamente vinculadas, porque en el mundo ya se está hablando de la huella ecológica". Revela que "en Argentina, estamos trabajando concretamente con una empresa de Tucumán, una de las grandes citrícolas del país (la principal exportadora de limones de Suramérica), haciendo una auditoría de huella de carbono y huella de agua, porque uno de sus clientes, de Alemania, ya le está pidiendo la certificación de huella de agua también".


 *Esta nota fue publicada en el suplemento Fincas de Diario Los Andes.

El comercio del "agua virtual"

En los últimos años, en gran parte como consecuencia del incremento de la población mundial, se ha registrado un importante aumento en el consumo de agua dulce a escala global. En la mayoría de los países este aumento se relaciona con una mayor producción agrícola para el consumo interno. Sin embargo, numerosos países han incrementado el uso de agua dulce porque producen bienes primarios (commodities) para exportar a aquellos países que no pueden producirlos en sus territorios.

Este último es precisamente el caso de Argentina, que exporta agua en forma “virtual”, en productos agrícolas que tienen como destino el mercado externo. El “agua virtual” de un commodity es el volumen de agua que se usó para producirlo, extraída y medida en el lugar de producción.

Así, usar de manera sostenible el recurso hídrico resulta indispensable en un país como Argentina, que es netamente exportador de agua virtual, tanto en materias primas como en productos elaborados de base agrícola.
Fuente: Area del Vino

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