En los textos que de aquella época conocemos actualmente, son palpables el protagonismo y la importancia que entonces tenían los manzanos: en muchas ocasiones se empleaban como regalos o valiosas ofrendas. Los romanos preferían el vino, pero en las tierras que conquistaron se percataron de la tradición que en ellas había de elaborar sidra. Ellos, sin embargo, empleaban la sidra con fines curativos. Cuando el emperador romano Plinio entró en Asturias (23-79 d.C.) dijo, al parecer, que la sidra era una "bebida típica de este lugar".
Otros investigadores creen que el origen de la sidra está en una bebida que los celtas extraían de las manzanas. Según estos autores, fue dicha civilización quien dió a conocer esta bebida por toda Europa, pero, sin embargo, fueron los árabes quienes, mediante avanzados sistemas agrarios, extendieron las clases de manzanas y las técnicas para su producción por todo el continente.
Jose Uria Irastorza, autor del libro "Sagardoa", afirma que en algunas inscripciones del País Vasco anteriores al siglo VII aparecen nombres y apellidos que tienen en su raíz la palabra "sagar"(manzana). Los manzanales que el rey de Navarra Sancho el Grande obsequió en el año 1014 al monasterio de Leire, son un fiel reflejo de la presumible predilección que hacia la manzana había en aquella lejana época. De todas formas, será en el siglo XIII cuando los escritos hablen de la sidra. En un poema de aquella época se hace alusión por primera vez a la sidra o "al fermento sin brillo que los vascos hacen con manzanas de mal aspecto".
Pero a pesar de que en el País Vasco también se elaboraba sidra, Asturias ha sido desde aquella época la región más importante dentro del mundo de la sidra; y no sólo en lo que a su producción se refiere, sino también en cuanto a la tradición de beber sidra.
Históricamente, la sidra y los manzanos han sido elementos muy apreciados en esa región y ha sido una bebida muy querida por sus reyes durante muchos años. El pueblo, cuando se encontraba presionado por las deudas o tenía que realizar una ofrenda recurría a menudo a la sidra. Tal y como nos ha mostrado la historia, el crecimiento del sector sidrícola está totalmente relacionado con la situación económica del pueblo y el consumo se disparó en épocas de expansión económica. Así ocurrió en Asturias durante los siglos XII, XIII y XVIII.
Los años posteriores a la última Guerra Civil, fueron duros para esta bebida, ya que el régimen franquista prohibió su producción y consumo. Como consecuencia de la política contra la territorialidad llevada a cabo por el régimen, el consumo de la sidra descendió alarmantemente hasta el punto de que muchos temieran por su desaparición. Sin embargo, en la década de los 80 se produjo un esperanzador incremento de los manzanos y del consumo de la sidra.
La sidra en Europa
Esta bebida ha sido desde siempre un producto de gran tradición en los países de la costa atlántica, sobre todo en Francia, Inglaterra, Bélgica, Irlanda y Alemania. Los expertos señalan que la primera referencia que tenemos sobre la sidra se remonta a la época de Carlomagno (principios del siglo IX).
Francia es el principal país productor de sidra en Europa. Según los investigadores, en ese estado conocen la sidra desde los siglos V y VI, pero fue, sin embargo, en el siglo XV cuando la sidra experimentó un importante impulso debido al cambio climático que favoreció a este sector. Durante el siglo XVI, gracias a los sistemas de prensado que los reyes importaron de España, las técnicas de producción de la sidra se modernizaron. Luis XVI, al parecer, menciona frecuentemente en sus escritos la sidra.
Los primeros manzanos que se encontraron en Gran Bretaña fueron plantados por los romanos, pero los entendidos aseguran que los primeros indicios de la sidra son posteriores a la conquista de los normandos. Ellos fueron quienes llevaron nuevas clases de manzana y quienes establecieron la tradición sidrícola que hoy en día tiene lugar en la isla.
La sidra en America
Cuando los europeos conquistaron América llevaron consigo las técnicas de cultivo de manzanas y elaboración de sidra. Para el año 1629 los manzanos estaban completamente implantados en las colonias de Virginia y Massachusetts. Las manzanas que estos árboles daban no eran dulces ni licuosas y por esa razón fueron destinadas a la elaboración de sidra. En 1767 se bebía aproximadamente 1'14 barriles de sidra por persona en el estado de Massachusetts y los alumnos de Harvard consumían diariamente esta bebida, ya que era parte de su dieta. La sidra, al contrario que el whisky y otras bebidas alcohólicas, tenía una buena imagen y frecuentemente era consumida en celebraciones de todo tipo (reuniones familiares, celebraciones entre amigos, etc...). La propia Iglesia aprobaba su consumo y tanto curas como diáconos bebían sidra para hacer frente al frío invernal. Debido a la aceptación que la sidra tenía se llevaron a cabo importantes campañas para que en la época de la "Ley seca" fuera excluida de la lista de bebidas prohibidas.
Los tres primeros presidentes de Estados Unidos, George Washington, John Adams y Thomas Jefferson, fueron consumidores acérrimos de sidra y numerosos presidentes ofrecían esta bebida en sus recepciones y mítines. William Henry Harrison (1773-1841), por ejemplo, llegó a utilizar un barril de sidra como logotipo de su campaña.
Pero la situación que actualmente vive la sidra en Estados Unidos nada tiene que ver con la de hace 150 años. A pesar de que en la década de los 40 del pasado siglo la sidra era la bebida preferida de la clase trabajadora, la época de la "Ley seca", causó un daño irreparable en el consumo de esta bebida. Después de su prohibición la sidra no recuperó la buena situación anterior y quedó borrada de las mentes de los bebedores. ¿Por qué ocurrió este fenómeno con la sidra, si la cerveza, el whisky y el ron resurgieron con más fuerza que nunca? ¿Dónde se quedó la tradición de beber sidra? Todavía, hoy en día, no se han hallado razones de peso que expliquen este fenómeno.
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