Originario de todos los países del entorno mediterráneo, se trata de una especie protegida en Europa. Sus bonitos frutos rojos y sus hojas espinosas de verde oscuro intenso le convirtieron en un adorno perfecto para decorar las casas durante la Pascua Navideña, una tradición que ha terminado por mermar la presencia de este arbusto en gran parte de su hábitat natural. En la Península Ibérica, lo encontramos en la mitad norte, en bosques de coníferas y robles.
De nombre científico Ilex aquifolium y perteneciente a la familia de las Aquifoliaceae, hablamos de una especie de crecimiento lento y elevada longevidad (puede llegar a vivir hasta 100 años). Su tamaño es mediano (alcanza hasta 10 metros como máximo) y su tallo, leñoso, con la corteza de color grisáceo.
Los frutos, rojos y carnosos, son típicos del invierno porque ésta precisamente es la temporada de maduración. Alcanzan ese tono carmesí tan típico en octubre y permanecen así durante los meses de frío, lo que los convierte en una fuente de alimento fundamental para los animales de los bosques. Son venenosos para el consumo humano.
Cómo cuidar un acebo
Una buena idea para proveernos de nuestros propios adornos navideños naturales en estas fechas puede ser cultivar en nuestro jardín un acebo. Requiere cuidados muy simples y se trata generalmente de una planta bastante agradecida.
Primero, busca un lugar que no tenga una exposición excesiva al sol, ya que el acebo prefiere la semisombra. El suelo ha de tener un buen drenaje y es preferible que sea ácido. A pesar de que necesita un buen riego, esta especie vegeta bien en terrenos secos. Lo más adecuado es elevar la cantidad de agua en verano y moderarla durante el resto del año. Quizá necesite un poco de abono rico en nitrógeno para fortalecer su crecimiento.
No admite bien los trasplantes, pero sí la poda. Durante los meses fríos podemos proceder a realizar un acolchado en el suelo que lo proteja. Su multiplicación se realiza por semillas, aunque esta opción sería bastante lenta; también se efectúa por esquejes semileñosos. Lo más aconsejable es realizar este proceso desde finales de verano hasta principios de invierno.
El acebo se califica también como purgante y tranquilizante, pero el veneno de sus frutos obliga a que tengamos especial cuidado con él. Los niños, por ejemplo, se pueden sentir atraídos por el rojo intenso de sus bayas e intoxicarse. Mejor mantenerlo alejado de ellos.
Por otra parte, en algunos países se le atribuyen propiedades mágicas, de ahí su tradición y simbolismo. De hecho, para los celtas, el acebo era un arbusto sagrado que utilizaban en el solsticio de invierno (Navidad actual) para atraer suerte y prosperidad.
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