martes, 5 de mayo de 2009

Historia del comino

El término comino procede del latín cominum, que a su vez deriva del griego kyminon, nombre que reciben tanto la planta herbácea como la semilla empleada como condimento.

La planta del comino procede de la zona mediterránea, posiblemente de Egipto o Siria, donde su uso gastronómico y medicinal se pierde en la historia. Los primeros la empleaban de condimento en carnes, pescados o guisos y también como uno de los ingredientes para embalsamar a sus difuntos. Los babilonios la usaban como droga, extendiendo su uso en el tiempo a griegos y romanos que conocían su poder conservante. El naturalista Plinio (siglo I d.C. Como, Italia) cuenta que se puede emplear como sustituto de la pimienta, considerando sus semillas como 'el mejor aperitivo de todas las sazones'. El comino aparece mencionado en la Biblia como diezmo 'pagad un diezmo de menta y anís y comino...', teniéndose constancia de su cultivo en Palestina en escritos del Antiguo Testamento.

Su producción se extendió por Europa, abarcando inicialmente el sureste mediterráneo pasando posteriormente al centro y este del continente. También se llevó a América Latina entorno al siglo XVI a través de los conquistadores españoles. En la Edad Media la cultura popular dotó al comino del poder de la fidelidad por lo que se empleó como amuleto en las bodas o como elemento protector, ya que, por ejemplo, cuando un soldado alemán partía a la guerra se llevaba consigo una botella de vino y una hogaza de pan condimentados con comino, elaborados por su novia o esposa.

Su uso fue disminuyendo de forma gradual sustituyéndose por la alcaravea (comino de prado), de sabor y aroma similar pero menos intenso.

Consumo y producción
Gastronómicamente esta planta es imprescindible en la cocina actual de la práctica totalidad de países árabes del norte de África, Asia Menor, India, Turquía, sureste europeo, países del Este de Europa y en los platos más comunes de México.

Los principales exportadores de esta especia son Turquía, India, Irán, Chipre, Egipto y actualmente China; y entre los mayores consumidores destacan los países europeos, EEUU y la zona árabe del norte de África.

El pequeño tamaño de su fruto ha propiciado que el castellano emplee comino en sentido figurado para describir una cosa insignificante y sin valor con expresiones como 'me importa un comino' o 'no vale un comino'.

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