Existen actualmente diferentes técnicas quirúrgicas y no quirúrgicas para bajar de peso,
de acuerdo al perfil de cada persona y a la cantidad de kilos que se
deseen perder. Pero especialistas advierten que sólo son efectivas si se
acompañan con un cambio de actitud y estilo de vida del paciente.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el mundo, en los últimos 30 años los casos de obesidad aumentaron considerablemente (a más de la mitad).
Datos de 2008 indicaban que existían alrededor de 1.400 millones de
adultos de más de 20 años con sobrepeso, pero se espera que esa cifra
alcance a 2.300 millones en 2015. En la actualidad, mucho se avanzó en
el conocimiento de la enfermedad, y existen entre las alternativas de
tratamiento, diferentes técnicas, quirúrgicas (como el bypass o la banda
gástrica) y no quirúrgicas (tratamientos nutricionales, farmacológicos o
la colocación del balón intragástrico), que pueden ayudar a las
personas a bajar de peso.
La elección depende del perfil de cada persona, los kilos de más que
se deseen perder y fundamentalmente del compromiso del paciente por
cambiar su estilo de vida. “Ningún tratamiento es exitoso sin el compromiso del paciente
por cambiar su estilo de vida”, afirmó Rosa Labanca médica
nutricionista, directora de asistencia y docencia de la Sociedad
Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios (Saota).
El sobrepeso y la obesidad pueden ser perjudiciales para la salud, se
los relaciona directamente con la aparición de diabetes, problemas
cardiológicos, articulares, algunos cánceres (endometrio, mama, colon) y
de hecho se lo considera como el quinto factor de riesgo de muerte en
el mundo. Cada año fallecen por lo menos 2,8 millones de personas
adultas como consecuencia del sobrepeso o la obesidad. “Es importante
tratar a los pacientes cuando tienen sobrepeso (Índice de Masa Corporal
de 25 a 30) ya que es allí cuando estamos todavía a tiempo de prevenir o
evitar complicaciones mayores como la diabetes, la hipertensión y las
dislipidemias, además de las patologías locales como dolor de rodillas y
otros problemas articulares que no son menores como el lumbago o dolor
de espalda”, explicó la doctora. “La obesidad es por regla general la
gran responsable de la diabetes tipo 2: muchas veces bajando de peso en
un 10% podemos evitar esta enfermedad”, agregó. La especialista también
resaltó que es válido la realización de un tratamiento en aquella
persona que lo solicita por causas estéticas y en quien aún no se ha
manifestado una complicación mayor. “Debemos utilizar en estos casos
otra metodología”, aclaró.
El sobrepeso y la obesidad se definen como una acumulación anormal o
excesiva de grasa y se diferencian entre sí por el Índice de Masa
Corporal (IMC) un indicador que resulta de la división del peso corporal
por la altura elevada al cuadrado (por ejemplo, en una persona que mide
1.60 y pesa 60 kilos, deberá realizar la siguiente división: 60/2.56=
IMC: 23).
Según la OMS, un IMC por debajo de 25 es un peso normal, igual o superior a 25 determina sobrepeso y uno igual o superior a 30, obesidad.
“Se estima que en la Argentina más de la mitad de la población adulta,
sin distinción de sexo y edad, presenta exceso de peso: en un 35% de los
casos puede hablarse de sobrepeso y en un 18% de obesidad”, indicó la
especialista.
Alternativas de tratamiento
No quirúrgicos:
* Tratamiento clínico nutricional: controlar el
ingreso de energía alimentaria es uno de los tratamientos más efectivos y
el que debe acompañar cualquier otro tratamiento. En ese punto la
dietoterapia, dirigida a limitar el consumo de los alimentos “más
apetitosos” para cada paciente puede ser la manera de mitigar el hambre y
hacerla más tolerable. En algunos casos, cuando el paciente no puede
perder peso por un tiempo determinado, es necesario recurrir a otras
técnicas.
* Farmacológicos: existen en el mercado distintos
medicamentos con diferentes mecanismos de acción, que el médico puede
indicar según el perfil de cada paciente, ayudan con el tratamiento
aunque no son la solución. Algunos disminuyen la absorción de grasa en
el intestino y otros actúan sobre el apetito.
* Balón intragástrico: es un balón de silicona que
se coloca en el estómago del paciente. No es una cirugía, sino que se
realiza por vía endoscópica. Es un procedimiento transitorio que
consiste en la colocación de un balón en el estómago durante un período
de 6 meses y luego se retira. Al ocupar un 40% del estómago produce una
sensación de saciedad con la ingesta de pequeñas porciones de alimentos.
Se utiliza generalmente en pacientes que ya intentaron otro tipo de
tratamientos nutricionales o farmacológicos sin éxito y tienen un
sobrepeso de entre 15 y 20 kilos; en pacientes que presentan alto riesgo
quirúrgico o también en quienes requieren un procedimiento “puente” o
paso previo a una cirugía bariátrica (los pacientes obesos antes de
someterse a una cirugía, deben bajar de peso para evitar ciertos riesgos
quirúrgicos asociados a su obesidad). La colocación y su extracción son
procedimientos ambulatorios, el paciente vuelve a su domicilio el mismo
día. El procedimiento es realizado por médicos gastroenterólogos y
endoscopistas, especialmente capacitados en esta técnica y que cuentan
con equipos interdisciplinarios (endocrinólogos, psicólogos,
nutricionistas) que brindan al paciente un seguimiento integral. La
colocación del balón no es un procedimiento aislado sino un programa
para descenso de peso. Si bien la efectividad del tratamiento es en sí
misma alta (pérdida de peso promedio del 12% del peso inicial), el éxito
depende fundamentalmente de la adhesión y compromiso del paciente, ya
que los cambios de hábitos alimenticios y de ejercicio son un punto
importante y complementario.
Quirúrgicos:
La cirugía es un método reservado y recomendado para aquellos
pacientes cuyo IMC es superior a 40 refractarios a la dietoterapia,
farmacoterapia, psicoterapia y ejercicioterapia, o bien con un IMC de
35 pero con enfermedades asociadas como la hipertensión arterial o
diabetes tipo 2. Los procedimientos quirúrgicos más frecuentes son:
* Bypass gástrico: consiste en crear un pequeño
reservorio gástrico que se comunica con el intestino delgado,
“salteando” el resto del estómago, duodeno y primeras porciones de
intestino delgado. Su funcionamiento se basa en disminuir la capacidad
del estómago y generar rápidamente sensación de saciedad. Se estima que
en general permite un descenso de peso del 70%. Es un procedimiento
irreversible ya que se debe seccionar el estómago, el intestino delgado y
unirlos salteando una porción del tubo digestivo.
* Banda gástrica: se confecciona un pequeño
reservorio gástrico que restringe la ingesta y sólo permite el ingreso
de pequeñas cantidades de alimentos. Es un dispositivo que se coloca en
la parte superior del estómago, por cirugía laparoscópica, destinado a
desacelerar la digestión y estimular la saciedad precoz. Al igual que
con el bypass, la persona ingiere una poca cantidad de comida y queda
satisfecha más rápidamente. Provoca un descenso de peso similar al del
bypass.
“Tanto la cirugía como el balón intragástrico, mejoran rápidamente la
glucemia del paciente ya que produce cambios en ciertas sustancias
intestinales (las incretinas) que reducen el apetito y mejoran las
comorbilidades”, afirmó la doctora Labanca. Pero para que cualquiera de
estos tratamientos resulte exitoso, es clave contemplar entre otros los
siguientes factores: el análisis previo del paciente (determinar qué
método es el más adecuado ya que cada uno cuenta con ventajas y
desventajas); que sean realizados por un profesional entrenado que
cuente con un equipo interdisciplinario que brinde al paciente un
seguimiento integral, antes, durante y después del tratamiento; y
finalmente con el compromiso del paciente: ninguna de estas técnicas es
efectiva si no se acompaña de un cambio en el estilo de vida del
paciente.
Fuente: infobae.com
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